miércoles, 25 de enero de 2012

"3 países, 9 vidas" <> CAPÍTULO 8

¡Hola a todos!
Por fin nuestros protas están de viaje hacia Roma :3
Al final del capi encontraréis las canciones que se mencionan en este capítulo :)
¡Espero que os guste!
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Un chico moreno, arrastraba una pesada maleta negra mientras corría acalorado y rápidamente por una de las múltiples calles de Florencia. Estaba muy cansado, se notaba que venía corriendo desde muy lejos. El chico corría mientras iba pensando en sus cosas, (que no eran pocas) cuando casi se tropieza con otra persona que estaba atándose los cordones de unas zapatillas azul oscuro Nike de taco. Él sabía perfectamente de quién eran esas zapatillas. Ella se giró al notar la presencia de alguien tras de sí. Cuando ella se giró, el muchacho no pudo evitar mirarla a los ojos y dejar escapar un profundo suspiro. El chico se agachó a coger la maleta, que se le había resbalado de las manos, y después le dedicó una amplia sonrisa.

-Buongiorno, Salva –dijo Elisabetta sonriente.

-Buongiorno anche a te –dijo Salva rascándose la cabeza también muy sonriente.

-¿Qué? ¿Listo para ir a Roma? –preguntó Elisabetta dándole una palmada de ánimo en la espalda.

-¡Sí! ¿Y tú? –dijo Salva mirándola a los ojos.

-¡Claro qué sí! –dijo Eli riéndose ampliamente. Se fijó en que llevaba mucho equipaje, pero sin exagerar. Aunque Eli era una chica sencilla le gustaba hacer las cosas a lo grande. Eli se percató del vistazo que Salva le estaba dando a su enorme maleta- Ya sabes cómo me emociono yo con este tipo de viajes… -dijo rascándose la nuca mientras que sonreía- Pero además mi madre me ha obligado a llevarme ropa “más femenina” –dijo haciendo las comillas con los dedos y con una cara rara. Eso hizo que Salva riera divertido. Ya sabía él lo que Eli pensaba de las prendas de vestir de moda joven que se utilizaban ahora. Él más que nadie…- ¡Y encima, llega Momo y le da la razón a mi madre! ¡Es que no puede ser! –dijo fastidiada Eli mientras se ponía roja de la incomprensión que sentía.

-Tranquila, yo sé lo que es pasar por eso –dijo poniéndole una mano en el hombro. La miró y sonrió- Por ejemplo, el otro día invité a casa a Joe mientras que yo hacía la maleta para que aconsejara, pero mi madre se añadió y ya no se pudo hacer nada –dijo negando con la cabeza- No pude elegir nada de lo que me gustaba: elegí una de mis camisetas preferidas pero mi madre dijo que no. Le pregunté a Joe y él dijo lo mismo… Y sé que no lo decía porque estuviera mi madre allí sino porque él lo pensaba así: me miraba sentado desde mi cama, con esa pose de modelo adolescente que vuelve locas a las chicas, y supe que nunca tendría el estilazo que tiene él –dijo bajando poco a poco su cabeza a medida que contaba el relato. 

Eli, al percatarse del extraño cambio de tema (desde que su madre y su mejor amigo le dieran la espalda sobre su opinión a la hora de vestir, hasta la profunda, aunque envidiosa, admiración que Salva sentía hacia Joe y su persona), empezó a reírse sin parar. Salva la miró sorprendido. Es cierto que le había contado su versión acerca de su desastroso sentido del estilo para que ella volviera a animarse. Lo consiguió.

A Salvatore le encantaba verla sonreír de aquella manera, esos labios, esos ojos. Sabía que tenía que decírselo en aquella excursión. Aquella era su oportunidad. Sí.

–“Sin duda alguna, de esta excursión no pasa” –pensó para sí Salvatore mientras se ponía muy serio. 

Eli paró de reírse y se fijó en la cara seria llena de determinación de Salva. Se acercó a él, pensando si le habría molestado que ella se hubiera reído de él. Parecía como si estuviera pensando en algo porque no la veía. Pasó una suave brisa de aire fresco, revolviendo levemente el pelo de Salvatore. Levantó una mano hacia la cabeza de Salva, e impulsada por no sabía qué, enredó sus dedos en su pelo.

-¿Por qué te has puesto tan serio? –murmuró Eli acariciando levemente el pelo del muchacho. Lo tenía liso y suave, era muy agradable a su tacto.

-¿Hum? –dijo Salva volviendo a la Tierra. Sintió algo cálido en su pelo. 

Se fijó en Eli y superó el record de “Haber quien se pone más rojo en el menor tiempo posible”, al descubrir que la chica le estaba acariciando. Se quedaron inmóviles durante unos momentos y después, Salva sintió que la mano cálida de Eli se apartaba de su pelo.

-¡Nada! –dijo riéndose Eli mientras cogía tranquilamente la maleta y comenzaba a caminar.

-Po-por cierto –reaccionó por fin Salva mientras que alcanzaba a Eli- ¿Qué tal la ceremonia? –preguntó mientras metía alguna cosa en su pequeña mochila que llevaba en la espalda.

-Ah, sí… Eso, la ceremonia… -comenzó Eli acordándose inevitablemente de Paolo y los besos que habían compartido– Bien –dijo sin darle mucha importancia. Después de todo, no podría volver a querer a Paolo como lo había hecho antes.

-Eli… Te conozco demasiado bien como para decirte que sé que te pasó algo raro en la ceremonia –dijo Salva muy serio, parándose en seco. Ya habían llegado a la entrada del instituto, justo dónde todos habían quedado.

-Salva… No, no me pasó nada -mintió Eli un poco molesta. No quería mentirle a Salva, pero sentía que si le decía algo sobre lo que ocurrió aquella noche, pasaría algo malo. Su instinto nunca fallaba.

-Elisabetta, sé que me estás mintiendo –dijo mirándola con aire grave. Salva sería de esos chicos distraídos, que no se dan cuenta de nada, pero cuando ese “nada” tiene que ver con sus amigos y sobre todo con Eli, se convertía en una persona al tanto de “todo” por ellos. Suspiró. No iba a poder hacer nada contra la cabezonería de Eli-  Pero si no quieres decir nada, respeto tu decisión –dijo atrayéndola hacia él y abrazándola fuertemente. Sentía la respiración caliente y húmeda de Eli sobre su corazón, aún teniendo un abrigo grueso que separaba sus pieles. Quería quedarse así para siempre- Sólo… Solamente me preocupo por ti, ya lo sabes –le dijo en el oído. A Eli le subió un escalofrío por la espalda al sentir el suave aliento de Salva en su oreja. Cerró los ojos, relajada. Se sentía tan bien…

-Lo sé, lo sé… Gracias -dijo Eli abrazándole aún más fuerte. Después se separaron y se miraron fijamente, sonrientes; cuando en ese momento escucharon a alguien cantando.

Unos metros más lejos de ellos, se podía observar a una chica con rasgos orientales que arrastraba una gran maleta azul turquesa mientras escuchaba una de sus miles canciones en su iPod. Ella llevaba puesto una camiseta beige con una chica cantando y de fondo la bandera de EE.UU junto con un abrigo largo de pana marrón claro, unos pantalones vaqueros pitillo y unos botines marrones Mustang que llevaba por encima de los pantalones. Su pelo negro ondulado y larguísimo, descansaba sobre sus hombros y espalda, tapado por un gorrito de lana con orejeras, tipo gorro esquimal. Si no fuera por sus incomparables ojos melocotón, la hubieran confundido con alguna modelo o cantante famosa. Momo cantaba la canción Price Tag de Jessie J, mientras caminaba, haciendo movimientos similares a cuando se está bailando. Eli y Salvatore se dieron cuenta de que cantaba extremadamente bien y que sus movimientos bailarines tenían mucho ritmo. Se miraron sonrientes y Salva empezó a hacerle señas a aquella modelo-cantante, para que los viera.

Cuando Momo los vio, dejó de hacer aquellos movimientos que le hacían ir más despacio, les gritó un “¡Eh!” muy enérgico y salió corriendo hacia sus amigos.

-¡Ohio gozaimasu! –dijo Momo mirándolos sonriente.

-¡Ciao! –dijo Eli riéndose contenta de ver a su mejor amiga.

-¡Ciao! –dijo Salva sonriendo entusiasmado. Siempre le había gustado cuando Momo hablaba en japonés, ya que sólo escuchaba el idioma cuando veía anime, y escucharlo directamente de una persona 100% japonesa le hacía pensar que estaba dentro de alguna peli japonesa.

-¿Qué tal estáis? –preguntó Momo con las mejillas rojas por el frío mientras que abrazaba a ambos a la vez.

-Molto bene –dijo Eli dándole un pequeño beso en la mejilla.

-E io –dijo Salvatore dijo dándole unas palmaditas amistosas en la espalda.

-Me alegro –dijo Momo sonriente cuando terminó de abrazarles.

-¿No es ese Joe? –dijo Salva haciendo un movimiento de cabeza en dirección al que se suponía que era Joe.

Y en efecto, por la calle del instituto, Eli, Momo y Salvatore pudieron observar como un chico de pelo negro azulado tapado por un gorro de lana gris, vestido con unos pantalones vaqueros junto con una chaqueta gruesa, de esas que parecen universitarias, azul oscuro y unas Converse azules y blancas y además de llevar una bandolera cruzada, que seguramente subiría junto a él al autobús; andaba tranquilamente mientras que tiraba de su maleta de viaje y tenía la otra mano metida en el bolsillo del pantalón. Su cabeza se movía de arriba abajo suavemente, mientras que su boca gesticulaba levemente algunas palabras. Por lo que parecía, también estaba escuchando música.
A Momo le empezó a latir fuertemente el corazón. Desde que recibió aquel ramo de rosas, era lo único que le pasaba cuando le veía. Como siguiera así, iba a conseguir que le diera un paro cardíaco.

-¡Hola Joe! –vociferó Salvatore desde el otro lado de la calle.

Johanes, que odiaba dar voces (o eso decía él), esperó a estar a escasos centímetros de ellos para articular palabra. Sonrió a los presentes y dijo:

-Buenos días –dijo Joe soltando la maleta.

-Buenos días –dijo Salvatore mirándolo fijamente y antes de dejarle saludar a las chicas dijo:-Tío, ¿eres capaz de pasarte el último nivel del Zelda? –preguntó Salvatore mirando a Joe muy serio. 

Joe le miró profundamente, sopesando que a lo mejor su respuesta era importante para su amigo. Entonces dijo:

-Es fácil, lo único que tienes que hacer es cargártelos a todos con el arma suprema –dijo Joe con aires de superioridad.

-¡Es verdad! ¡No sé cómo no se me había ocurrido antes! –dijo dándose con la palma de la mano en la frente. Después sonrió a Joe- ¡Gracias! –dijo para después hacer algún juego de manos inventado con Joe.

Momo y Eli se miraron y empezaron a reírse porque no se enteraban de nada de lo que los chicos estaban diciendo y más aún porque nunca, en lo que llevaban juntos de tiempo, habían visto aquel saludo de manos. Después, Joe se acercó a las chicas y le revolvió el pelo a Eli en modo de saludo.

-¡Buenos días capitana! –dijo divertido. Eli y él tenían ya suficiente confianza como para hacerse aquellos gestos.

-¡Hola! –dijo sonriendo divertida Eli mientras que se volvía a peinar con sus dedos el pelo.

Después miró a Momo. Ella seguía sin poder articular palabra. Eli se dio cuenta y se dirigió hacia Salva, para cogerle del brazo y alejarle de ellos durante un rato. Lo que no entendía es el porqué de que Momo no le hubiera dado las gracias a Joe por las rosas, y la verdad es que él tampoco daba señales de que hubieran sido suyas.

-“Muy listo, muy listo, Joe. Aunque no te vas a librar tan fácilmente” –pensó perversa Eli mientras que decidía que cuando Momo estuviera distraída le preguntaría a Joe sobre el precioso ramo de rosas.

Mientras Joe y Momo seguían intercambiando intensas miradas.

-Buenos días –dijo Joe abrazándola y dándole un beso en la mejilla.

-Buenos días… -susurró Momo cerrando los ojos, sintiendo los cálidos brazos de Joe que la envolvían- Sabía que no ibas a tardar mucho –dijo apoyando su cabeza en el hombro del chico.

-Lo siento. Siento de verás que mi despertador no haya sonado temprano… Aunque lo que en verdad siento es que te haya tenido que avisar mi madre –dijo en fingiendo un tono apenado. Se rieron aún abrazados. Después Joe apoyó su cabeza en la de Momo. Se quedaron así durante unos minutos, disfrutando de la cercanía mutua.

-Lo importante es que hayamos venido, ¿no? –dijo poniendo sus manos sobre el pecho del chico, separándole un poco. Le miró profundamente y su corazón, que si ya de por sí estaba acelerado, se le iba a salir del pecho.

-Claro que sí… -murmuró absorto en aquellos ojos que tanto adoraba. La abrazó aún más fuerte, atrayéndola hacia él. Quería tenerla más cerca, sentirla junto a él. Necesitaba acariciarla, besarla… Y eso es lo que estaba a punto de hacer cuando:

-¡Hey! –gritó alguien.

Los dos se separaron rápidamente, impresionados por la inoportuna llegada de Lora, Step y Valen. Los dos primeros iban cogidos de la mano y la tercera venía corriendo hacia ellos. Seguramente había sido Valen la que había gritado.

Momo se dio cuenta de que Joe estaba de espaldas a los recién llegados y a ella no se le veía. Ellos pensarían mal, seguro. Se puso inmediatamente al lado de Joe, le quitó uno de sus auriculares, de donde todavía salía la magnífica música de Simple Plan, en concreto “Astronaut”; se lo puso, miró a Joe, quién le miraba estupefacto y preguntó:

-¿Cómo se llama la canción? –preguntó incrédula cómo si antes no hubiera pasado nada. Joe se quedó a cuadros. ¿Le estaba preguntando que qué canción era? ¡Pero si “Astronaut” la habían escuchado y cantado juntos miles de veces!

-Pe-pero… -se calló al recibir un empujoncito de Momo y al mirarla, Momo le estaba indicando con sus ojos la dirección por la que venían los chicos. ¡Ah, ya está! ¡Estaba disimulando! Sin duda, era una gran actriz- Emm… Se llama “Astronaut” y es de Simple Plan… -Momo sonrió al ver que Joe por fin había entendido la situación.

-¡Hooola! ¿Qué hacéis? –preguntó Valen cuando les alcanzó.

-Pues nada, escuchando algo de música –dijo sonriente Joe.

-¿Quieres? –le preguntó amable Momo, tendiéndole el auricular.

-A ver, a ver… -susurró mientras que lo cogía y se colocaba al lado de Momo.

-¡Holap! –dijo Step mientras Lora les saludaba con la mano.

-¡Hola! -dijeron Salvatore y Eli acercándose a ellos.

Después de media hora ya estaban todos allí, listos para irse a Roma… Bueno, todos menos Marco. Estaban todos ya sentados en los asientos del autobús con sus respectivas parejas que ya tenían planeadas desde que supieron que iban a ir a Roma, y estaban haciendo un poco de tiempo por si acaso faltaba alguien más por llegar. La profesora empezó a echar una ojeada a todos sus alumnos:
Joe y Salva, Momo y Eli, Valentina y Lora, Stephano y Marco (que no había venido todavía), Rafaello y Gianluca, Carlo y Mariana, Pallina y Vittoria, etc…

La profesora, al ver a sus alumnos sentados ya en sus asientos y con sus móviles, MP4, MP3 e iPods, decidió que ya era hora de marchar.

-¿Estamos todos? –preguntó.

-¡¡Falta Marco!! –vociferó Step desde uno de los asientos de la parte trasera del autobús.

-Señorita, 2 minutos para la salida –dijo el conductor del autobús.

-Sí… -dijo entre dientes la profesora mirando el reloj.

Justo cuando el autobús estaba a punto de salir hacia Roma, sonaron las puertas del autobús y apareció Marco, con una bolsa deportiva roja de Adidas en el hombro y con una maleta pequeña.  El conductor del autobús le abrió el maletero para que metiera su maleta. Después, subió tranquilamente al autobús y se encontró con la mirada reprobatoria de su profesora y de sus compañeros. Se los quedó mirando y dijo:

-¿Qué coño pasa? –dijo mirando el panorama con cara de sueño.

-Nada… -dijo la profesora suspirando y sentándose a trompicones en su asiento– Venga, Albani, siéntate al lado de Armagi –dijo señalando con la mano el final del autobús.

-Am… Vale –dijo Marco bostezando mientras recorría el autobús, saludando a todos sus amigos y dándole un beso a Valen.

-Cómo vuelvas a tardar tanto, voy a tu casa y meto a Snik en tu cama, y lo digo en serio –dijo después de besarle y mirándole seriamente mientras tenía su cara entre sus manos. 

Marc se puso pálido. Snik era una culebra que seguía a Valen junto a los otros animales, y que tenía muy mala leche. Una vez casi le mordió por acercarse mucho a Valen, y desde aquel día no quiso saber más de ella. Valen lo sabía, por lo que se pudo dar cuenta. Su novia podía llegar a ser muy mala cuando se lo proponía.

-Lo siento, amor… No te preocupes –dijo volviéndola a besar.

En cuanto Marco se sentó, el autobús salió en dirección a Roma. El viaje por ahora, marchaba bien. Momo se había quedado dormida escuchando canciones de su gran repertorio variado en su iPod, Eli hablaba con Salvatore (ya que estaban delante de ellas), Joe leía un libro muy metido en la historia, Lora y Valentina hablaban, Marco dormía a pata suelta y Step cantaba junto a Carlo, Gianluca, Rafaello, Michaelo y muchos más, esas típicas canciones que se cantan durante un viaje en autobús:

-Carlo robó pan en la casa de San Juan –cantaron todos al unísono.

-¿Quién yo? –preguntó Carlo.

-¡Sí tú! –dijeron al unísono.

-Yo no fui –dijo Carlo.

-¿Entonces quién? –preguntaron al unísono.

-Fue Salvatore –dijo sonriendo Carlo.

-Salvatore robó pan en la casa de San Juan –volvieron a cantar todos al unísono.

-¿Quién yo? –preguntó Salvatore.

-¡Sí tú! –dijeron al unísono.

-Yo no fui –dijo Salvatore.

-¿Entonces quién? –preguntaron al unísono.

-Fue Joe –dijo sonriente Salvatore. Joe chasqueó la lengua, molesto por su interrupción en la lectura. Luego suspiró.

-Joe robó pan en la casa de San Juan –cantaron otra vez todos al unísono.

-¿Quién yo? –preguntó Joe refunfuñando.

-¡Sí tú! –dijeron al unísono.

-Yo sí fui –dijo Joe volviendo a abrir el libro por la página que iba.

-¿Entonces…? ¡Joder, Joe, tío, tienes que seguir! –dijo indignado Gianluca.

Joe sonrió de media sonrisa mientras que el resto del autobús (por lo menos, los que no estaban haciendo algo) se reía.

Mientras seguían cantando, Eli se acordó de la decisión de aclarar las cosas que no aclaró Momo, y le dijo a Joe:

-A Momo le hicieron mucha ilusión las rosas –dijo sonriendo ampliamente Eli mientras que se cruzaba de brazos en el respaldo de Salva.

Silencio… … ¡Cling! ¡Metedura de pata!

-¡¿Qué rosas?! –preguntó alarmado Joe mientras que cerraba rápidamente el libro y se apoyaba en la ventana para encarar a Eli.

-Pues el ramo que le regalaste… ¿Por qué fuiste tú? ¿No? –preguntó seria Eli, sintiendo que cómo no fuera verdad, la habría cagado hasta el fondo.

-¡NO! –dijo Joe sentándose bruscamente en el asiento. Salva estaba tan metido en el juego que no se había dado cuenta de nada. Joe miró a Eli desesperado- ¡Eli, por favor! ¡No me puedes venir con esto ahora! ¡Por favor! Estaba tan emocionado con este viaje junto a ella… Pensaba que iba a tener por fin mi oportunidad y ahora… ¡Ahora voy a tener que estar alerta todo el puto viaje porque resulta que Momo tiene un maldito admirador secreto! –dijo tirándose de los pelos. 

No podía ser que otro chico se le hubiera adelantado. No podía ser. ¡Para nada! Si… Si perdía a Momo por un despiste como aquel, iba a morirse… Pero si ella ya había escogido… No podía hacerle nada, pero… Estaba empezando a hiperventilar, por culpa de aquellos estresantes pensamientos que le carcomían los sesos.

-Joe, Joe… Tranquilo –dijo nerviosa Eli al notar que algunas miradas empezaban a posarse sobre ellos.

-¿Tranquilo? ¡Y un cuerno! ¡¿Cuándo, Eli?! ¡¿Cuándo recibió el ramo Momo?! –dijo volviéndose para atrás en su asiento.

-Pues, pues… -nunca había visto que Joe perdiera los nervios como los estaba perdiendo ahora. Daba un poco de miedo- Hace dos meses, dos semanas después de vuestra llegada –dijo sentándose en su asiento.

Joe se quedó viendo, con gesto neutro, cómo dormía Momo. Aunque sonase egoísta por su parte, no dejaría que Momo se fuese de su lado, ni en un millón de años. Iba a luchar por ella, costase lo que costase. Se levantó de su asiento, y con mirada determinada y severa, dijo:

-¡A ver! ¡¿Quién demonios le ha regalado rosas a Momo?! –preguntó gritando a todo el autobús.

Todos se volvieron hacia Joe, exceptuando a Momo, quién estaba escuchando música mientras dormía; la profesora que estaba en el séptimo cielo (es decir, dormida profundamente); y el conductor, que iba escuchando la radio muy atentamente; hasta Marco se despertó de su sueño al escuchar el alboroto. Al principio cundió un silencio sepulcral pero después se desataron bastantes murmullos.

-¡Ja! Cómo si alguien fuera a darte explicaciones a ti –dijo una voz proveniente de Michaelo. Todo el mundo se calló de repente y Joe clavó su mirada en él, que estaba tranquilamente sentado, con los brazos cruzados y sonriendo altanero, como si nada de aquello le importase. Luego miró a Joe con la misma sonrisa, mirándole con ojos desafiantes- Si ni si quiera eres su novio –remató con voz triunfante. El autobús estalló de nuevo en una oleada de murmullos.

Joe le miraba sin pestañear mientras que Michaelo le respondía con la misma mirada de antes. Michaelo no le había caído nunca bien. Era de aquellos chicos que pasaban de todo y de todos, y nunca hacía nada por ayudar en nada ni a nadie. Siempre tonteaba con chicas, aprovechando que, aunque no lo pareciera, era atractivo. Era una de esas personas indeseables que no te apetecería cruzarte por el camino… Y últimamente era lo único que hacía: siempre le pillaba mirándole de manera extraña cuando estaba con Momo, también cuando iba al taller de física parecía que le seguía, con aquella mirada repugnante que tenía… Parecía un psicópata de esos adolescentes que le importaban un comino las consecuencias que podrían acarrear sus actos. Sin duda, él era su primer sospechoso.

Salva, que también se había puesto alerta, miraba cautelosamente a Michaelo, para después mandarle una mirada de aviso: que no se atreviera a meterse con Joe, porque si no se las tendría que ver con él también. Dirigió su mirada hacia Joe y dijo:

-Seguramente será alguien del otro autobús –dijo Salvatore dándole una mirada significativa.

-Sí… Ya… –dijo Joe sentándose mientras seguía con la mirada a Michaelo que empezó a mirar por la ventana. Después retomó su lectura, un poco alerta, pero al darse cuenta del título del libro se le quitaron las ganas de seguir leyendo. Se llamaba: El laberinto de la Rosa.

Quedaban ya 3 horas para llegar a Roma cuando a Arrigo, un chico que estaba sentado delante de Marco, le empezaron a dar ganas de vomitar. Marco, al ver aquella escenita, se levantó del asiento y le dio un golpe en la espalda:

-¡Venga, tío, no pongas esa cara de zombie que nos deprimes a todos! –dijo Marc con cara reprobatoria. El chico puso peor cara-  ¡Ya verás cómo esto se te pasa en-se-gui-da! –dijo abriendo, a cada palabra que decía, los ojos y apartándose del muchacho, ya que estaba a punto de vomitar- ¡Va a vomitar! –gritó alarmado, haciendo que todos se volvieran hacia atrás y la profesora se levantara de su asiento.

Marco se sentó rápido y, acto seguido, Arrigo empezó a vomitar, echándolo todo a una chica que se sentaba delante.

-¡Ah! ¡QUÉ ASCOOO!–gritó la chica histérica.

-Esto es mejor que en las películas –rió Step– Y Marc, tío, quita esa cara de asco, que parece que te va a dar al… -pero se calló al recibir el vómito de Marc  en todas sus piernas. Todo el mundo hizo un sonido de asco mientras que Step seguía en estado shock y la chica lloraba mientras sus amigas le ayudaban. El conductor iba muerto de risa. Sin duda aquella clase era muy divertida.

-Profesora, creo que sería buena idea parar un rato –dijo Momo un tanto asqueada por la escena.

-¡Sí, sí, sí! Será mucho mejor -dijo la profesora asqueada por el olor que se empezaba a dispersar por el autobús- Y así esto se ventila un poco –susurró mientras que volvía hacia la parte de adelante para decir los planes al conductor.

El autobús paró en un restaurante de carretera llamado: Rincón Toscano. La gente aprovechó para ir al baño, comprar comida, estirar las piernas y sobre todo, a los “afectados” (Step y la chica) le dejaron tiempo para que se pudieran cambiar. Eli, Momo, Valen y Lora fueron al baño. Y Salvatore y Joe estuvieron andando un rato cuando vieron a Marco salir de unos matorrales:

-¿De sales tú? –preguntó Salvatore mirando extrañado a Marco.

-Solo he ido a tomar un poco el aire –dijo Marco incorporándose a Joe y a Salvatore.

-Sí… La verdad es que vendría bien –dijo con los ojos en blanco Joe, recordando cómo el chico había vomitado encima de Step.

Seguían hablando cuando vieron a Step con cara de miedo salir corriendo desde los mismos matorrales de los que había salido Marc.

-¡AHHHH! ¡UN JABALÍ! ¡UN JABALÍ! -gritó Step muy asustado mientras corría y se tropezaba de vez en cuando.

-Step, Step, Step…  -dijo Marco moviendo la cabeza de un lado a otro y suspirando.

-¡¿Qué?! ¡Ayudadme! –dijo Stephano todavía algo asustado. Ya se había cambiado de pantalones y había salido a dar un paseo por ahí- Hay un jabalí detrás de esos matorrales, ¡lo juro! –Joe se acercó a su amigo y le puso una de sus manos en el hombro y empezó a tranquilizarle, mientras Marc y Salva le explicaban algunas cosas:

-Tranquilo, Step, tranquilo –dijo Joe hablando suavemente, como si le estuviera hablando a un niño pequeño para que comprendiera mejor.

-Step, los jabalíes son pacíficos y… -empezó explicando Salva pero Marc le interrumpió:

-¡Pero qué coño! ¡Qué jabalí no que ocho cuartos! ¡En esta zona NO HAY JABALÍES! –dijo ya exasperado Marc.

-Entonces sería otro animal… -dijo Step pensativo, ya más tranquilo. Los otros tres suspiraron, indignados por lo asustadizo que podría llegar a ser su amigo.

En ese momento, algunos matorrales empezaron a moverse. Los chicos dirigieron sus miradas expectantes hacia aquella dirección. No paraban de moverse, pero ellos se habían quedado paralizados, pensando qué clase de criatura saldría de allí. A lo mejor era cierto que había un jabalí… Pero entonces los matorrales dejaron de moverse y de pronto, un pequeño gato salió jugueteando con una ramita del arbusto.

Joe, Salva y Marc, miraron de reojo a Step, que los miraba riéndose nervioso. Marc se le acercó y le pegó un capón.

-¡Auch! –gimió Step sobándose la zona del golpe.

-Anda, volvamos al autobús que seguro que nos están esperando –dijo molesto Marc, pero se volvió y le dijo seriamente a Step:- ¡Y tú! La próxima vez fíjate bien en las cosas antes de ponerte histérico –le reprimió Marc.

-Que síiii… -dijo cabizbajo Step. Parecían dos hermanos. Salva se había entretenido jugando con el gatito, mientras que Joe los miraba y le decía que se tenían que ir.

-¡Adiós, gatito! –dijo Salva mientras que corría hacia el autobús y dejaba al gato jugando con la ramita.

Retomaron el viaje con mucha tranquilidad, Salva iba pensando en sus cosas, Joe escuchando música, y Momo y Eli hablando. Así estaban, cuando Salvatore se acordó de una cosa que le andaba rondando por la cabeza pero de la que no estaba muy seguro hasta entonces.

-¡MAMMA MIA! –vociferó. Joe le miró con cara de “¿qué demonios pasa ahora?”- ¡¡Qué se me han olvidado los calzoncillos! –dijo preocupado Salvatore.

-¡Cómo no! ¡Encima de que te recordé si ya habías metido todo en la maleta! –dijo Joe resignado.

-Tío, tío, ¿qué hago, qué hago? –dijo desesperado y ansioso- Son mis calzoncillos favoritos… -dijo Salvatore con nostalgia.

-Pff… ¿Qué pasa? ¿Tienen algún dibujito o qué? –preguntó Joe en tono burlón.

-Pues en uno pone: YOU ARE A LUCKY BOY. En otro… que es mi favorito, je, je, pone: LA TUA RAGAZZA TI AMA. Y en otro sale Naruto riéndose… -decía mientras que se rascaba la cabeza un poco avergonzado de descubrir sus prendas íntimas. Joe le miraba con cara de “WTF!”

-¡Qué mono eres! –dijo Eli, que había estado escuchando la conversación. Mientras Momo se moría de la risa y se escurría poco a poco en su asiento.

-¡Joe, por Dios! ¡Qué cara has puesto! –rió mientras que Joe se daba la vuelta para mirar cómo se reía Momo. 

Joe no pudo evitar reírse a carcajada limpia. En el autobús solo se le oía a ellos, a Joe y Momo. Salvatore, al oír lo que Eli había dicho antes se puso rojísimo y empezó a notar como el ritmo de su corazón se aceleraba notablemente.

-Esto… -dijo Salva rojísimo.

-Salva… ¡Qué tierno eres! –dijo Eli poniendo su dedo índice en la frente del chico mientras que le miraba sonriente apoyada en el respaldo del asiento.

-¡Glups! –dijo rojísimo por lo que había hecho Eli.

-Pro-pro-profesora, ¿podemos parar?... Es que me estoy cagando –dijo Rafaello levantando la mano nervioso.

-¡Joder! ¿Pero no has podido hacerlo en la última parada? –preguntó Marco que lo había oído todo.

-¡Bueno! ¡Pues me han entrado ganas ahora! ¡Joder! –dijo Rafaello sacándole la lengua.

Por fin se acabaron las múltiples interrupciones después de la parada de emergencia, en la cual, al final, bajaron todos.

Ya podían ver la entrada de la ciudad de Roma, cuando la profesora dio el orden de las habitaciones.

-A ver, nos alojaremos en el hotel Zeus. Y dormiréis de 5 en 5 –dijo por un micrófono que tendió el conductor.

-Primer grupo: Mizuky, Di Angelo, Torttellini, Di Caprio y Di Gennaro.

-Segundo grupo: Armandas, Cardani, Armagi, Albani y Puchini.

-Tercer grupo: Zandari, Maserati, Luchino, Giudici y Jacometti.

+.-o-.+

Llegaron al magnífico hotel, al anochecer, y se agruparon cada uno en los grupos que había dicho la profesora.

-Bien, ahora id a vuestros cuartos a descansar, mañana tenemos mucho que ver –dijo la profesora sonriente.

-Buonanotte –dijeron todos al unísono.

-Buonanotte  -dijo ella mientras que veía cómo subían en los múltiples ascensores.
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