Oscuridad. Nada más que oscuridad. No veía nada pero estaba tranquilo. Salva sabía que despertaría pronto: lo notaba. Sentía la presencia de todos los que le habían visitado. Entre la oscuridad recordaba los rostros llorosos y preocupados de sus amigos: Joe, Momo, Step, Marc, Carl, Lora, Valen, Mariana... Eli. A ella la recordaba mejor que a nadie. Le dolió verla así de triste y preocupada por culpa de él. Pero ahora que todo había terminado se creía capaz de protegerla y amarla siempre. Volvió a ver su rostro, pero esta vez estaba sonriendo, sus ojos azules enmarcados por su pelo rubio, sus mejillas teñidas de un tímido rojo...
-Eli... -pensó adormecido, esforzándose en abrir los ojos. Quería verla-. Eli... -consiguió susurrar esta vez, sus ojos entreabriéndose.
Percibió un rápido movimiento a su derecha. Giro lentamente la cabeza para ver vagamente, entre sus párpados semi-cerrados, una cabellera rubia levantándose. Eli... Estaba allí. Con él, tomándole de la mano. Estaba esperándole.
-Eli... -repitió más alto.
Escuchaba cómo lo llamaba, entre lágrimas de alegría, pero la escuchaba muy lejana, como si tuviera los oídos taponados. Sintió las cálidas manos de su amada en sus mejillas, calentándolas. Pronto apareció en su campo de visión el rostro enrojecido de su madre, llamándolo también. Todo lo que pasó a continuación pasó muy rápido: llegaron unos cuantos médicos con una enfermera para revisarle, fue despejándose poco a poco, hasta que por fin pudo responder más o menos a las preguntas triviales que le planteaban los médicos, fue abrazado y besado por todos sus amigos y padres; Joe y Momo fueron los últimos en llegar y su amigo lo primero que hizo fue darle una reprimenda para después darle un fuerte abrazo que lo dejó sin aliento; sin embargo, Momo le colocó el pelo rebelde del flequillo, su gesto de amistad entre ellos dos, con rostro tierno y amable, después le dio un cariñoso beso en la mejilla. Los únicos que faltaban eran Marc y Step, pero supuso que habían ido a descansar y no los culpó. Sus padres le habían dicho que todos sus amigos se habían quedado toda la noche con él, esperando a que despertara.
Hasta el último momento en que sus padres se despidieron de él para ir a casa a cambiarse, Eli había estado aguardando en una de las esquinas de la habitación, sonriendo en silencio. Observó con alegría todos esos abrazos, besos y palabras amables y cariñosas con las que todos habían colmado a Salva. Se lo merecía. Claro que sí. Se cerró la puerta tras el padre de Salva y se quedaron solos. Se miraron sonrientes.
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