Varios días habían pasado desde que los chicos llegaron a las islas privadas del padre de Carlo. Pese a la bravura del mar y las terribles tormentas que tanto miedo le daban a Elisabetta y que tan bien aprovecharon Sora y Joahnes para seguir disfrutando el uno del otro, consiguieron llegar sin un rasguño a su destino. Pronto los chicos se acomodaron y empezaron a disfrutar de la aventura, por fin lejos de la constante visión de sus padres, aunque bien es verdad que Paulino les echaba un ojo de vez en cuando, intentando pasar inadvertido ante ellos.
Disponían de un campo de fútbol en el que los miembros del equipo Orfeo practicaban de vez en cuando. Joahnes se vio sorprendido cuando Marc, Step, Salva y, por supuesto, la capitana, le pidieron que se uniese al equipo en el próximo curso. Al principio Joe se mostró reticente puesto que se debía al taekwondo, además de que el fútbol tampoco le apasionaba, por lo menos, verlo le aburría bastante, como ya le dijo a Momo en su día. Sin embargo, a la japonesa le pareció una idea estupenda e insistió mucho para tratar de conseguir que el portugués aceptase, ¡ya verían la forma de compaginar ambos deportes! Finalmente, ante las peticiones constantes y a veces cansinas de sus amigos y las caras de Momo a las que bien sabía que no podía resistirse, aceptó. Así fue como Joahnes comenzó a entrenar con el resto del equipo, como centrocampista. Al cabo de los entrenamientos, tuvo que admitir que le agradaba jugar junto a sus amigos, además estos reconocieron enseguida que el nuevo fichaje prometía mucho, pues se movía con más gracia que el propio Stephano, y eso que Step había nacido para hacer virguerías con el balón.
Sin embargo, la mayor sorpresa que los chicos se llevaron durante esos días fue ver a Valen y Mariana con el uniforme del equipo y unas extrañas miradas de determinación. Las dos chicas irrumpieron en el campo y se plantaron delante de los demás, con los brazos en jarras, listas para impresionarlos un poco. La sorpresa fue tal que ni siquiera Marco pudo parar a Valen, que se movía ligera por el campo en posesión del esférico. Bien es verdad que los cangrejos y las gaviotas se ponían siempre en medio, dificultando los movimientos de los demás, y dejando vía libre a Valentina, ¡Eso significaba tener a todo el reino animal de tu parte! Mariana, por su parte, hacía lo propio, calculaba con precisión matemática, confiando en la ciencia y no en la naturaleza, mientras burlaba a un sonrojado Carl, al prometedor e inexperto Joe y a una extrañada pero divertida Eli. Consiguieron marcar unos cuantos goles, aprovechando el factor sorpresa y el despiste del portero. Mariana y Valen sudaron la gota gorda, pero les enseñaron a los chicos una valiosa lección: nunca te fíes de una dama. Es verdad que se lo enseñaba siempre, pero su candidez e inocencia, además de que ellos la veían muchas veces como a uno más, no lograba surtir el mismo efecto. En resumidas cuentas, las chicas se hicieron con el campo y el balón en un abrir y cerrar de ojos.