A la mañana siguiente, todos bajaron a desayunar. Cada uno tenía una cara peor que cualquier otra, malos humores provocados por dormir mal y muy poco, o por asuntos ajenos al sueño.
Nuestros protagonistas se encontraban sentados unos alejados de otros: Joe y Salva estaban sentados en una esquina y comían en silencio, mientras que Eli y Momo estaban en la esquina opuesta a ellos.
Momo miraba a Joe extrañada. Vale, ella estaba enfadada con él, pero ese no era motivo para que él la evitara. ¡Debería ser al revés! ¡Tendría que estar suplicándole perdón y todas esas cosas!
Los demás estaban sentados juntos hablando sin que hubiera pasado nada. Todos estaban sentados entremedio de los cuatro, y se veía que ya habían arreglado sus problemas. ¡Qué suerte!
En ese momento, Michaelo entró en el comedor y le guiñó un ojo a Momo. Ésta se rio divertida y le saludó con la mano. Después, se acercó a la mesa y Momo se dio la vuelta para poder hablar con él.
-¿Qué? ¿Pudiste dormir bien después de nuestra charla? –preguntó divertido.
-La verdad es que sí –contestó sonriente Momo- Me ayudó a relajarme.
-¿No ves? Por eso se dice que hablando se relaja la gente –dijo Michaelo.
-No es así, tonto –dijo riéndose Momo- Es “hablando se entiende la gente” –dijo orgullosa de su conocimiento.
-¿En serio? Nunca lo había escuchado –y comenzaron a reírse.
A cada risa que escuchaba, Joe se iba poniendo más y más furioso. ¡Parecía como si lo estuviera haciendo adrede! Salva le miraba con mirada de advertencia, como si le estuviera indicando que se tranquilizara.
Cuando Michaelo y Momo pararon de reírse, el chico le preguntó algo con una sonrisa (que a Joe le pareció peligrosamente sincera), ella asintió alegre con la cabeza y a modo de despedida él le dio una palmadita suave en la cabeza, para después volver a guiñarle un ojo e irse.
Momo se volvió a dar la vuelta, justo a tiempo para ver cómo Joe se levantaba rápidamente de la silla y se iba con la mirada baja. Ella se lo quedó mirando hasta que salió del comedor. ¿Le habría molestado que hubiera hablado con Michaelo? ¡Pero qué tontería! Siempre había sabido que Michaelo no le inspiraba mucha confianza… A ella tampoco, pero desde la otra noche… ¡Da igual! ¡Sigue siendo una tontería!
Sintió que Eli le daba con el codo en el brazo. La miró y se encontró con la mirada curiosa y preocupada de Eli.
-¿Me he perdido algo importante? –preguntó no muy convencida.
Momo suspiró y decidida a contarle todo lo que ocurrió la otra noche, se puso de lado y comenzó a narrarle los acontecimientos ocurridos. Cuando terminó, antes de que Eli pudiera decir algo, Salva también se levantó y se fue por donde había salido Joe. Eli se quedó mirando con un deje de tristeza la puerta, para luego volver al tema de conversación de Momo:
-No tengo nada en contra de Michaelo, sólo le maldigo por lo que le hizo a Salva… -comentó seria Eli- Pero que te hayas hecho amiga de él cuando tú y Joe estáis enfadados… Yo creo que aunque Joe lo esté malinterpretando, hace bien en enfadarse o lo que sea lo que le pasa. Es lo más lógico que piense mal –dijo sincera.
-Tienes razón… ¡Qué estúpida soy! –se reprendió a sí misma Momo- Pero aún así, no sé porque hoy está tan distante, parece que me está evitando –dijo preocupada- Ayer estaba detrás de mí pidiéndome perdón y hoy ni me da los buenos días –dijo con tono triste.
-Ay, amiga –dijo abrazándola- Para que después nos digan a nosotras que somos difíciles de entender –dijo para consolarla. Momo sonrió levemente y le devolvió el abrazo.
+.-o-.+
El resto del día estuvieron haciendo las últimas visitas por Roma, ya que por la noche volvían a Florencia.
Estuvieron distribuidos de la misma manera que en el desayuno: Salva y Joe, Eli y Momo; y por último, todos los demás del grupo. Éstos últimos se preguntaban que qué es lo que podría haber pasado entre esos cuatro, pero nadie quería decir nada por si acaso lo empeoraban.
Por el mediodía, hicieron una pausa para la comida. Momo esperaba a su oportunidad de hablar con Joe y aclarar las cosas; y justo cuando vio que Salva se dirigía a los servicios, supo que tenía su oportunidad de hablar a solas con él.
-Eli, voy a hablar con Joe, ¿vale? –dijo un tanto nerviosa.
-Está bien, ¡ánimo! –sonrió Eli.
Vio como su amiga se alejaba corriendo y cuando se pudo asegurar de que todo andaba bien, se dio la vuelta y se encaminó hacia los servicios, en espera de que Salva saliese y pudieran arreglar aquel malentendido.
+.-o-.+
-Joe… -llamó en tono bajo Momo.
Joe siguió en la misma postura, con los brazos cruzados y sin ninguna emoción en la cara.
-Joe, por favor, quiero hablar contigo –dijo en un tono más alto, segura de sí misma.
Joe se giró hacia ella y la miró con ojos imperturbables.
-Pues a lo mejor yo no quiero –contestó con voz neutra.
-¿Se puede saber qué te pasa? –inquirió consternada Momo.
-No estoy de humor para discutir contigo –contestó como respuesta.
-¿A no? ¡Pues yo sí! –exclamó enfadada- Se supone que yo soy la que debería estar enfadada, ¡no tú! –dijo acercándose más a él.
-¡Yo también estoy enfadado! ¡Y tengo todo el derecho! –replicó alterado- ¡Me he pasado toda la maldita semana detrás de ti pidiéndote disculpas, para que después no me hicieras ni caso, y mientras tú te hacías amiguita del estúpido de Michaelo! –gritó.
¡Boom! Soltó la bomba. Ya sabía el porqué de su ignorancia y enfado hacia ella. Momo se había quedado sin palabras. Sabía que había sido una irresponsable e idiota por haber descuidado su relación con Joe, pero el modo en que se lo había hecho él hacía que pareciera la peor chica del mundo.
Miró los tristes y descorazonados ojos color zafiro y supo que Joe había estado sufriendo mucho por su repentina separación. Momo también se dio cuenta de que ella sufría y que necesitaba estar a su lado. Bajó la mirada, culpable del sufrimiento que sentían los dos. Las lágrimas no tardaron en aparecer en sus ojos y pronto llegaron los gemidos del llanto.
Joe comenzó a alarmarse cuando escuchó a Momo llorar. Pensó que se había pasado gritándole de aquella manera. Se acercó a ella con gesto afligido, y levantó las dos manos para acariciarle los brazos.
-Momo… -susurró Joe.
-Lo siento, lo siento, lo siento mucho, Joe… -se disculpaba haciendo un gesto de negación con la cabeza- Soy una idiota, no sabía el daño que te estaba haciendo, lo siento mucho… -seguía disculpándose mientras lloraba.
-Shhh, shhh, tranquila, tranquila –trataba de consolarla. Le abrazó fuerte entre sus brazos. Era la primera vez que la veía llorar y no le gustaba nada. Ahora era él el que se sentía culpable. Le amaba tanto que estaba sufriendo lo mismo o más que ella. Le apretó más fuerte contra él, haciendo que se calmara poco a poco- Tranquila, amor –susurró en su oído- Yo soy el que siente haberte gritado… y siento no haber luchado por tu perdón hasta el final –dijo con una sonrisa de culpabilidad.
Sintió como Momo movía la cabeza en gesto de negación contra su pecho. Levantó la mirada cristalina llena de tristeza y se aferró con sus manos a la camiseta de Joe.
-No, Joe. He sido yo la que no he querido dar mi brazo a torcer por una tontería, y encima la culpable de haberlo liado todo metiendo a Michaelo en todo esto… Mientras que tú me pedias perdón todos los días, a cada hora y cada minuto que podíamos vernos, pero yo no te hice caso… No eres tú quien tiene que disculparse –dijo con voz llorosa mientras otra tanda de lágrimas caía por sus rojas mejillas.
-Momo, es verdad, que este viaje no a resultado como esperábamos –dijo Joe mirándola tiernamente mientras secaba con sus pulgares las lágrimas de aquellos ojos de melocotón- Pero, tenemos que estar de acuerdo en que, todas las situaciones que hemos vivido aquí, nos han llegado a unir más que nunca –dijo con tono cariñoso.
Momo sonrió emocionada, acariciando la mano de Joe que sujetaba su llorosa cara. Él le devolvió la sonrisa, y poniendo una mano en la cintura de Momo, la atrajo hacia así, dándole el impulso que ella necesitaba para poder alcanzar sus labios.
Joe gimió de alegría y de alivio, al sentir aquellos labios que le habían robado el sueño todas las noches desde su primer beso. Momo pasó sus brazos alrededor del cuello de Joe, haciendo que profundizara el beso. Quería sentirle muy cerca de ella, sin querer separarse nunca más de él.
Gimió al sentir la lengua de Joe hacerse paso por su boca, comenzando una danza frenética con su lengua.
Cuando se quedaron sin aire, se separaron sin mucha prisa, queriendo alargar aquel momento mágico. Con las frentes juntas, los dos se miraban intensamente, diciéndoselo todo en aquella mirada.
-Te amo –susurró Momo.
-Yo también te amo –contestó sonriente Joe.
Se volvieron a besar y después se quedaron abrazados, en silencio. Hasta que Momo se inquietó y dijo:
-Joe, sobre lo de Michaelo, no es tan malo como piensas; él no… -comenzó a explicarle.
-Deja lo de Michaelo por ahora… No arruines el momento –dijo entre consternado y burlón.
-Vale, pero después no me vengas en plan general militar exigiéndome que te lo explique todo –dijo divertida.
-Vale –contestó imitándola mientras ponía los ojos en blanco.
+.-o-.+
Desde un banco, un chico miraba con tristeza y desesperanza a la pareja que se abrazaba delante de él.
-Buf, amigo, que mala suerte –dijo un chico mientras le ponía una mano en el hombro.
-Michaelo, ¿te encuentras bien? –preguntó otro que se sentaba a su lado.
-Sí, no pasa nada, Gianluca, Raffaelo –dijo mientras se levantaba- Me voy a beber agua.
Los dos amigos se miraron entre sí y después se encogieron de hombros.
+.-o-.+
Eli esperaba al lado de la puerta del cuarto de baño, esperando a que saliera Salva. Estaba vigilando lo que ocurría con Momo y Joe, por si acaso tenía que intervenir. Al principio se preocupó un poco porque parecía que se estaban gritando los dos; pero después se tranquilizó al ver que se besaban. Sonrió contenta, feliz de que su amiga pudiera haber solucionado las cosas.
En ese momento, la puerta se abrió, dejando salir a un aliviado Salva. Eli se giró hacia él.
-Fiu, pensaba que no llegaría… -murmuró para sí Salvatore.
-Salva… -llamó Eli con precaución.
-¡Eli! –gritó pegando un grito por el susto- ¿Qué… qué haces aquí? –preguntó con tono nervioso. Parecía como si quisiera sonar molesto.
-Hola –saludó con una sonrisa nerviosa- Em, yo… Yo quería hablar contigo… -dijo con la cabeza gacha mientras juagaba nerviosamente con sus dedos.
-Lo siento, pero Joe me está esperando –contestó lo más convincente posible.
-¡No! ¡Espera! –gritó Eli poniéndose delante de Salva para cortarle el paso- Mira… -inquirió señalándole a Joe y Momo, quienes todavía seguían abrazados mientras compartían más y más besos- No creo que les vaya a sentar muy bien que los interrumpas ahora –dijo sarcástica.
Salva los miró sorprendido y después sonrió. Por fin su amigo había salido de aquel pozo sin fondo y había vuelto a ver la luz. Se alegraba de verle feliz junto a la chica que amaba. Suspiró.
-Menos mal, pensaba que no iba a volver a ser el mismo… aunque ahora supongo que tampoco lo será –dijo divertido. Eli también se rió- ¿Y tú? ¿Te han mandado para que me vigiles o qué? –preguntó mirándola de reojo.
-No, Salva. Como te he dicho antes, quiero hablar contigo –contestó volviendo a ponerse seria.
-¿De qué quieres que hablemos? –preguntó un poco molesto.
-De nosotros –dijo sorprendiendo a Salva- Quiero aclarar las cosas contigo, Salva –continuó acercándose a él.
-No hay nada que aclarar, Eli –dijo serio- Yo fui un idiota dejándome llevar por los demás y sé que es lo más normal que no quieras estar con el idiota de Salvatore –dijo disgustado consigo mismo.
-Salva, ¿pero qué dices? –preguntó preocupada Eli- He sido yo la que tiene la culpa de que pienses eso, porque como una tonta he esperado demasiadas cosas de ti –dijo con tono culpable. Se miraron en silencio los dos, esperando a que alguno hablase.
-¿Sabes qué? ¡Olvidémonos de todo lo que ha pasado! ¡Volvamos a empezar como si nada hubiera ocurrido, ¿de acuerdo?! –exclamó de repente Salva haciendo que Eli pegara un brinco- No quiero seguir en este estado de ansiedad y tristeza por nuestros enfados y supongo que tú tampoco –dijo con mirada comprensiva. Eli sonrió ampliamente para después abrazarle.
-Pues claro que no quiero estar así contigo, tontorrón –susurró contenta en el oído de Salva. Éste sintió un escalofrío muy agradable recorrerle la columna vertebral.
-Supongo que no te acordaras de nada de lo ocurrido anoche, ¿no? –susurró bajito, más para sí que para Eli.
Eli se separó un poco de Salva y le miró con ojos interrogantes.
-¿Has dicho algo? –preguntó curiosa. Salva suspiró.
-Nada, sólo que hacía tiempo que no me abrazabas así –dijo sonriente.
Eli se sonrojó al instante. La verdad es que había echado de menos los brazos cálidos y protectores de Salva. Y ahora que más o menos creía sentir algo por él, aquel gesto se le hacía imprescindible para poder vivir.
Eli le volvió a abrazar, esta vez para ocultar su sonrojo. Aunque no le sirvió para nada porque se puso aún más roja cuando sintió los fuertes brazos de Salva rodearla con delicadeza.
-Me gusta abrazarte… Eres cálido y… blandito –contestó como respuesta un tanto avergonzada Eli contra el hombro de Salva.
Escuchó la bonita risa de Salva en su oído haciendo que cerrara los ojos, como si estuviera escuchando música relajante.
-Eso es nuevo. La única que me ha dicho que soy blandito es mi madre… bueno, y tú –dijo soltando una carcajada.
-Tú madre y yo siempre hemos pensado lo mismo –rió Eli abrazándole más fuerte.
-Tienes razón –dijo mientras depositaba un pequeño beso en la cabeza de Eli.
Ella se retiró un poco y miró dentro de los ojos azul oscuro de Salva. Estaban a escasos centímetros el uno del otro. Sentían las respiraciones el uno del otro y cómo sus corazones se empezaban a acelerar a un mismo tiempo. Eli no pudo evitar cerrar los ojos, dejándose llevar por el momento. Sentía aún más cerca el aliento cálido de Salva, acercándose. Sus labios se rozaron levemente y sin llegar a acabar el beso, alguien los interrumpió.
-¡Vamos chicos! ¡Se acabó la hora de la comida! ¡Vamos que se nos hace tarde! –gritó la voz potente del director Vittorio.
Los dos se separaron rápidamente, y bajaron las miradas sonrojadas, sin saber qué decir.
-Bu-bueno, te-tenemos que irnos, ¿no? –tartamudeó Salva.
-S-sí, vamos –contestó de la misma manera Eli.
Eli cogió rápidamente de la mano a Salva y salieron corriendo hacia donde se encontraban sus compañeros. Los dos tenían una sonrisa feliz en la cara. Después de todo, aquella reconciliación había sido lo mejor de aquel viaje.
+.-o-.+
Dos autobuses pequeños esperaban en frente del hotel. No habían podido contratar uno grande por lo que se tenían que aguantar con aquella opción.
Cada autobús tenía 15 plazas, 30 en total. Los profesores distribuyeron a los alumnos por orden de lista. En el primer autobús fueron Joe, Eli, Salva, Step y Marc; y en el segundo Momo, Lora, Valen, Mariana y Carl.
Para desgracia de Joe, Michaelo se montó en el autobús de Momo. Ella ya le había contado todo acerca de que Michaelo era un buen chico y todas esas cosas, pero aun no tenía plena confianza en él. Tendría que tener una charla a solas con Michaelo cuando pudiera.
Ya llevaban medio camino recorrido cuando tuvieron que hacer una parada obligatoria. Eran la una de la mañana y todavía quedaban dos horas de viaje. Unos cuantos bajaron de los autobuses somnolientos para estirar un poco las piernas o para ir al baño, otros se quedaron dormitando dentro de los autobuses.
Momo se encontraba en la pequeña terraza de la cafetería/restaurante en donde habían parado. Estaba sola, esperando a Joe, que había entrado en el baño con los demás. Hacía frío, pero no le importaba. Le encantaba la nieve y podía estar todo el día mirándola.
-¿Te gusta tanto la nieve que sales aunque esté helando? –preguntó una voz bravucona a sus espaldas.
Momo sonrió. Aquella voz le había estado acompañando todo el viaje. Michaelo y ella habían estado hablando casi todo el viaje, ya que el sueño les pudo en algunos tramos. Se habían contado de todo, desde su fecha de cumpleaños hasta sus grupos favoritos de música. También habían escuchado música juntos y cantado las canciones que más les gustaban. Los dos se habían caído muy bien y ahora ninguno de los dos dudaba en que eran amigos de verdad. Momo se sentía un poco culpable con respecto a Joe, pero él le había dicho que no pasaba nada, que no le iba a impedir que hiciera más amigos “chicos” con tal de que ellos no se pasaran de la raya.
-Estoy acostumbrada. En Tokio también nieva en invierno –dijo Momo dándose la vuelta.
Michaelo se puso a su lado, sonriendo.
-¿Esperando a tu “súper” novio? –preguntó con tono de burla.
-Sí –contestó bajando la voz- Te agradecería que no te burlaras de él… Todavía duda de ti, ¿sabes? La verdad, es que como te vea aquí conmigo no estoy muy segura de cómo reaccionará –inquirió Momo apoyando los codos en la barandilla y poniendo su cabeza en sus manos.
-Lo sé, pero… -dudó Michaelo- Tengo que decirte una cosa antes de que lleguemos, porque no creo que nos veamos mucho durante las Navidades y para entonces ya no tendré el coraje de hacerlo –dijo girándose hacia Momo.
Momo notó que estaba nervioso y que en sus ojos había una chispa de emoción que se le hacía bastante conocida.
-Adelante, no creo que Joe salga pronto –dijo sarcástica mirando hacia el interior del edificio. La puerta del cuarto de baño todavía estaba cerrada y no había salido ninguno de los chicos que habían entrado hacía ya tiempo.
-Momo, yo… Buf, cómo te puedo decir esto… -dudaba Michaelo.
A Momo le pareció divertida a la vez que tierna aquella situación. Era la primera vez que veía que Michaelo se comportaba así.
-Venga, tranquilo, ¡qué no muerdo! –dijo Momo sonriente para darle ánimos.
Michaelo sonrió agradecido de que Momo le pusiera las cosas más fáciles. Inspiró profundamente y miró directamente a los ojos melocotón de Momo.
-Momo, sé que no es el mejor momento para decirte lo que te voy a decir, y no quiero que esto nos distancie o te cause problemas –comenzó con voz directa. Momo le miró con cara extrañada- Bueno… Allá voy –dijo mirando un momento al cielo, para después volver a mirar a Momo- Te amo, siempre lo he hecho desde que llegaste a Florencia –dijo sonrojado.
Momo abrió los ojos hasta que pareció que se le iban a salir de las órbitas. Miró instintivamente hacia el suelo, intentando pensar claramente ante la declaración de Michaelo. ¡Por eso no quería Joe que Michaelo y Momo fueran amigos! ¡Joe sabía lo que Michaelo sentía por ella!
-Yo… Yo no sé qué decir Michaelo… Joe y yo… -decía Momo un poco apenada.
-No hace falta que digas nada Momo. Ya sé que tú amas a Joe y lo respeto. Sólo quería decírtelo para que no hubiera ningún secreto entre nosotros y pudiéramos llevar una amistad sana sin que ninguno de los dos sufriera. Lo siento, Momo, pero tenía que hacerlo, por mi orgullo, por mí –decía sincero Michaelo.
Momo sabía que toda esta situación le estaba doliendo a Michaelo. Pero no sentía pena por él, sino respeto. Lo sentía aun más cercano que antes por haber tenido esa valentía y haber hecho lo que había hecho. Momo sonrió, con lágrimas en los ojos, por no poder corresponder a un chico tan genial como él. Después le abrazó, sabiendo que tenía que consolarle aunque Michaelo no estuviera llorando.
-Espero que después de esto no cambie nada entre nosotros –dijo en tono más bajo mientras le devolvía el abrazo.
-No, por supuesto que no. Te agradezco que me lo hayas dicho. Ahora puedo contar contigo para lo que sea –dijo emocionada Momo.
-Uf, menos mal. Qué bien que lo haya hecho –dijo con voz temblorosa. Apoyó su barbilla en la cabeza de Momo y dejó caer una lágrima de tristeza, emoción, amor y felicidad.
+.-o-.+
-¡Eh, chicos! ¡Por fin salís de ahí! ¿Qué estabais haciendo que tardabais tanto? –preguntó Lora que se acercaba junto con Valen y Mariana.
-Mejor que ni lo sepáis –respondió Step con tono pícaro.
Las chicas imaginaron a lo que se referían y pusieron caras de desagrado. Joe le dio un golpe divertido a Step para que se callara y con voz divertida dijo:
-No le toméis en serio; sólo nos hemos estado esperando los unos a los otros. Por suerte, el baño era espacioso –dijo sinceramente.
Las chicas suspiraron de alivio. Gracias a Joe habían evitado pasar un mal rato, por lo menos, dentro de sus mentes.
-¿Dónde está Eli? –preguntó Salva adelantándose un poco.
-No lo sé. Se separó de nosotras hace poco; quizá esté con Momo –respondió Mariana cogiendo de la mano a Carl.
-Momo me dijo que estaría en la terraza. Vamos –dijo Joe mientras comenzaba a caminar en la dirección señalada.
Cuando fueron llegando, se encontraron a Eli mirando por la mampara de cristal que daba a la terraza nevada. No se movía y ni siquiera escuchó que llegaban sus amigos.
-¡Eli! –gritó Joe a modo de saludo.
La chica dio un respingo y se dio rápidamente la vuelta. Parecía que estaba nerviosa y alterada, y sonreía nerviosamente mientras que de su boca salían pequeñas carcajadas de histeria. Todos la miraron extrañados mientras se acercaban a ella.
-¡Chicos! ¡Hola! Pensaba que estabais en el baño… ¿Por qué no mejor nos vamos yendo a los autobuses? ¡Aquí hace un frío que pela! –hablaba y hablaba Eli. Lo decía todo con una rapidez vertiginosa y hacía gestos exagerados, provocados por los nervios.
-De acuerdo, pero Momo… -replicó Joe mientras intentaba mirar por encima de Eli para ver si Momo estaba fuera.
-¡Ah, Momo! ¡Sí! ¡Ella ya se ha ido al autobús! –mintió Eli. Estaba intentando evitar una lucha entre Michaelo y Joe. Después de lo que había visto ahí fuera, le parecía la mejor opción.
-Eli, ¿qué demonios te pasa? –preguntó Marc con una ceja levantada.
Vio que Joe estaba a punto de ver lo que había fuera y no se le ocurrió otra cosa que gritar:
-¡Nada! –gritó alterada haciendo que todos se centraran en ella y por lo tanto desviar la atención de Joe. Rió nerviosa- ¡Venga! ¡Qué me estoy helando! –decía mientras empujaba a todos en la dirección contraria a la terraza.
Joe giró levemente la cabeza, intentando verificar que lo que había dicho Eli era cierto. Achinó un poco los ojos y gracias al contraste blanco de la nieve, pudo observar una silueta en la terraza. Abrió los ojos, sorprendido. Miró de reojo a Eli… ¿Por qué le mentiría sobre Momo? ¿Por qué estaba tan nerviosa? Parecía como si lo que hubiera visto en la terraza la hubiera puesto tan nerviosa como ahora… ¡Clic! Entonces todo encajó en su sitio: Eli estaba ocultando algo, que tendría que ver con Momo y… ¡Michaelo! Apretó los dientes y con un empujón hizo que Eli parase y los demás también. Todos se quedaron mirando curiosos a Joe.
-Voy a la terraza –anunció Joe serio.
-¡No, Joe! Digo… ¿Para qué? No hay nadie y hace frío… -excusaba Eli poniéndose delante de Joe para cortarle el paso.
-He dicho que voy a la terraza –inquirió de nuevo pero con una voz tan escalofriante que dejó impresionados a sus amigos- ¡Apártate Eli! –ordenó enfadado Joe.
En ese momento, Eli supo que no podría hacer nada más. Joe lo había descubierto. Y se encontraba muy furioso, tan furioso que sus ojos color zafiro estaban envueltos en llamas. Joe la retiró bruscamente hacia un lado y se encaminó hacia la puerta de la terraza.
-¿Qué ha pasado Eli? –preguntó preocupado Salva.
Eli le miró con ojos culpables y los encaminó a todos a la mampara de cristal, donde todos se estremecieron al ver lo que allí sucedía.
+.-o-.+
Allí estaban. Los dos abrazados felizmente. Sin preocuparse de quien los hubiera podido ver. Sin preocuparse ni siquiera de si podrían hacerle daño a alguien.
Joe los miraba con mirada impotente, pero la determinación y el odio bullían dentro de él.
Michaelo deshizo el abrazo y cogiendo a Momo de las manos, depositó un pequeño beso en la frente de ella, haciendo que sonriera cariñosamente.
-Pensaba que no íbamos a estar acompañados, Sora –dijo repentinamente Joe.
Michaelo se dio la vuelta con gesto impasible y Momo miró con ojos alarmados a Joe. Lo vio al lado de la puerta de la terraza, tan hermoso y perfecto como siempre, pero se le notaba que estaba decepcionado, dolido y enfadado.
-Joe, no es lo que piensas… -comenzó explicando Momo mientras se ponía al lado de Michaelo quien no había cambiado su semblante.
-¿Qué estabais haciendo, eh? Parecíais muy cómodos y felices ahí abrazaditos –decía con sorna y despecho Joe, haciendo caso omiso de las explicaciones de Momo.
-Joe, por favor, escúchame –pedía desesperada Momo.
-¡Estoy hablando con él! –estalló al final Joe, mirándola tan furioso que Momo dio un paso atrás, atemorizada- Después hablaremos –dijo con voz glacial.
-Oye, no hace falta que le grites, ella no… -habló molesto Michaelo por primera vez.
-¡Cállate! –espetó Joe- ¡Ella! ¡Ella es mi novia! ¡Y no sé por qué cojones deja que el chico al que menos confianza le tengo, la bese! ¡La abrace! –decía desesperado.
Momo se encogía sobre sí misma a cada palabra que decía Joe, muriéndose de la culpa que sentía. Pero algo que no entendía y que no le gustaba es que Joe no les estuviera dejando explicarse.
-Mira, es cierto que a mí me gusta Sora, y sé que a ella le gustas tú, por eso respeto la posición en la que estoy. Yo solo quiero que sea feliz –trataba de explicarse con tranquilidad y claridad Michaelo.
-Pues si entonces lo entiendes… ¡¿Por qué no la dejas en paz, maldito?! –arremetió contra Michaelo dándole un puño. Los celos y la rabia se salieron de control.
-¡Joe! –exclamó horrorizada Momo por el cambio tan brusco que había tomado la conversación- ¡Parad, por favor! ¡Ya basta! –gritaba con lágrimas en los ojos.
Michaelo y Joe se pegaban patadas y puñetazos, y empujones que hacían que cayeran al suelo cubierto de nieve. No dejaban de gruñir y de gritar mientras intercambiaban golpes. Joe peleaba como si no lo hubiera hecho nunca, desahogándose de la rabia y desesperación que sentía. Michaelo también golpeaba con todas sus fuerzas pero lo único que le ayudaba a seguir adelante era la defensa contra los potentes ataques de Joe. En un momento de la pelea, Michaelo perdió el equilibrio y cayó al suelo de espaldas, permitiendo a Joe colocarse encima y pegarle un puño tras otro en la cara.
Momo intentaba detenerlo tirando de él de los hombros, pero Joe tenía una fuerza descomunal. Un movimiento brusco de Joe hizo que Momo se soltara y cayera de culo al suelo, quedando aturdida por el golpe. Vio cómo Salva y los demás chicos salían a detener a Joe, y con ayuda de Eli para levantarse, se dirigió lo más rápido que pudo hacia ellos.
Salva y Step tenían cogido a Joe, que se resistía a su agarre, y Marc y Carl sostenían a un maltrecho Michaelo, que a pesar de todo mostraba una mirada desafiante hacia Joe. Momo se interpuso entre los dos y los miró con cara seria.
A continuación, se acercó a Michaelo. El chico cambió su mirada a una de resentimiento y culpabilidad.
-Lo siento mucho, Momo, de verdad que lo siento… -decía mientras Marc y Carl lo soltaban.
Momo apretó los labios y dejó salir una lágrima de sus ojos. Después negó con la cabeza y le sonrió levemente. Luego se volvió a poner seria, y respirando profundamente se dirigió a Joe, quien al verla acercarse, se recompuso y se puso también serio. Cuando Momo llegó a su altura, se miraron unos instantes a los ojos. Luego, le cruzó la cara con un tortazo. La sorpresa fue tal que Salva y Step soltaron a Joe, por la impresión. Joe se llevó una mano a la mejilla que había sido golpeada. Nunca pensó que Momo llegara a pegarle.
-Te lo mereces –dijo la voz disgustada de Momo.
-¿Qué me lo merezco? ¿Acaso yo me merezco que me hagas todo lo que me has hecho? ¿Acaso lo merezco? ¡Dímelo! –espetó iracundo Joe.
-¡No nos has dejado que nos expliquemos! –gritó del mismo modo- ¡No sabes nada de lo que ha pasado! ¡Lo estás malinterpretando todo!
-¡Puede que lo esté malinterpretando pero no es justo cómo me estás tratando! ¡No me puedo creer que le des más credibilidad a él que a mí!
-¡Porque te estás comportando como un crío! ¡No puedo dejar que me sometas solamente a ti! ¡No puedes ponerme prohibiciones ni darme órdenes!
-¡No me lo puedo creer! ¿Lo estás haciendo a propósito? ¿Verdad? ¡Porque no me queda otra cosa que pensar en que te hayas fijado en él para hacerme la vida imposible! ¡Solamente quiero ser feliz junto a ti!
-¡Pues si de verdad quieres ser feliz, deja que tenga mi vida! ¡Deja que Michaelo sea mi amigo! ¡Así yo también sería feliz!
-¡No puedo! ¡No puedo, Momo! ¡No puedo porque él siente lo mismo que yo por ti! –gritó haciendo que todos se quedaran sorprendidos. Joe miró al cielo oscuro, respirando profundamente- No puedo correr el riesgo de que llegues a sentir lo mismo por él y perderte… No quiero perderte, Momo –dijo mirándola con los ojos brillándole de la emoción. Momo bajó la cabeza, con lágrimas en los ojos.
-Entonces me estas quedando claro que no confías en mí, ¿no es así? –preguntó la voz llorosa de Momo- No puedo estar con alguien que no confíe en mí, y que me exija cosas tan dolorosas como perder mi libertad por los estúpidos celos –continuó diciendo mientras veía caer sus lágrimas en la nieve.
Eli los miraba con lágrimas en los ojos. No podía creer que todo aquello estuviera sucediendo delante de sus ojos. Iba a intervenir para que aquello no terminara en desastre, pero entonces vio que Joe movió la cabeza hacia un lado, haciendo que su flequillo le tapara los ojos, y se quedó quieta.
-Si eso es lo que piensas, entonces no me conoces lo suficiente como para saber que yo no haría nada de eso para perjudicarte… Si eso es lo que piensas, es que no me amas lo suficiente –afirmó con voz neutra.
Todo el mundo se quedó helado con aquellas palabras. Nadie supo qué decir. Todos miraban preocupados a Momo, que aun seguía mirando al suelo. Aquellas palabras de Joe habían sido muy crueles y descorazonadoras, y aunque Momo no hubiera reaccionado ante ellas, sabían que habían sido como cuchillas que se clavaban en su corazón.
-Momo… -susurró Valen, quien era la que estaba más cerca de ella.
Todos se percataron del leve temblor que tuvo Momo antes de que se encaminara hacia la puerta y desapareciera dentro del edificio. Las chicas fueron detrás de ella, no sin antes lanzarle una mirada condescendiente a Joe, que no se había movido. Los chicos se quedaron con Joe y Michaelo.
-No deberías haber dicho eso Joe –reprimió Salva con semblante serio pero con ojos preocupados.
-No pensaba que antepusieras tus prioridades a las de Momo… Has caído muy bajo, Johannes –dijo Michaelo con odio- Ahora por tu culpa ella…
-¡Cállate! –replicó Joe.
-Pero Joe… -murmuró Carl.
-Dejadme en paz todos, por favor –susurró Joe con una voz indescriptible- Por favor –volvió a repetir en tono más bajo.
Se apartó de sus amigos y entró en el edificio, desapareciendo en su interior. Todos se miraron entre sí, sin saber qué hacer para poder ayudar a sus amigos. Pronto, la voz del director hizo que se montaran todos en sus respectivos autobuses para seguir con el viaje.
Aquella vez, Joe y Momo se sentaron lo más alejados posible de sus compañeros. No querían estar con nadie más que con ellos mismos.
Michaelo se sentó solo esta vez pero lo más cerca posible de Momo para poderla ver y pensar en cómo podría resolver todo aquello en que, sin duda, había tenido parte de culpa.
Salva se sentó con Eli, mirando cada dos por tres al final del autobús donde se encontraba su mejor amigo, hasta que Eli le cogió de la mano para que se tranquilizase. Ella le dedicó una sonrisa preocupada pero a la vez llena de esperanza. Él se la devolvió y ella apoyó su cabeza en el hombro de él, hasta quedar profundamente dormida. Él apoyo su cabeza en la de ella, y antes de dormirse, volvió a echarle un vistazo a Joe.
Se encontraba con un brazo apoyado en el resquicio que sobresalía un poco de la gran ventana de cristal. Su mano se encontraba rodeando su boca y a la vez sujetando su cabeza, que estaba girada hacia la ventana. Estaba llorando. Era la primera vez que lo hacía desde que salieron. Sus mejillas se encontraban rojas y húmedas por las lágrimas que caían desde sus inexpresivos ojos zafiro, y las aletas de su nariz se dilataban con cada sollozo. Era una imagen desoladora. Había tanto dolor y tanta tristeza que cuando Salva dejó de mirar no pudo reprimir que las lágrimas salieran silenciosas de sus ojos.
Apoyó su cabeza en la de Eli y respirando el perfume de su pelo, logró calmarse. Fue cayendo poco a poco en los brazos de Morfeo y la última imagen que vino a su cabeza antes de sumirse en la oscuridad, fue a su mejor amigo llorando. Nunca lo había visto llorar y siempre había sido su ejemplo a seguir por la disciplina y control que poseía sobre sus sentimientos y emociones. Pero ahora que lo había visto, se preguntaba en dónde habría quedado aquel Joe de antes. Supongo que en algún lugar muy dentro del corazón, donde el amor no lo haya arrasado todo. Porque aquella era la verdad. Todo se reducía a eso: al AMOR.
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