jueves, 20 de octubre de 2011

"3 países, 9 vidas" <> CAPÍTULO 1





Hello everybody!!!!

Aquí está es primer capítulo de esta divertida historia xD
La hemos revisado entre las dos y hemos decidido que no lo hemos podido hacer mejor ;)
Espero que disfrutéis y que os guste mucho!!!

Autoras: Isabel y Helena
Géneros: Comedia y romance
Anime relacionado: Inazuma Eleven
Corregido por: Helena 

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¡¡¡¡PIIIIIIIIIIIIIII!!!!
  
Aquel pitido significaba el final del partido. El equipo del instituto Florence había ganado el partido 5-0.

Después de aquello los felices jugadores del Orfeo (así se llama el equipo del instituto) se dirigieron a felicitar al otro equipo por ese gran partido, y rápidamente se fueron a sus respectivas clases. Ya solo quedaban 4 jugadores en el campo. Hablaban emocionados sobre el partido.

  • ¡Habéis jugado muy bien chicos! ¡Estoy orgullosa! –exclamó enérgica una chica rubia vestida con el chándal del equipo.

  • Ha estado muy bien, capitana. ¿No, Stephano? –dijo un chico de cabellos rizados vistiendo el mismo chándal.

- ¡Sí! –gritó con una sonrisa un chico moreno con el mismo chándal.

Todos ellos pertenecían al equipo de fútbol, Orfeo. Elisabetta, Marco y Stephano hablaban sobre el partido cuando Marco los interrumpió.

-Bien. Bueno, vámonos a clase, que ya es hora… ¡La profe de mates tiene que estar que trina! –dijo Marco despreocupado. La verdad, es que no le importaba mucho como estuviera la profesora de matemáticas, pero como estuviera de mal humor mandaría muchos deberes, y eso no es bueno, ni para él ni para nadie.

- Sí, lo mejor será llegar cuanto antes… ¡Vámonos! –Stephano tragó grueso al pensar en la cara que pondría la profesora si llegaban tarde.

  • Id vosotros delante, ahora os alcanzo... Voy a buscar a Salva –dijo Elisabetta buscando con la mirada a un chico moreno y alto.

- Ok –dijo Marco con los brazos puestos sobre la nuca y caminando hacia el centro escolar.
        
  • Vale, no tardéis mucho los dos, capitana… Ya sabes cómo se pone la de mates –le dijo en un susurro, como si alguien “no apropiado” (la profe) pudiera escucharle. Después, le hizo un gesto de mano con el pulgar hacia arriba y le guiñó un ojo. Corrió, intentando alcanzar a Marco que ya iba muy adelantado y gritó-: ¡Marco! ¡Espera! ¡Tío! ¡¿Estás sordo o qué?! ¡Qué me esperes!

Elisabetta los miró con una sonrisa divertida y moviendo ligeramente la cabeza. No tenían remedio… Se dirigió con paso ligero hacia Salvatore, el guardameta del equipo. Se encontraba bebiendo agua, con una toalla rodeándole el cuello. Elisabetta se le quedó mirando a unos pasos; él no se había dado cuenta aún de que ella estaba allí. Parecía acalorado, no por nada había hecho unas paradas geniales en el campo. Se podría decir que habían ganado, en parte, por él. Verle beber y secarse el sudor con la toalla, le recordó a Elisabetta, a un guapo jugador profesional de fútbol. Se dio cuenta de lo que estaba pensando e inmediatamente eliminó esos pensamientos raros de su cabeza, con unos rápidos movimientos de cabeza. Se colocó detrás de Salvatore y dijo con una sonrisa:
- ¡Hey, Salva! ¡Buenísimas paradas las de hoy! –dijo poniendo una mano sobre su hombro. Salvatore pegó un salto y se dio la vuelta con los ojos muy abiertos.

- Uff… ¡Qué susto! ¡Eli! ¡Hola! Yo, yo… No te había visto, jeje –dijo con una sonrisa nerviosa y rascándose la cabeza. Le daba la impresión de que estaba empezando a sudar de nuevo. Entonces recordó que Eli le había felicitado por el partido de ese día-. ¡Gracias! Todos lo hemos hecho muy bien.
         
-Tan despistado como siempre, excepto en el campo –dijo riéndose por la reacción y guiñándole el ojo. Él se sonrojó pero se rió con ella, nervioso-. Sí, todos hemos dado lo mejor de nosotros en este partido como siempre, pero gracias a ti no nos han metido ningún gol, así que eso es un mérito –le dijo sonriéndole amablemente. 

Él le miró sorprendido y al verla sonriendo de esa manera, solo pudo sonreír como un idiota y quedarse mirándola profundamente, sin decir nada. 

Ella al sentir esa mirada tan intensa, desvió la mirada y dijo-: Oye, ahora nos toca matemáticas y ya sabes cómo es… Ve que no llegamos a tiempo y ¡pum!, ronda extra de deberes –exclamó haciendo gestos y riéndose un poco nerviosa por la mirada que todavía se mantenía en el semblante de Salva.

- Espera es que quiero decirte algo… -dijo Salva poniéndose serio de repente y acercándose a Eli.

- ¿Eh? ¿El qué? –dijo desconcertada por el repentino cambio.

- Esto yo… -susurró mirando al suelo y cambiando el peso de una pierna a otra. Parecía nervioso y muy, muy ansioso. Entonces, levantó la mirada hacia los ojos azules oscuros de Eli y esa expectación y curiosidad que tenían en ese momento, le dio los ánimos para decírselo. Tomó fuerza y mucho coraje de su interior y abrió la boca para decirle que…

  • ¡Venid ya! –un grito proveniente del otro lado del campo, interrumpió el pequeño pero gran acto de valentía de Salva. Vio que Eli ya no le prestaba atención, estaba pendiente de quien quisiera que fuera, que seguramente fuera Stephano, por la cara de miedo y alucine que siempre ponía cuando la profesora de matemáticas le pedía que fuera a avisar a alguien. No paraba de jadear y de respirar entrecortadamente por la carrera que se había echado para encontrarles-. ¡Qué la profesora se está poniendo violenta! –Salva le miró incrédulo: solo él puede exagerar las cosas así. Entonces, se puso rígido y se le heló la sangre: acababa de recordar algo “muy importante”. A su lado Eli seguía sin hacerle caso y respondió:

  • ¡Tranquilo Step! ¡Ya vamos para allá! –gritó Eli con las dos manos en torno a su boca para que hicieran de megáfono.  Alzó el brazo para hacerle una señal a Stephano para que se fuera. Al mismo tiempo, Stephano salió a correr rápidamente de nuevo a la clase. Se dio la vuelta para hacerle frente a Salva, que en ese momento había perdido todo color en su cara junto con un gesto de horror en su semblante. Eli iba a preguntarle qué era lo que le pasaba pero en ese momento Salva se movió, como si fuera un robot y le preguntó:

- ¿Eli? ¿En qué parte de nuestra conversación me has dicho que ahora toca matemáticas? –Eli abrió la boca para contestarle a la pregunta, pero él le interrumpió-. ¡Sí, pues claro! ¡Cómo no me voy a acordar! ¡Estaba medio alelado y se me ha olvidado! ¡Ah! –gritaba enfadado consigo mismo y tirándose de los pelos. A todo esto, Eli estaba tan estupefacta por la escena que no sabía qué hacer o decir-. Ahora me va a caer una buena… Jo… -se lamentó Salva. Miró a Eli que todavía seguía con la boca abierta, se sonrojó por la vergüenza y se dispuso a explicarle-: Es que me acabo de acordar que la profe de matemáticas quería verme. Por eso lo siento mucho pero, ¡tengo que salir por patas! –le explicó mientras cogía su bolsa y rodeaba a Eli para salir disparado hacia clase. En ese momento, se volvió a dar la vuelta y vio que Eli le miraba divertida y apunto de reírse, se paró y le dijo-: No hace ninguna gracia, por lo menos para mí que voy a ser el que se gane todo la riña de la profe –dijo medio riéndose e irónico Salva. Entonces, vio que Eli se colocaba a su lado, aún sonriente y dijo:

  • No si no vas solo –le dijo mirándole de reojo y con una sonrisa divertida. Salva le miró sorprendido y enseguida comprendió. No le dio tiempo ni de abrir la boca para decirle “gracias” cuando Eli ya estaba corriendo dirección al centro escolar. Eli se dio la vuelta mientras corría y le gritó-: ¡Vamos, corre! ¡Castigado el último! –Salva movió la cabeza sonriente y se dispuso a alcanzarla.

+.-o-.+

Una vez pasada la mortal y aburrida hora de matemáticas, suavizada un poco por la divertida bronca que la profesora les dio a Salva y a Eli por su retraso, empezó la clase de tutoría. La tutora entró seguida de dos chicos, un chico y una chica. Mientras todos se sentaban, miraban a aquellos chicos, examinándolos y preguntándose por qué estaban allí.

  • Buenos días, chicos –dijo la tutora apoyada en su mesa- Hoy tengo preparada una pequeña sorpresa para toda la clase… -todo el mundo empezó a murmurar, mientras que los dos chicos nuevos inspeccionaban la clase con los ojos. Un chico pelirrojo y con la piel pálida levantó la mano y preguntó:


  • ¿Esa sorpresa tiene que ver con estos dos nuevos sujetos? –dijo con un lenguaje demasiado formal y entre buscado, y toda la clase se le quedó mirando con cara de, “¿pero qué acabas de decir, tío?”. El chico nuevo se le quedó mirando con una ceja levantada y la chica con cara de interés. 

La profesora dio un suspiro de exasperación y dijo con una venita hinchada-: Sí, Carlo, sí… Pero te agradecería que no te precipitaras tanto cuando todavía no lo he dicho, ¿de acuerdo? –dijo con voz neutral y mirándole con un significado de “aviso”. Carlo bufó y se calló, cruzándose de brazos en su mesa- Bien –prosiguió la profesora, carraspeando la garganta- La sorpresa es que tenemos dos nuevos compañeros en clase –dijo señalando con el brazo y una sonrisa agradable a los nombrados. Ellos miraron hacia las personas que serían sus nuevos compañeros, con rostros amables y educados- Ahora, nuestro delegado de clase, Salvatore, nos hará el favor de presentárnoslos… Salvatore, por favor –pero Salvatore estaba distraído mirando a Elisabetta y no escuchó a la profesora. Elisabetta le hizo unas señales, pero él no las captó del todo bien hasta que escuchó-: ¡Salvatore Cardanni!

- ¿Sí? –preguntó temeroso el chico mirando a la enojada tutora. Cuando la tutora vio que ya la estaba escuchando se tranquilizó un poco y dijo:

- Sólo sal a presentar a tus nuevos compañeros, anda –dijo la tutora masajeándose el puente de la nariz con los dedos y respirando hondo. No sabía cómo tenía tanta paciencia con esa clase…

  • Vale –dijo levantándose risueño hacia los nuevos. Ellos le devolvieron la sonrisa mientras que pensaban, “¿y esta va a ser mi clase?”. Ya se conocían porque se le llamó precisamente para que los conociera y los presentara en la clase. Se colocó entre los dos, se aclaró la garganta y dijo a los nuevos-: Bueno yo soy Salvatore, el delegado de la clase y para mí es un orgullo presentaros a vuestra nueva clase –dijo alegre y educado. Los nuevos respondieron inclinando un poco la cabeza como gesto de agradecimiento. Salvatore señaló al chico y siguió-: Él se llama Joahnes Armandas y es nuestro compañero de intercambio que viene de Portugal –todas las chicas en ese momento se pusieron a hablar todas a la vez, muy emocionadas. 

  • Joahnes es un chico alto, con media melena de color negro con detalles azules despuntada y ojos negros azulados, con la piel azorada; tenía buen físico también, así que quien no se pondría como aquellas chicas… Él las miraba a todas con una gotita resbalándole por el cuello, mientras que la tutora y Salva intentaban controlar todo ese alboroto. La chica nueva le llamó la atención tocándole con un dedo el brazo:

- Oye, ¿esto te pasa muy a menudo? –le preguntó entre divertida y asustada por aquella repentina reacción de casi todas las chicas de la clase. Él se quedó mirándola por unos momentos. Se habían conocido aquella mañana en la dirección del instituto. Había pensado que era el único alumno de intercambio de ese año por eso se sorprendió de ver una segunda persona. Se llevaron bien al momento de conocerse, tenían química. Le sonrió nervioso y le respondió:

- Más o menos… -en ese momento oyeron a alguien levantarse de su sitio y miraron en la dirección de la que provenía, sin moverse. Vieron a una chica de pelos rizados y marrones que levantaba la mano y adoptaba una pose muy… muy sensual.

  • Hey, guapetón, ¿desde cuándo hacen tan bien a los portugueses? He ido a Portugal varias veces y no me he encontrado con nadie tan buenorro como tú… -dijo aquella chica con voz picarona y guiñándole un ojo, mientras que las demás chicas. 

Joahnes no sabía por dónde meterse y la chica nueva la miraba con la boca abierta, pensando que cómo alguien podía tener tan poca vergüenza. Entonces, se levantó Elisabetta que había permanecido callada y sentada durante todo ese tiempo y gritó:

- ¡Callaros! –cuando terminó, todo el mundo se quedó mirándola- ¿No veis que todavía queda una compañera más por ser presentada? ¡Un poco más de respeto, por favor! –dijo con voz severa y mirando a toda la clase con los brazos en jarras. Se dio la vuelta y miró a la chica nueva con una sonrisa, que la miraba con sorpresa y ella le devolvió una sonrisa sincera. Después miró a Joahnes y dijo-: Perdona esta mal educada interrupción y perdona a nuestra amiga Lora por su atrevimiento sinvergüenza –cuando la nombró la miró con cara de pocos amigos y Lora la miró con cara de arrepentimiento y después le pidió disculpas a Joahnes con un “perdón… guapo”, y Elisabetta la volvió a mirar con advertencia, mientras que Joahnes y la chica las miraban divertido. Después Elisabetta se sentó y con gran alivio, Salvatore volvió a coger las riendas de la situación mientras que la tutora caía desvanecida en su sillón.

  • Gracias Eli… Bueno, seguimos –esta vez señaló a la chica- Ella se llama Sora Mizuki y ha llegado, de nada más y nada menos, que de Japón –los chicos empezaron a llenar la clase de silbos y piropos hacia la pobre Sora que estaba sonrojada por la vergüenza. 

Sora es una chica alta, con el pelo negro ondulado y largo y ojos marrones melocotón y con piel algo tostada, acabada por un cuerpo que muchas desearían tener. En resumen: la reacción de los chicos es lo normal en un caso como este. Esta vez fue Joahnes quien le llamó la atención tirándole del la manga de la camiseta. Ella le miró de reojo, sabiendo lo que iba a decirle:

- No soy el único que tiene admiradores el primer día de clase –dijo sonriéndole con una media sonrisa. Ella se le quedó mirándolo y le sacó la lengua de broma, sonriendo también. Vieron que el mismo chico pelirrojo de antes, levantaba la mano con cara de resabido y arrogante y le pregunta a Sora:

-¿Es cierto que uno de los institutos de la cadena S. Konoha, ha descubierto parte del manuscrito más famoso del Imperio Kamuzu? –dijo retándola, mirándola a los ojos fijamente. Todo el mundo se calló y se quedó mirándoles, atentamente. Había tensión en el ambiente que se disipó cuando:

  • Sí, es cierto. Yo misma formé parte del grupo que lo descubrió –dijo creída y auto satisfecha por la reacción que tubo aquel “sujeto” que decían llamarse Carlo: primero su cara se tornó sorpresiva y después molesta. 

Todo el mundo empezó a decir, “ohhhhhh, te ha dejado seco Carlo,  jajaja”. Todo el mundo estaba de nuevo descontrolado cuando unas palmadas que dio la profesora les devolvieron a su sitio.  

- Nos encantaría que os sentarais cómodos y a gusto durante vuestra estancia en esta clase –dijo mirándolos cariñosamente- Esperamos aprender mucho de vosotros y que vosotros hagáis lo mismo con nosotros. Ahora, ¿quiénes se encargaran de enseñarle el instituto a Joahnes y a Sora? –se levantó Eli y dijo con voz animada y alegre:

- Yo y los jugadores del Orfeo les ayudaremos a caminar por el instituto, profe –dijo señalando a todos los compañeros que se encontraban dispersos a su alrededor, teniendo el asentimiento de todos los aludidos. Carlo bufó y sonrió de lado. Pasar tiempo con esa japonesa iba a ser muy entretenido…

- Muy bien. Les diré a los demás profesores que no vais a estar en las siguientes horas porque les estáis enseñando el centro a los alumnos nuevos, ¿vale chicos?

¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING!

En aquel momento muchos de los alumnos salieron hacia el patio no sin antes saludar y presentarse a los nuevos, en la clase solo quedaban Salvatore, Sora, Elisabetta, Carlo, Stephano, Joahnes, Marco, Lora y una chica más. Elisabetta se dirigió con decisión a Johanes y a Sora y empezó a hablar:

- ¡Hola! Yo me llamo Elisabetta, Eli para los amigos. ¡Encantada de conoceros!

- ¡Hi! Yo soy Stephano, pero me podéis llamar Step o plano, ¡cómo os guste más! –en ese momento para de reírse y mira rápido hacia unos arbustos que había cerca del patio. Todos miraron en la dirección en la que Step miraba- ¿No habéis visto a alguien ahí? –cuando preguntó eso el arbusto empezó a moverse y de él salió un gato anaranjado. Cuando el gato se percató de que le estaban mirando, se le erizó la cola, les bufó y salió corriendo. Todos seguían mirando al gato correr mientras les corrían una gotita por la nuca- ¡En serio que he visto a alguien entre esos arbustos! ¡Y no, no era ese gato! –mientras Stephano seguía con sus rompeduras de cabeza y los demás intentaban que entrara en razón, Marco se les acercó por detrás a Joahnes y a Sora, que miraban la escena todavía estupefactos y les dijo:

- No os preocupéis, siempre es así. Ve visiones –dijo de lo más tranquilo, como si fuera lo más normal del mundo. Cuando Joahnes y Sora lo escucharon miraron a Marco con cara de haber visto un fantasma:

  • ¡¿Y eso no es preocupante dices?! –preguntaron los dos a la vez. Marco carraspeó la garganta y sonrió de medio lado. 

Si supieran que él lo ha tenido que aguantar desde que nació… Entonces, ya comprenderían su comportamiento, ja. Cuando Marco intervino para solucionar el problema todo el mundo se apartó y dejaron que zarandeara a Stephano para que se le pasara la paranoia, todo se acabó más rápido de lo que esperaban: Stephano recuperó la cordura y después se disculpó con Joahnes y Sora. Y siguieron las presentaciones:  

- Hola, yo me llamo Marco. Me podéis llamar Marc, como queráis.

- Bueno, a mía ya me conocéis. Salvatore o Salva, para los amigos.
- Jum, yo soy Carlo. Llamadme Carl o chino, como gustéis.

- ¡Hola! ¿Qué tal? Yo soy Lora, y por favor me gusta que me llamen por mi nombre: ¡nada de motes!

- ¡Hello! Yo soy Valentina. ¡Encantada chicos! Me podéis llamar Valen o vet, podéis ver el porqué –y les enseñó todos los animales que llevaba a su alrededor. Quedaron llenos de pelos de perros y con olor a animal. Después de las presentaciones del grupo, saludaron ellos:

- Bueno, como ya sabéis me llamo Joahnes pero me podéis llamar Joe –dijo amigable.

- Ya me conocéis de antes también pero bueno… Yo soy Sora, pero mis amigos me llaman Momo.

- ¿Momo? –preguntó Step.

- Sí, significa “melocotón” en japonés. Supongo que me pusieron ese mote por el color de mis ojos –y dicho esto, todos se acercaron para verle mejor los ojos. Y el primer en comentar algo fue Joe:

  • Es cierto, es un color poco común y raro –Momo empezó a ponerle cara de pocos amigos, pero Joe no se detuvo y siguió, esta vez mirándola a los ojos-: Pero es precioso y me encanta –remató Joe. 

Sora se sonrojó. No esperaba que dijera eso, para nada. Hasta ya tenía alguna frase arrogante pensada para contestarle a sus primeros “agradables” cumplidos, si se les puede llamar así. Seguido de Joe, todos los demás se juntaron a su opinión de que sus ojos eran “preciosos” y todos se pusieron a comparar el color de ojos que tenían con el de Momo… Menos Marco y Carl. Este último solo dijo:

-Tampoco es una cosa de otro mundo –y se encogió de hombros, chulo.

- ¡Venga chicos! ¡Manos a la obra! Vamos a enseñarles nuestro preciado instituto a nuestros nuevos amigos –dijo levantando el brazo y empezando a caminar deprisa, como si fuera una guía de turismo.

- ¡Sí, vamos! –dijeron Lora, Valentina (y sus animales) y Stephano.

- Vale… -dijeron sin muchas ganas Marco y Carlo.

Joe y Momo se miraron sonrientes, se rieron y empezaron a seguir a ese grupo de personas que son sus nuevos amigos, únicos en su especie. Se podían imaginar, más o menos, como sería su estancia en el prestigioso Instituto Florence…










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