A la mañana siguiente, Salva todavía seguía un poco confuso por lo ocurrido el día anterior con sus amigos aunque bastante más aliviado gracias a su amigo Joe que le acompañó todo el tiempo, alegrándole el día.
Se encontraba medio adormilado, tumbado en su cama y mirando pensativo el techo. Su habitación estaba en penumbra ya que las persianas estaban bajadas y la única luz que se percibía era la de su ordenador y su equipo de música. Sabía que faltaba poco para que sus padres se presentaran por sorpresa en su habitación: lo hacían todos los años. A veces creía posible que se presentaran todos los años en su habitación cuando comenzara la universidad o cuando comenzara a vivir solo. Con unos padres como los suyos, las posibilidades eran óptimas.
Y así fue. De repente se abrió la puerta de su habitación y entraron sus padres cargados con una bolsa, y sonriendo alegremente. Salva solamente gruñó.
-¡Felicidades, cariño! –gritó su madre subiendo las persianas.
-Feliz cumpleaños, pequeño –felicitó cariñosamente su padre utilizando el apelativo con el que siempre llamaba a su hijo en momentos especiales como aquel.
-Muchas, ah… gracias –agradeció entre bostezos, desperezándose.
-¡17 años, madre mía! ¡Ven aquí! –exclamó emocionada Ángela abrazando a su hijo fuertemente.
-Mamá, no puedo respirar –murmuró sin aire Salva.
-Anda, suelta a tu hijo y démosle su regalo –dijo Mario intentando calmar a su esposa y salvar a su hijo.
-¡Es verdad! Vamos a ver… que hay por aquí –dijo contenta levantándose de la cama y cogiendo la bolsa que llevaba su marido.
Salva suspiró, por fin libre. Miró a su padre con una leve sonrisa de agradecimiento y el mayor le guiñó un ojo confidencial. Poco después, su madre ya estaba encima de él otra vez con un paquete grande envuelto en un bonito papel de regalo. Lo tomó entre sus manos y antes de comenzar a abrirlo, miró a sus padres quienes asintieron sonrientes. Tardó poco en desenvolverlo y cuando ya tuvo el regalo en sus manos no pudo evitar soltar una exclamación.
-¡Cómo mola! –exclamó observando con atención el fabuloso skate que tenía delante.
-Pensamos que te podría gustar tenerlo, ya que ahora está muy de moda eso del skate –explicó Mario apoyando una de sus manos en al hombro de Ángela, quien estaba muy contenta por la emoción de su hijo.
-¡Sí! ¡Muchísimas gracias a los dos! –agradeció abrazándolos a la vez- No sabéis cuánto os quiero.
-Nosotros también, hijo –respondió su madre acariciando su pelo.
En ese momento comenzó a sonar el móvil de Salva. Pertenecía al tono de un mensaje recibido.
-Un momento. Ahora bajo a desayunar, ¿vale? –dijo Salva cariñosamente a sus padres.
-De acuerdo, pero no tardes mucho –advirtió su madre saliendo por la puerta junto a su padre.
Salva cogió el móvil, lo desbloqueó y abrió el mensaje:
¡Felicidades campeón!
Supongo que ya estarás despierto ^^
Sé que tus padres siempre te levantan sobre esta hora para felicitarte ;)
Espero que te hayas levantado con buen pie y te estés vistiendo ahora mismo, porque dentro de tres cuartos de hora pasaré a recogerte a tu casa :D
No preguntes: no te contestaré, jajajaja
Is top secret! ;P
Recuerda que te quiere muchísimo,
Eli <3
¿Eli? ¿Viene a recogerle? ¿Habrá hablado con ella Joe? ¿Qué está pasando? Parece como si ayer no hubiera pasado nada… Mejor. Así cuando pregunte no habrá ningún ambiente tenso. O quizás sí. ¡Da igual! Lo importante es que le iba a recoger dentro de tres cuartos de hora y él todavía sin desayunar ni vestirse. Espera… ¿Eli ha dicho que le quiere muchísimo? Volvió a leer la despedida del mensaje y esta vez no le quedaba ninguna duda: le quería.
-¡Yuju! –gritó pegando saltos de alegría.
Sus padres, sentados en la mesa de la cocina, miraron hacia las escaleras, preguntándose qué habría pasado.
-¡Cariño! ¿Quieres bajar de una vez? El café se te va a enfriar –dijo su madre esperando respuesta.
Pero el chico apareció rápidamente por las escaleras, llegó a la cocina, cogió la taza de café y se la tomó de un solo golpe, luego cogió las tostadas, le dio un pequeño beso a su madre y volvió a subir corriendo las escaleras.
-¡Cómo me ensucies el suelo o cualquier mueble de migas, prepárate! –avisó molesta su madre.
-Creo que los 17 años le han sentado un poco mal –comentó su padre en tono divertido leyendo el periódico- Está más hiperactivo que antes –se burló.
Ángela suspiró con cansancio.
Por lo menos ya no estaba decaído como ayer…
+.-o-.+
-Joe, despierta… -repetía una chica pelinegra mientras daba pequeños empujones a su novio- Moooo, ¡Joe! –gritó finalmente.
-Cinco minutos más, por favor, Momo –susurró adormilado.
-¿Cinco? ¡Pero si te he dado más de diez! ¡Arriba, dormilón! –instigaba la chica desesperada.
El chico, cansado de la insistencia de su novia, la cogió por la cintura y la recostó en su pecho.
-A ver si te entra sueño a ti también y te duermes… y me dejas dormir un poco más de paso –dijo entre bostezos.
-Joe… Ayer te pedí si, por favor, podías hacerte cargo de Hina y Lenna durante un rato… Te dije que iba a venir a por ti a las 10 de la mañana, que estuvieras preparado para entonces… ¿Y qué es lo que me encuentro? ¡Qué no me has hecho ni el mínimo caso! –dijo reincorporándose bruscamente.
-Vale, vale, ya lo he pillado… Ya estoy despierto, ¿contenta? –dijo reincorporándose también, masajeándose los párpados.
-Estaría más contenta si ya estuvieras también vestido –se quejó cruzándose de brazos.
-No puedo –contestó simplemente mirándola.
-¿Cómo? ¿Tengo que llamar a tu madre para que te vista, o qué? –replicó Momo con sorna.
-Nop, no puedo hasta que no me des el beso de buenos días –dijo con una sonrisa pilla en sus labios, acercándose más y más a Momo.
-¡Ja! ¡Y esperas a que te lo dé después de no haberme hecho ni caso! ¡Espera ahí sentado listillo! –dijo deteniéndolo, poniendo el dedo índice en la frente del chico y empujándolo para atrás.
-Pero, pero… -repetía con voz lastimera Joe. Parecía un niño pequeño al que le han quitado su piruleta.
-Más te vale que bajes en menos de diez minutos, o sino… -dijo abriendo la puerta del cuarto del chico- Olvídate de tus preciados besos por una semana –sentenció con una mirada mortífera antes de cerrar de golpe la puerta.
Y así fue como Joe batió su tiempo record en elegir, combinar y ponerse la ropa.
+.-o-.+
-¡Menos mal, Joe! ¡Pensaba que al final no ibas a venir! –gritó Eli desde la puerta de la casa de Momo.
Joe suspiró. ¿Desde cuándo él tiene que hacer de canguro? Ah, sí. Desde que su cuñada es una enana de 13 años.
-¡Hola, Joe! –dijeron al unísono los dos “monstruitos”.
-Hey –saludó poco convencido de quedarse a solas con ellas.
-Bueno, nuestros padres han salido a comer juntos –comenzó explicando Momo a las dos hermanas- Espero que os portéis bien, o si no me enteraré mediante Joe, ¿entendido? –advirtió mirándolas con los ojos entrecerrados, intentando descubrir si tenían algo planeado- No hace falta que diga que cómo le pase algo a Joe, sois hermanas muertas… Me das permiso, ¿verdad, Eli? –preguntó girándose hacia su amiga.
La rubia sonrió y le guiñó un ojo cómplice. Joe las miraba a todas con cara aterrada. ¿Tan peligrosas pueden ser dos preadolescentes de 12 y 13 años?
-Que sí, que sí –respondió indiferente Hina- ¿No ves que queremos mucho a Joe? ¡Es el mejor cuñado del mundo! –dijo colgándose del brazo de Joe, mientras que Lenna movía efusivamente la cabeza asintiendo.
Momo y Eli se cruzaron de brazos mientras fruncían el ceño. Joe miraba a su pequeña cuñada con cara de susto. Estaba planeando algo, y lo sabía… En ese momento, Hina levantó la mirada y con ojos traviesos, sonrió falsamente a Joe. Mientras tragaba grueso, Momo le sacudió a su hermana de encima y lo alejó de ella.
-Eli, sigue con las normas que ahora nos vamos -ordenó Momo mientras salía de la casa con Joe.
-Oki –asintió sonriente Eli, girándose hacia las enanas.
Los dos se pararon en medio del patio y Joe comenzó a hablar con ironía:
-¿Enserio me vais a dejar con esos dos pingos? Parecen peligrosos…
-Lo siento mucho, pero eres el único que puede hacerse cargo de ellas –se disculpó Momo- Pero, en serio, llámame si te hacen algo… Ya me encargaré de ellas más adelante –dijo Momo pensando en lo que les haría si eso llegase a ocurrir- De todas maneras no vamos a tardar mucho, te lo prometo –dijo suavizando el tono de voz y abrazándolo.
-Está bien, pero me tienes que dar una recompensa por arriesgar mi vida, además de mantenerme al margen de este secretismo que tenéis montado –dijo divertido rodeándola por la cintura.
-Trato hecho –dijo para después ser capturada por los labios de Joe.
Momo se agarró al abrigo del chico mientras se ponía un poco de puntillas para profundizar el beso. Pero Joe se separó y sonrió de lado. Momo le miró confundida y él la soltó.
-Me he permitido un pequeño adelanto de mi recompensa final –dijo subiendo las escaleras de la entrada.
Momo se mordió el labio inferior. Le había devuelto el punto de aquella mañana. Le dejó sin beso, y él se lo ha dado pero le ha cortado el rollo para después conseguir más. Chico listo.
-¡Eli, vámonos! –gritó Momo yendo hacia la salida.
-¡Ya voy! ¡Adiós, Joe! ¡Buena suerte! –deseó Eli corriendo hacia la salida.
Los tres restantes se despidieron con gestos de mano y después el mayor cerró la puerta con un suspiró. Esperaba que se le ocurriera algo para entretenerlas.
-Bue… -comenzó a decir.
Pero fue interrumpido por la emboscada que le tendieron los dos pequeños monstruos. Un intenso destello le cegó y después no supo lo que ocurrió…
+.-o-.+
-Todo está listo. Ya podéis ir a por ellos –ordenó Marc desde el interior de la caseta.
-Vale –respondió sonriente Eli- ¡Vamos, Momo!
-Ya voy, ya voy –dijo yendo tras ella- Entonces tú vas a por Salva y yo a por Joe… Recuerda: dentro de 15 minutos en la plaza central, ¿de acuerdo? –recordó Momo antes de separarse.
-Ok, ¡bye bye! –se despidió la rubia comenzando a correr.
+.-o-.+
-¡Maksjoiwnfhrujenrjfbrht! –gritaba Joe con una mordaza en la boca.
-Que sí, que sí, cuñado, que vas a salir muy guapo en las fotos –decía desinteresada Hina, sentada en una silla con las piernas cruzadas y escribiendo la historia que acompañaría a las fotos que estaba haciendo repetidamente Lenna.
El pobre chico llevaba varios minutos sentado en una silla, atado de manos y pies, y con una mordaza fuertemente atada en la boca. Miraba a las dos monstruitas con ojos amenazadores y ellas le respondían con más flashes y sonrisas diabólicas. Le quitaron el móvil nada más abalanzarse sobre él, así que no pudo pedir ayuda, y menos avisar a Momo. Solo confiaba en que llegara pronto…
-¡Por Kami-sama! ¡Joe! –gritó su salvadora- ¡¿Se puede saber qué coño estáis haciendo, degeneradas! –insultó Momo enfadadísima.
Joe nunca le había oído perder los nervios como en ese momento. Momo se acercó rápidamente al chico y le quitó la mordaza.
-Lo siento, me cogieron de improviso, con la guardia baja –explicó un poco avergonzado por dejarse cazar por unas crías de metro y medio de estatura.
-Joe, no tienes que disculparte… Ya sé de lo que son capaces –replicó echándoles una mirada reprobatoria a las dos que se encontraban sentadas en el sofá con caras culpables- Ya está. Estás libre –anunció con un bufido de ironía cuando acabó de desatar las “servilletas” que lo tenían preso.
Los dos mayores se acercaron con gesto grave a las dos menores y se colocaron en frente de ellas.
-Dame la cámara –inquirió Joe a Lenna, estirando el brazo y abriendo la mano.
-Y tú, tu libreta –inquirió Momo a Hina, estirando también el brazo.
-Pero, pero… -replicaron miedosas agarrándose a sus pertenencias.
-¡Ni peros ni peras! ¡Que nos las deis ahora! –gritó harta Momo.
Se las dieron rápidamente y Joe comenzó a borrar las fotos y Momo a romper las hojas donde estaba escribiendo antes Hina. Cuando acabaron, Joe se cruzó de brazos, esperando a que Momo comenzara con la riña:
-¡Os habrá parecido bonito, ¿no?! ¡Os lo advertimos y vosotras como si nada! ¡Pues se acabó! ¡Lenna! –la susodicha levantó su mirada hacia ella- ¡Esperaba algo bueno de ti, pero ya veo que mi hermana te ha comido el coco! ¡Y tú! ¡Hermana de los demonios! –la otra levantó con cara enfurruñada hacia ella- ¡Porque hoy no es un día para discusiones, porque si no te hubieras llevado la palma! ¡Literalmente! –riñó levantándole la mano. Hina la encaró mirándola con atrevimiento.
-Y ahora, como castigo –interrumpió Joe, intentando que la cosa no se calentara más entre las hermanas- No llevaréis ni una cámara y ninguna libreta encima el resto del día. A ver si os lográis controlar de una vez –sentenció llevándose la cámara de Lenna y la libreta que le acababa de dar Momo.
-¡¿Qué?! ¡No puedes hacer eso!
-Sí que puedo, mirad –dijo saliendo por la puerta. Después de unos minutos volvió- Confiscadas a buen seguro –dijo triunfante entrando de nuevo.
-Bueno, poneros los abrigos y nos vamos –ordenó todavía enfadada Momo.
-¿Ellas también? –preguntó preocupado Joe.
-Sí, tranquilo. Esta vez estaremos todos para protegerte –explicó suavemente Momo mientras le cogía de la mano y le daba un pequeño beso en la comisura de los labios.
-Puag –susurraron Hina y Lenna.
Joe y Momo las miraron con odio profundo, y las hicieron callar. Salieron de la casa y comenzaron a caminar calle abajo.
-¿Adónde vamos? –preguntó Joe mientras metía su mano y la de Momo en el bolsillo del abrigo.
-A la plaza –contestó Momo apoyando su cabeza en el hombro del chico.
Las dos enanas iban detrás de ellos, riéndose por dentro. Estos mayores… No sabían que los periodistas profesionales tenían varios planes de antemano. Es decir que, si se quedaban sin cámara y libreta, después habría otras escondidas…
+.-o-.+
-Bueno, allá vamos –susurró Salva delante del espejo.
Llevaba unos pitillos negros con una camiseta blanca básica con escote de punta y encima una cazadora negra. En sus pies reposaban unas bonitas Vans negras. Su pelo castaño alborotado junto con su vestimenta, le daban un toque rebelde e irresistible.
¡DING DONG! ¡Eli!
-¡Cariño, es Eli! –gritó su madre desde abajo.
Sin decir nada, cogió rápidamente el móvil y las llaves y bajó las escaleras como un rayo. Pero justo cuando puso un pie en la planta baja, su padre tiró de él hasta la cocina.
-¡Papá, pero qué haces! –exclamó Salva cuando se soltó del agarre.
-¡Shhh! ¡Baja la voz! –exclamó por lo bajo su padre. Se acercó a él- Toma –dijo entregándole un pequeño plástico.
Salva le miró por unos momentos. ¿Por qué estaba hablando y actuando con tanto secretismo? Bajó la mirada para ver lo que le había dado y se encontró con un preservativo.
-P-Pero, ¡¿qué es esto?! –preguntó alarmado. Se sonrojó al máximo.
-Mira, hijo… Yo también he tenido tus años y la verdad es que vendría bien un poco de precaución. Con esto te estoy dando plena confianza, eso sí, no le digas nada de esto a tu madre, ¿entendido? –advirtió su padre- Además, ya me darás las gracias cuando veas a tu amada –dijo con sorna a su hijo, que le miraba atónito- Ahora vamos, que te está esperando –le guiñó un ojo.
Salva se metió el preservativo en el bolsillo interior de la chaqueta, para que no se viera para nada. ¿Pensaba su padre que se acostaría con Eli? Todavía quedaba mucho para eso… Primero tendría que declararse de una puñetera vez. Se escuchaban las alegres voces femeninas a medida que se acercaban a la entrada. Una vez allí, Salva se dio cuenta de por qué tenía que darle las gracias a su padre. Eli vestía unos pantalones de camuflaje pitillos, con una camiseta ajustada beige, unos botines de piel marrón con tachuelas doradas, y un abrigo corto oscuro con capucha, decorada con unas pequeñas plumas de diversos tonos marrones. Le entraban ganas de abalanzarse contra ella y besarla y abrazarla hasta que no pudiera más. Eli era pura dinamita.
-¡Salva! –se dio cuenta Eli. Su madre y ella se giraron hacia él.
-¡Pero qué bombón tenemos aquí, señoras y señores! –piropeó su madre.
Salva se sonrojó de la vergüenza por aquel comentario. Eli también se sonrojó al verle tan guapísimo y sexy.
-Hola, Eli –saludó con la mejor de sus sonrisas.
-Ho-Hola –respondió la chica sonrojándose aun más.
Sus padres se miraron divertidos entre sí y decidieron intervenir en la escena.
-Bueno, ya nos hemos saludado todos… Así que, ¡vamos, que se os hace tarde! –instigó su padre mientras empujaba a su hijo fuera de la casa. Su madre repitió el mismo proceso con Eli- ¡Pasároslo muy bien! –y cerraron la puerta.
Eli y Salva se miraron desconcertados, pero al cabo de unos segundos, la gracia de aquella situación se impuso. Estuvieron riéndose hasta que salieron del jardín de la mansión.
-En serio, mis padres cada vez están peor –dijo riéndose Salva.
-Parecía como si se quisieran librar de nosotros –dijo Eli del mismo modo.
La chica se apoyó en el brazo de Salva para recobrar el aliento. Salva la miró aún sonriente y cogió la mano de Eli con la cual se estaba apoyando.
-Estás preciosa, Bella –soltó de repente.
Eli levantó sorprendida la cabeza. Se volvió a sonrojar y apartó avergonzada la mirada.
-Gracias… Tú también estás increíble –dijo con un leve brillo en los ojos. Salva se sonrojó- Hacía mucho tiempo que no me llamabas así –murmuró dándole un pequeño apretón en la mano.
-Es cierto –dijo recordando la primera vez que le llamó así, hace muchos años.
Flashback
Una chica, de aproximadamente unos 6 ó 7 años de edad, corría rápidamente por lo que parecía un campo de fútbol bastante desgastado. Ella avanzaba velozmente con su balón, ya estaba muy cerca de la portería que era custodiada por su mejor amigo, un chico moreno de ojos azul oscuro muy penetrantes. Ella se dispuso a tirar a portería. El tiro parecía certero, pero el chico lo paró sin ningún tipo de problemas. Después ella se fue a una fuente cercana al campo, seguida por su amigo. Él bebió también y después empezó a hablar.
-¡Algún día iremos al mundial de fútbol de Italia!–dijo él.
-¡Sí! –dijo ella un poco ruborizada.
-Jejeje. Vamos Bella mía –dijo el chico sonriendo.
-¿Bella? ¿Y eso? –dijo ella extrañada.
-Es que resulta que eres bellísima. Y me gusta cómo te queda. ¿O es que a ti no te gusta? –dijo el mirándola.
-Claro que sí, Salva. Es precioso. –dijo ella mientras le miraba directamente a los ojos más ruborizada que antes.
Y así se quedaron, mirándose el uno al orto mientras Salva le cogía la mano a Eli con delicadeza y se la besaba dulcemente. Mientras se acercaban lentamente el uno al otro y se fundían en un cálido abrazo.
Fin del Flashback
Ambos sonrieron ante aquel íntimo y bonito recuerdo. Comenzaron a caminar en silencio, cogidos de la mano.
-Salva… Siento mucho lo de ayer, es que… -comenzó a disculparse Eli. Pero fue interrumpida por Salva quien le había puesto un dedo en sus labios.
-Shh, no importa ya. Lo que sí vale ahora la pena es que estemos juntos, ¿no te parece? –concluyó liberando los labios de la rubia.
-Tienes razón –respondió Eli acercando sus labios a los de él. Le dio un apasionado beso que Salva no tardó en corresponder y después, para sorpresa del chico, comenzó a correr- ¡Ahora, atrápame si puedes! –gritó divertida mientras se iba alejando más y más de Salva.
-¡Eh, espera! ¡Bella, espera! –gritaba eufórico, escuchando la hermosa risa de Eli delante suya- ¡No me puedes dejar así, Bella! –dramatizaba Salva con una sonrisa alegre en su rostro.
-¡Atrápame y tendrás otro beso! –prometió traviesa.
-¡Pues empieza a correr porque te voy a atrapar mil y una veces! –aseguró Salva mientras corría detrás de ella.
Después de todo, ya tendría tiempo para declararse después de una buena ronda de besos, ¿no?
+.-o-.+
-Espera un momento –pidió Momo sacando su móvil.
Los cuatro se pararon en medio de la calle peatonal que llevaba hasta la plaza. Momo se separó un poco de ellos y comenzó a hablar por el móvil.
-Eli, ¿ya estáis en la plaza? –preguntó en tono bajo para que no la escuchara Joe.
-Sí, justo donde habíamos quedado. ¿Vosotros estaréis por el otro lado de la fuente, verdad? –hablaba muy bajito Eli.
-Sí, cuando esté todo preparado te doy un toque y nos juntamos –repitió el plan Momo.
-De acuerdo, ahora nos vemos –y colgó.
Momo volvió con Joe y las enanas y siguieron su camino hasta la plaza. Cuando llegaron al lado de la fuente, Momo se giró hacia Joe.
-¿Te apetece jugar a un juego mientras esperamos? –preguntó juguetona acercándose a él.
-¿Cómo? ¿A un juego? ¿Aquí? –preguntaba desconcertado el chico.
Las dos hermanas pequeñas se miraron con curiosidad y después se encogieron de hombros, sin saber muy bien que pasaba delante de ellas.
-Sí, verás –dijo Momo sacándose un pañuelo del bolsillo- Yo te pongo este pañuelo en los ojos y te tengo que llevar al sitio que estoy pensando ahora mismo. Cuando lleguemos, tienes que adivinar en donde estamos, ¿de acuerdo? –explicó mientras le ponía el pañuelo en los ojos.
-Pero, si tenemos que esperar… -pero fue interrumpido por el empujoncito que le dio Momo para que comenzara a caminar.
-Tú no te preocupes y déjate llevar –le susurró al oído.
-Hmm, eso suena bien –dijo mientras sonreía.
Momo le dio un dulce beso en la oreja mientras que le empezaba a guiar. Les hizo una seña a las dos enanas para que los siguiera pero que se mantuvieran en silencio. Después cogió el móvil y cuando le dio el toque a Eli, comenzó a llevar a Joe donde habían quedado.
+.-o-.+
-¡Vamos a jugar, Salva! –exclamó Eli entusiasmada.
-¿Pero no estábamos jugando ya? –preguntó refiriéndose al pilla pilla que habían hecho antes.
-Está bien, esto es otro juego y creo que te va a gustar mucho más –dijo Eli sacando se su bolsillo un pañuelo.
Se acercó a Salva y mientras le engañaba con un dulce beso le ató el pañuelo sobre los ojos.
-Hey, ¿qué haces? –preguntó divertido mientras sentía la mano de Eli tomar la suya.
-Te voy a guiar a un sitio muy chuli –dijo simplemente tirando de él.
En ese momento, Eli vio que Momo le estaba dando el toque que había estado esperando.
-Bueno, ¡vámonos! –gritó comenzando a correr de la mano de Salva.
-¡Más despacio! ¡Qué no veo nada! –gritaba Salva levantando involuntariamente la otra mano para no chocarse con nada o nadie.
-¡Tranquilo! ¡Estoy contigo! –dijo como si fuera lo único que lo pudiera calmar.
Y lo hizo. Confiaba en ella y eso era lo más importante. Sonrió y se dejó llevar a donde quisiera que lo llevara Eli.
+.-o-.+
Mientras en la caseta todos estaban ultimando los detalles. Se fijaron bien en si habían puesto correctamente las pancartas y los globos, la comida y las bebidas, y el reproductor de música. Ya estaban admirando su buen trabajo cuando sonó un móvil.
-¡Son ellos! ¡Ya están aquí! –gritó Lora viendo el mensaje que le había llegado.
Todos se alarmaron y comenzaron rápidamente a coger el confeti y los matasuegras. Se colocaron debajo de las pancartas y esperaron a que se abriera la puerta.
+.-o-.+
-¿Ya hemos llegado? –preguntó Salva entre impaciente y cansado.
-Eso mismo quiero saber yo –corroboró Joe un poco mosqueado.
-Ya llegamos –repitió Momo por enésima vez.
Las tres parejas se habían encontrado por el camino y no habían dejado de quejarse en todo el tiempo.
Pasaron por un hueco que habían abierto en la valla para que pudieran entrar sin que tuvieran que trepar. Eli y Momo se dieron la vuelta para que las dos hermanas siguieran estando en silencio. Las dos obedecieron. No querían enfadarlas de nuevo (Eli se había puesto como una fiera al enterarse de lo que le habían hecho a Joe).
-Ya hemos llegado –susurró sonriente Eli.
Momo y ella pusieron a Joe y Salva uno al lado del otro y delante de ellas. Momo abrió con una mano la puerta y con la otra le quitaba el pañuelo de los ojos a Joe. Eli hizo lo mismo con Salva. Y en cuanto pudieron ver de nuevo, una colorida lluvia de confeti y estridentes pitidos de matasuegras les envolvió.
-¡Felicidades! –gritaron todos.
Joe y Salva se miraron estupefactos. Joe comenzó a reírse con alegría y Salva tampoco se pudo contener. A los pocos segundos ya estaban todos rodeándolos y dándoles un abrazo colectivo.
-¡Mira que sois tercos! ¡Dije que no quería nada de fiestas! –regañó Joe sonriendo a todos.
-Ya… Pero apostamos a que Salva sí –replicó travieso Step.
Todos miraron al mencionado y él les devolvió la mirada. Todo el mundo se calló, esperando a que respondiera. Salva posó los ojos en cada uno y después sonrió.
-¡Pues claro que sí! ¡Que empiece la fiesta! –gritó con euforia.
Todo el mundo gritó y alguien puso la música a todo volumen. Todos bailaban, comían, bebían, jugaban a los videojuegos que Carl había traído, echaban partidas a las cartas, reían, besaban, abrazaban, acariciaban… Algún que otra parejita se puso “cariñosa” y desapareció por algún rato, otras parejas se lo tomaban con más calma y se sentaban en el viejo sofá que habían guardado allí. Todo el mundo estaba disfrutando hasta que la voz de Valen interrumpió la fiesta.
-¡Es hora de los regalos! –anunció emocionada señalando las dos torres de regalos que habían en un rincón.
Ropa, muchísima ropa, videojuegos, CDs de música… Vamos, que con los regalos se habían portado muy bien. Joe se enfadó (de broma) con todos por haberle comprado más cosas cuando ni siquiera les había pedido nada.
-Bueno, pero es que un pajarito nos ha dicho algunas cosillas –explicó Marc cruzándose de brazos y señalando con la mirada a Momo, mientras se alejaba y los dejaba solos.
Momo saltó sobre la espalda de Joe y le dio un pequeño beso en el pelo.
-¿Qué me dices si te doy la otra parte de la recompensa ahora? –susurró sensualmente en el oído del chico.
Sin ni siquiera contestar, Joe tomó los labios de Momo y la empujó hacia el sofá. Cayeron uno encima del otro y a Momo se le escapó una risilla juguetona y a Joe una traviesa. Se besaban tranquila pero apasionadamente. Cada vez que se separaban escasamente para respirar, se miraban, sonreían y volvían a besarse. Si no supieran que allí estaban sus amigos, la cosa habría ido mucho más lejos. Pero de momento querían disfrutar el uno del otro mediante dulces y tiernos actos de afecto y amor.
Mientras, Eli había perdido de vista a Salva. No estaba dentro con los demás, así que decidió preguntarles a las enanas si lo habían visto. Se acercó a la esquina donde estaban sentadas, escribiendo y haciendo fotos.
-Hey, ¿habéis visto a Salva? –preguntó sencillamente.
-Acaba de salir. Creo que se ha ido saliendo a mano izquierda. No te vayas por la derecha: por ahí se han ido Step y Lora –advirtió Hina guiñándole un ojo. Eli se puso roja al entender el porqué de la advertencia.
-Ah, gracias –agradeció todavía un poco avergonzada. Se giró hacia la puerta y comenzó a caminar.
-Seguramente esté en el campo de fútbol –detalló Lenna con diversión al ver a su hermana así de traumada.
Eli solamente asintió. Abrió la puerta y se encontró medio a oscuras. Estaba anocheciendo y no se veía casi nada. Recordó: a mano izquierda, el campo de fútbol, no mano derecha. Rezó para que no viera o escuchara nada de lo que pudieran “estar haciendo” sus amigos. Pero justo cuando dio el primer paso se escuchó una voz. Sin poder hacer nada giró levemente la cabeza.
-Mmm…huh…ah…Ssstep…oh…sí…Lo…Lora…sigue…mmm…ah…sí…sí… -decían, gemían y suspiraban dos voces extasiadas desde el otro lado de la caseta- Oh… sí… más rápido, Step, ¡más rápido!...Lora…Lora…sí,sí, ¡sí! ¡Lora! ¡Step! –gritaron finalmente.
Aquel grito, que para aquellos dos era el mismísimo placer, para Eli fue el disparo de salida. Salió corriendo de allí súper roja y avergonzada. No se había podido mover de la sorpresa cuando los escuchó. Cuando se dio cuenta ya se encontraba en medio del campo de fútbol. Desde allí se podía ver el atardecer. Se quedó contemplándolo, olvidando todos aquellos pensamientos “obscenos”. Se calmó y se alivió.
-¿Eli? –preguntó una voz que conocía perfectamente.
Se giró y vio a Salva sentado en las gradas. Se acercó con largos pasos hacia él y subió unas cuantas gradas hasta estar junto a él. Se sentó a su lado y suspiró.
-¿Qué pasa? ¿Tienes fiebre o algo? Estás muy colorada –preguntó un poco preocupado el chico.
-No tranquilo, sólo… -dijo pero se calló de la vergüenza que sentía.
-¿Tiene que ver con Step y Lora? Si es así, entonces te comprendo –dijo ayudándola con la situación- Yo también he tenido que pasara por ahí –dijo comprensivo mientras le pasaba un brazo por sus hombros y la atraía hacia sí.
-¡Qué vergüenza, por Dios!... –murmuró Eli escondiendo su rostro en el hombro de Salva. El chico rió tiernamente.
-Me gustan los atardeceres en invierno: son mucho más bonitos –dijo de la nada Salva, mirado al horizonte.
-Sí, tienes razón –respondió Eli abrazándole- Son más… cálidos –dijo estrechando el abrazo. Salva la rodeó con el otro brazo.
-Eli, discúlpame por lo de ayer, yo… -comenzó disculpándose afligido.
-Salva, déjalo, no pasa nada, yo también me habría enfadado. Pero todo ha acabado bien, ¿no es así? –dijo levantando la cabeza sonriente.
Salva sonrió levemente y después bajó la vista. No sabía si lo que iba a hacer ahora iba a resultar bien.
-Eli, yo quiero decirte una cosa desde hace mucho tiempo –dijo mirándola con determinación. Eli sentía que se le salía el corazón- Yo, aunque siempre he sido tu mejor amigo, no quiero ser nada más que eso… Para mí eres lo más importante, y por eso yo te… -¡Flash! ¡Flash!
-¡Wow! ¡Menudo titular tenemos para el periódico! –exclamó Hina desde debajo de las gradas.
-¡Ja! ¡Ni que lo digas! –secundó Lenna- Seguid, seguid, no nos hagáis caso –dijo impaciente mientras les echaba otra foto.
Salva supo que se le había ido otra oportunidad, pero estaba ya tan acostumbrado a que le pasase aquello que lo único que hizo fue suspirar con cansancio y poner los ojos en blanco. La que no se lo tomó nada bien fue Eli. Apretó los dientes y los puños, y salió a correr detrás de ellas mientras iba diciendo cosas que aparentemente no tenían sentido.
Salva se volvió a quedar solo. Cuando no era por una cosa era por otra. Volvió a suspirar y cogió el móvil que estaba sonando. En la pantalla aparecía un número que no reconoció, pero aun así descolgó.
-¿Sí? –preguntó.
-Buenas tardes, Cardanni. Si quieres que a Di Angelo no le pase nada quiero que vengas ahora mismo a la orilla del río Arno. Si no vienes vete despidiendo de lo que más quieres –añadió una voz grave mientras colgaba el teléfono.
Salva se quedó petrificado. Aquello era una amenaza en toda regla. Tenía que ir aunque fuera una trampa. No podía permitir que le ocurriera nada malo a Eli. Ella era lo que más quería. Guardó el móvil y se puso en marcha hacia el río lo más rápido que pudo. Detrás venían dos pequeñas personitas que se habían escondido en un arbusto y no habían dejado escapar nada de lo que había ocurrido. Cogieron su libreta de notas y su cámara y siguieron de incógnito a Salva…
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