lunes, 19 de diciembre de 2011

"3 países, 9 vidas" <> CAPÍTULO 4

Hola!!!!
Por fin os traemos el capi 4!!!! xD
Lo sentimos -_- (lo siento, yo Helena, mía culpa xP)
Seguramente no publicaremos otro capítulo hasta después de las fiestas...
NAVIDAD!!! KURISMAS!!! CRHISTMAS!!!
Qué ilusión!!! *0* <3 :3 c:
Eso sí, publicaremos un artículo relacionado con la Navidad el 25 de diciembre para celebrar y felicitar las felices fiestas :D
Ahora a leer!! Espero que os guste mucho!! 
Ah, y al final tendréis la canción que se corresponde con la letra que aparecerá en el capi... Cortesía de Isa y de la bella Italia x)
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Se metió en el baño cantando las primeras frases de la canción. Después de despejarse, prepararse y haber cantado a pleno pulmón otras canciones de ONE OK ROCK, salió vestida con unos pantalones vaqueros ajustados, unas Coverse negras, una camiseta negra con una mariposa blanca dibujada en ella y una cazadora gris oscura. Llevaba puestos unos pendientes plateados con forma circular (aunque no se le iban a notar mucho con su pelo ondulado) y una pulsera en el brazo izquierdo; se había dado un poco de gloss de labios transparente y se había echado un poco de sombra en los ojos para resaltarlos. Cero coloretes, cero rímel. Mejor tirar por lo sencillo. Se miró en el espejo y decidió que estaba lista para dar lo mejor de sí misma aquel día. Preparada al 100%. Apagó la cadena de música, cogió su mochila y salió disparada hacia la cocina.

Como siempre, allí estaba su madre preparando el desayuno. Se iba a trabajar media hora después de que ellas se fueran a instituto.

-Ohio oka-san –dijo dándole un beso en la mejilla.

-Ohio –la miró de arriba abajo- ¿A qué se debe que la señorita vista hoy tan linda? –le preguntó con voz entre curiosa y divertida. 

Sora sabía lo que quería saber su madre, pero no lo iba a decir. Solo se ruborizó un poco.

-Por nada, solamente quería estrenar esta camiseta –dijo señalándola. Su madre le puso el desayuno en la mesa.

-¿A sí? ¿Y por qué? –dijo poniendo los brazos en la mesa y apoyando la cabeza sobre las manos.

 Parecía una niña pequeña dispuesta a escuchar lo que quisiera que dijese. Sora frunció el ceño mientras masticaba. Su madre era muy molesta cuando hacía eso. Y la cosa empeoraba más mientras aumentaba el color rojo de sus mejillas. Menos malo que no se había echado coloretes.

-Bueno, mamá, ¿tú no te pones una camiseta nueva cuando quieres estrenarla? –dijo molesta. Su madre la miró fijamente a los ojos y después se enfurruñó. Lo había conseguido.

-Vale, vale, tú ganas… Pero que sepas que no me engañaras tan fácilmente –dijo mientras le daba un pequeño beso en la frente. Sora le sonrió agradecida. Se sentó enfrente de su hija y miró hacia el reloj que había en una de las encimeras.- Ugh… Esta niña, ¿qué pasa? ¿Nunca se va a levantar temprano? –murmuró Junko con el ceño fruncido mientras se metía un trozo de fruta en la boca. 

Sora se rió por lo bajo. Su hermana siempre tenía que hacerlas esperar. Junko suspiró.

  • Momo, ¿sabes qué? Ayer la madre de Joahnes, Anne, vino al hospital –cuando escuchó su nombre, casi se atraganta con un trozo de mandarina. 

Hubiera sido un final un tanto cómico, la verdad. Cuando se recompuso miró a su madre, quien la miraba expectante. Sonrió nerviosamente.

-¿Y para qué? –dijo limpiándose con la servilleta.

-Para recoger unos papeles de oficio, ¡vamos a ser compañeras! –dijo felizmente su madre.

Junko era médico especializada, graduada en una de las más prestigiosas universidades de Japón y del mundo. Al mudarse, le dieron inmediatamente el puesto. No todos los días tienes a la que podría ser uno de los mejore médicos del mundo en tu hospital.

-¿En serio? ¡Qué guay! –eso le interesaba. Sus padres se llevaban genial con los padres de Joe, pero eso de que trabajasen juntos era aún todavía mejor.

-¿Verdad que sí? Y para celebrarlo hemos decidido salir a comer con nuestras familias esta mediodía –otra oportunidad de muerte. 

Esta vez con un trozo de melocotón; hubiera sido una muerte completamente irónica: Momo muerta por culpa de un trozo de “momo”.

-¿En serio? ¿Todos juntos? –dije con la voz un poco ronca por el atragantamiento. La mayor la miraba con ojos preocupados.

-Eso es lo que ha dicho, ¿o acaso estás sorda, onee-chan? –dijo con tono de burla Hina mientras entraba por la puerta de la cocina. Momo le sacó la lengua e Hina le devolvió el gesto.- ¡Ohio gosaimasu, oka-san! –gritó abalanzándose sobre ella y dándole un beso.

-Ohio… -dijo Junko con los ojos en blanco. Era igualita a su padre.- ¿Por qué has tardado tanto, eh? –dijo apartándola.

-Jo, mamá, no hace falta ponerse así, jolines –dijo sentándose y empezando a desayunar- He tardado porque tenía que preparar algunas cosas para el club de periodismo, nada más –dijo con aires de superioridad. ¡Ja! Que se cree esta niña… ¡Sin el club de literatura el club de periodismo no hubiera existido! ¡Niña repelente!

-¿Qué tal han amanecido mis tres mujeres de la casa? –llegó Taro sonriente atándose la corbata del traje. Le dio un leve beso en los labios a su esposa y rodeó con los brazos a sus dos hijas.- ¿Ya os habéis enterado de los planes de hoy? –preguntó.

-Hai –dijeron las hermanas. Su padre sonrió y dijo:

-¡Pues muy bien! ¡Os veré ésta mediodía! –dijo bebiéndose rápidamente el café.

-¿Ya te vas? ¿No desayunas con nosotras? –dijo cogiéndole la taza a su marido.

-No puedo. Tengo que llegar temprano al despacho para empezar a trabajar con las minutas, lo siento cariño –dijo mientras se ponía la chaqueta.

Taro era abogado profesional, uno de los mejores en su oficio, graduado en la universidad de Cambridge, en USA. De momento, que no supiera nadie, no había perdido ni un solo juicio.

-Pues que te vaya bien otou-san –dijo Momo despidiéndose de él con una mano y una sonrisa.

-Gracias, preciosa –le dijo mirándola de arriba abajo y guiñándole un ojo. Escuchó las risitas de su madre y su hermana. Por lo visto, nadie iba a dejarla en paz con su pensamiento de ir arreglada aquella mañana. Cuando su padre se fue, 10 minutos más tarde las dos hijas de la familia Mizuky salían por la misma puerta para dirigirse al instituto, no sin antes coger un paraguas… Iba a ser un día pasado por aguas.

+.-o-.+

Salva corría hacia el instituto rápido como una flecha, puesto que eran las 08:20 y solo llevaba recorrida la primera parte del camino. Estaba lloviendo a cántaros y encima no tenía paraguas. Se le estaban mojando todos los papeles que horas más tarde tendría que presentar en jefatura de estudios. Corría por la calle cuando vio a Eli corriendo también y la llamó.

-¡¡Ciao!! –gritó Salva en medio de la lluvia.

Entonces Eli se giró y vio a su amigo totalmente calado y con cara de perro abandonado:

-Per favore… Potresti darmi un ombrello? –dijo intentando cubrir unos papeles que se le estaban escapando de la carpeta.

Entonces Eli se acercó a Salva y le arropó con su paraguas. Éste, al ver como Eli se acercaba tanto a él, no pudo evitar que se le resbalasen los papeles de sus manos, y justo al barro… ¿Por qué no? Eli se apresuró a recogerlos antes de que quedaran peor, si podían estarlo aún más. Vio que Salva también se agachaba susurrando algo incomprensible. Verlo allí y las gotas de lluvia recorriendo su detallada cara, hicieron recordarle aquella vez que fue a buscarle después de ganar un partido. Empezó a ponerse nerviosa y sin pensarlo le preguntó:

-Salva… ¿Por qué siempre que estoy cerca de ti se te acaban cayendo los papeles? –Salva se detuvo un momento, mirando hacia los papeles empapados que tenía en las manos, serio. Después le miró con una sonrisa.

-Je, je, je… -se rió Salva nervioso– Creo que es por… Bueno…. No sabría explicártelo, je, je, je… -Eli decidió que no sería bueno estar más tiempo bajo la lluvia y se levantó.

-Ya me lo explicarás cuando lo tengas claro. Avanti! –dijo Eli guiñándole un ojo. Él la miró desde abajo y se sonrojó por la vergüenza de no poder expresarse bien. Se levantó rápidamente, se aproximó un poco más a Eli para no mojarse y para aprovechar, claro está.

-Avanti! –dijo Salva y empezaron a andar y a conversar.

-Por cierto… ¿sabes que hoy voy a cenar a tu casa? –dijo Salva en un tono como si no fuera la cosa con él. A veces era bueno hacerse el desinteresado.- “Seguro que esta noche se lo puedo decir” –pensó entusiasmado.

-¡Sí! –exclamó Eli. Por lo general, las veladas junto a la familia Cardanni, habían sido siempre muy divertidas y tranquilas. Eli se lo pasaba muy bien con Salva.

-Bien… -al percatarse de la ilusión de su amiga, su “yo” interior pegó un salto de alegría.

-¡Ah! Mira, esos son Joe y Momo –dijo Eli señalando a dos adolescentes que iban hablando y riéndose, mientras que una de ellos iba algunos pasos por delante. Eli sonrió al acordarse del otro día en el que ocurrió la misma situación.

-Ah… –dijo Salva sin mucho entusiasmo- ”Si le pensaba decir algo ya no puedo… Tendré que esperar” -pensó Salva.

-¡Hola! –dijo Joe.

-¡Ciao! –dijo Eli.

-¡Ciao! –dijo Salva con cara de “¿por qué cuando estoy a punto de conseguirlo llega alguien?”

-¡Konichiwa! –dijo Momo. Y después miró a Eli y le dijo-: Hoy nos dan la nota del examen de física…¡Qué miedo!

-¡Es verdad! –dijo Eli con los ojos muy abiertos– ¡Mierda! –gritó Eli– Seguro que suspendo… –matizó.

-¿Y quién no? –preguntó disgustado Salva.

-Bueno… ¿Seguimos? Es que se nos está haciendo un pelín tarde –dijo Joe con un humor nada parecido al de sus compañeros. 

Parecía como le hubieran dicho que está en la lista de los mejores becados. Todos le miraron intensamente, intentando saber el porqué de aquel ánimo. Él se dio la vuelta y les devolvió la mirada. Levantó una ceja, como si estuviera preguntándoles que estaban haciendo.

Momo se fijó en su gesto y se quedó embobada. Parecía un modelo que estaba posando para una foto de primera portada: vaqueros ajustados, combinados con una camiseta básica blanca que se le entreveía por el abrigo de pana beige; unos botines color marrón Mustangs y paraguas negro. No parecía un estudiante.

Joe se fijó también en cómo vestía ese día Momo. Toda ella representaba al invierno de una forma diferente, extrovertida: colores oscuros, tema primaveral. En resumen: combinación que poca gente sabía llevar puesto con el estilo que lo llevaba ella. Mirándola bajo la lluvia parecía un bello retrato realizado por algún artista entusiasmado por la belleza de las mujeres y el entorno que las envuelve.

Salva y Eli observaron el intercambio de miradas entre Joe y Momo, y se miraron extrañados. Pero enseguida comprendieron y los dos se miraron y sonrieron, cómplices de lo que más adelante podría ser una bonita historia. Salva iba a aprovechar el momento para coger de la mano a Eli, pero ella se llevó esa manó a la boca para transmitir un carraspeo y decir:

-Ejem… ¿Seguimos? –dijo mientras Joe y Momo salían de su trance y se encontraban con su encantadora sonrisa. Mientras, Salvatore se preguntaba si tendría alguna maldición encima que no le permitiera tocar o ni siquiera confesársele a Eli.

 Y comenzaron de nuevo a andar. Esta vez, Eli y Momo hablaban juntas y Joe y Salva, quien se había cambiado al paraguas de Joe, hablaban de cómo poder arreglar los documentos que se le habían caído a Salva.

Llegaron al instituto y entraron a su clase, donde todos sus otros amigos ya habían llegado. Minutos más tarde entró el profesor de física, les ordenó sentarse y comenzó a hablar:

-Bien… He de daros las notas de los exámenes, que por cierto han sido un desastre… -dijo ojeando los exámenes- A ver, empecemos -dijo el señor Ventto.

-Albani, un 2.

-Armandas, felicidades, un 10, muy buen trabajo. Como se debería de esperar del presidente del club de física –todo el mundo empezó a murmurar admirados. 

Joe sonreía un poco cohibido, sintiendo las miradas de todos sus amigos. Sintió que alguien le tocaba suavemente el hombro y se dio la vuelta:

-¿Te lo tenías bien escondido, eh? –dijo sonriente Momo.

-Eh… Bueno, no sabía que iba a sacar tan buena nota en el examen y por eso… y bueno, sobre lo del presidente del club de física… -no sabía lo que decía o no sabía cómo decirlo. 

Con el descubrimiento de aquellos sentimientos hacia su compañera de intercambio se le había hecho más difícil hablar con ella. Se fijó en que Momo se reía.

-No te preocupes. Se venía venir, ya que no decías nada cuando hablábamos sobre el examen –paró de reírse y le miró a los ojos. Se acercó un poco más a él y le susurró:- Espero que nos veamos en las reuniones de presidentes de los clubes: yo dirijo el club de literatura –le guiñó un ojo y volvió a sentarse bien. Joe se quedó de piedra: presidenta del club de literatura. Increíble. Le miró, sonrió y se dio la vuelta.

El profesor seguía con las notas:

-Armagi… un -8 –el profesor le miró con una ceja levantada como diciendo: “Ni si quiera has acertado en la fecha”.

-Nooo, profe, va. Pero, pero… ¡Venga ya! –dijo frustrado. Ante esta reacción, ya frecuente, la gente empezó a reírse por lo bajo.

-Cardanni, un 2’8… Vamos subiendo, vamos subiendo –dijo en tono de reprimenda a lo que Salva le contestó con una cara pasmada.

-Di Angelo, un 3’4… ¿Qué te ha pasado, eh? ¿Capitana? ¿Se te ha escapado el balón? –dijo divertido. Eli era una de las buenas en su clase, pero un mal día lo tenía cualquiera. Eli sonrió nerviosa. 

Escuchó a alguien llamándola: Momo. Tenía en sus manos un papel que decía, “DON´T WORRY, BE HAPPY”. A Eli le entró la risa y a Momo también, se rieron juntas bajito. Eli le dio las gracias a Momo en silencio, ella le contestó con un pulgar hacia arriba. Para aquellos momentos hacía falta una amiga como ella.

-Di Caprio, un 3.

-Mizuky, un 3’4… No pasa nada. Como sé que acabas de llegar no lo tendré muy en cuenta, tranquila –le dijo amable el profesor.

-Gracias –dijo un poco atónita Momo. Si hubiera podido hubiera gritado: “¡Has salvado mi reputación! ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias!” 

Alguien le tiró un papelito y se dio la vuelta: Eli. Tenía un papel igual que el suyo (pero un poco más arrugado) en el que ponía, “¡FÍJATE QUE HASTA NOS PARECEMOS EN LAS NOTAS Y TODO! LO BUENO ES QUE ERES LA NUEVA :D ¡ÁNIMO, AMIGA!” Momo le sopló un beso y le dio las gracias tal y como lo había hecho antes Eli. En cuanto se dio la vuelta llamó a Joe. El se dio la vuelta e iba a decirle algo seguramente sobre la nota que había sacado pero ella se le adelantó:

-Eh, rey de la física, ¿podrías enseñarle a la reina de las letras un poco sobre conversiones? –le dijo susurrando divertida. Joe sonrió. Le iba a preguntar si necesitaba ayuda con la física pero ella se lo tenía ya pensado. Eso le hizo feliz.

-Claro, ¿qué te parece si quedamos la semana que viene? –le dijo inclinando la silla hacia atrás y, por lo tanto, acercándole más a ella. Momo ni siquiera se movió un milímetro, se sentía bien cuando estaba cerca de él.

-Me parece muy bien –dijo entre contenta y un poco coqueta. 

Le hacía sentir diferente, lo que no hacía sino, confirmar lo que le estuvo rondando por la cabeza esa mañana: se había enamorado por primera vez a primera vista. En ese momento lo sentía. Sentía que si movía solamente un poco su cabeza besaría a Joe. Pero se detuvo al ver como Joe se disponía a hacer lo que ella estaba pensando: iba a besarle ¡A ELLA! Fue cerrando sus ojos para ese momento tan especial y…

-Oye, Joe, tío, ¿podrías ayudarme algún día para estudiar física? Es que, ya has visto la nota que he sacado y por eso… -Salva dijo preocupado a su amigo.

 Al ver que Joe no le contestaba, se dio un poco más la vuelta y vio que su amigo estaba dado la vuelta, Momo le miraba sonrojada con ojos de sorpresa y a Eli haciéndole señas de que parara. Puso cara de desentendimiento, pero cuando volvió a mirar la cara de vergüenza de Momo y la posición en la que estaba Joe (que por cierto ya se había girado a mirar a Salva con ojos asesinos como diciendo, “Cómo has osado interrumpir este momento… Prepárate para el final”), finalmente comprendió- “La he cagado, la he cagado” Lo siento, ¿he interrumpido algo? –vio que Eli se tapaba la cara con una mano- “Ups, la he cagado aún más”.

Joe suspiró, volvió a sentarse correctamente y miró a Salva, quién tenía cara de culpabilidad. Se revolvió el pelo y sonrió.

-No te preocupes. Sólo estábamos hablando –ante lo dicho Salva levantó la mirada un poco descolocado.- Y claro que te puedo ayudar, pero tendrá que ser algunos días un rato en el recreo, ¿vale? Es que ya he hecho planes para la semana que viene –dijo amablemente mientras miraba de reojo a su compañera de atrás, quién estaba más roja que un tomate.

-¡Gracias, Joe! –dijo feliz Salva que ya se había olvidado su metedura de pata. No por nada, sus notas seguro que mejoraban con la ayuda de Joe.

Joe asintió con la cabeza. Bueno, si era para el bien de su amigo también lo haría, sin duda alguna. Mientras Eli, que había visto y casi oído la escena, movió la cabeza de un lado a otro, sonriente a sabiendas de que Salvatore era un caso perdido.

-Puchinni, un 3 –el profesor se ajustó bien las gafas y volvió a mirar la nota con el ceño fruncido, con el folio aún más cerca para ver si se había equivocado de nota. Finalmente, miró a Carl con cara de expectación.

-¡¿Qué?! Pero, ¡pero si me salió genial! –dijo boquiabierto. Era uno de los mejores en física, no podía haber sacado un suspenso. Y encima 3 décimas menos que la japonesa- “NOOOOOOOOOOOOO” –pensó en su fuero interno.

-Bueno, pues tu examen dice lo contrario. No hay más que hablar –dijo pasando de examen. La gente le miraba de reojo y sonriendo, riéndose bajito. 

-Raffaello, muy mal, un -9… ¿Qué pasa? ¿Ahora también tengo que dar clases de ortografía? No sabes ni poner bien tu apellido, criaturilla –dijo chasqueando la lengua.

-Tortellini, un 3…

Diez minutos después de seguir con las penosas notas:

-Ya os podéis iros y cuidadito con las not…-ya se iban todos cuando el profesor se quedó en blanco y gritó con todas sus fuerzas:-¡¿DÓNDE ESTÁ MI MATRAZ DE FONDO REDONDO?!
Todos se quedaron en silencio mirando muy flipados al profesor con cara de alucinación y de no entender nada de lo que estaba diciendo.  Justo en aquel momento Raffaello preguntó:

-¿Me puedo ir? Es que he quedado con mi novia p…

-¡DE AQUÍ NO SE VA NADIE HASTA QUE NO SALGA MI MATRAZ! –gritó volviéndose hacia la clase, rojo de ira. Todos retrocedieron un paso hacia atrás, horrorizados. El único que se atrevió a dar un pequeño paso fue Salva y dijo:

-Pero profesor… –dijo Salva.

-¡Cállate Cardanni! –le espetó señalándole con un dedo el profesor Ventto– Que para un  2’8 que has sacado… ¡Ya te vale! –dijo dándose la vuelta y sentándose con los brazos cruzados en su sillón- Hasta que no aparezca mi matraz…¡Nada de nada! –todos se fuero situando en distintos sitios de la clase para intentar pasar como fuera aquel recreo desperdiciado. Carl se acercó altanero a Momo y le dijo:

-Mira, mira, mira… Un 3´4, ¿y tú eras la lista? –dijo medio riéndose delante de Momo. Joe, que estaba a su lado, le miró con reproche y se adelantó un poco para aclararle algunas cosas pero Sora le detuvo cogiéndole de la camisa, mientras que miraba entre seria y perversa a Carl.

-Mira tú por dónde… ¡Un 3!, ¿y tú eras el listo de clase? –dijo cruzándose de brazos y sonriendo. Joe se tapaba la boca con una mano para que no se le escapara la risa. Carl bufó y se fue a una esquina de la clase. Joe y Sora se miraron y se rieron.

Pues nada, ahí se quedaron en clase, esperando a que apareciese el maldito matraz del profesor que algún imbécil había cogido y que no decía nada. Así que solo podían esperar a que el culpable entregase el maldito matraz o si no, no saldrían al recreo nunca. Aquella situación era totalmente desesperante. Carl lloraba por haber sacado un 3 y por haber perdido contra Momo, Valen hablaba con unos chicas, Step jugaba con los aparatos del laboratorio mientras miraba a la salida con ansia de libertad; Joe repasaba feliz su examen mientras hablaba con Momo (con un montón de miradas celosas por parte de los chicos y de las chicas) del suyo, Lora coqueteaba con unos chicos en un rincón, Marco estaba apoyado en una pared con los ojos cerrados pensando en… lo que sea (con tal de estar haciendo algo), Salva, que no podía estar encerrado más tiempo allí empezó a buscar culpables y Eli simplemente se sentó en una mesa del laboratorio y se quedó dormida. Salva, al ver como ella  dormía no pudo evitar dejar de buscar culpables (ya que nadie de la clase parecía ser culpable), sentarse a su lado y quedarse también dormido junto a ella.

Pasó la hora del recreo y el profesor Ventto anunció lo siguiente:

-¡COMO NO APAREZCA MI MATRAZ DE FONDO REDONDO, NO VAÍS A VOLVER A VER LA SUCIEDAD DEL RECREO EN LO QUE QUEDA DE CURSO! ¡AH! ¡Y EL MARTES EXAMEN!… Pero si alguien lo dejase en su sitio nadie resultaría perjudicado y todo el mundo feliz. Pero ojo como aparezca el matraz roto… y como me entere de quién ha sido me lo cargo. Capito?. –dijo el señor Ventto apoyando las manos en la mesa y mirando a todos sus alumnos. Vio que Eli y Salva estaban dormidos y eso hizo que aumentase su ira– ¡DI ANGELO, CARDANNI! ¡Arriba! –dio un golpe en la mesa que hizo que se levantaran desconcertados y sobresaltados.

 Eli se fijó en la cara de pocos amigos que tenía el profesor y después en la cara de preocupación que tenían sus amigos que la miraban. Después sintió un movimiento a su lado y se giró para ver la cara nerviosa de Salva, que la tenía achatada y los ojos brillantes del anterior rato de sueño. Estaba tan lindo… Pero, ¿en qué estaba pensando? Hizo un movimiento de cabeza que advirtió la atención de Salva. Eli se le quedó mirando se quedó mirando con cara de, “¿qué hacías tu a mi lado?”. Salva se dio cuenta de la sorpresa de su amiga y lo único que hizo fue reírse como un tontito mientras se ponía rojo como un tomate y Eli lo miraba con cara de desconcierto, más por lo que había estado pensando que por encontrárselo a su lado. Mientras, el profesor Ventto viendo la escena, resopló enfadado captando la atención de la clase.

-¡Bueno estáis avisados! –dijo recogiendo sus cosas. Cuando se dirigía a la salida de la clase murmuró-: Le comentaré este incidente a Vitorio… -cuando se marchó, todo el mundo se quedó unos instantes en silencio. Luego se miraron, desconfiados, entre todos y Gianluca dijo:

-Joder, y todo esto por una mierda cacharro –dijo Gianluca dándole una patada a la pata de una silla.

-¡EXAMEN EL MARTES! –gritó cabreado Ventto desde el pasillo. Todo el mundo se quedó estático y Gianluca puso la silla a la que le había dado la patada en su sitio cuidadosamente. De repente, Ventto asomó la cabeza por la puerta y toda la clase gritó del susto; algunas personas se abrazaron y otras se escondieron– Y tú, Gianluca, estás castigado –remató yéndose de la clase. Todo el mundo, tal y como estaban, giraron la cabeza para mirar a Gianluca, quién estaba con la boca abierta. Si las miradas mataran, Gianluca estaría ya criando malvas.

-Pues sí que lo has arreglado, tío –dijo Marco levantándose de una mesa. Había estado en silencio todo el tiempo y había sido el único que no se había asustado.

-¡Bah! –dijo Gianluca con el ceño fruncido.

Ya se habían acabado las clases y nuestros amigos volvían a casa. Cuando Joe empezó a hablar:

-¿Quién tendrá el matraz del profe? –dijo distraído.

-Seguro que la persona que menos esperamos… –remató Momo. Aquel comentario hizo que se miraran unos a otros.

-Sí, seguro… –dijo serio Salva.

-Y vosotros… ¿Qué siesta te os habéis pegado, eh? –dijo Momo mirando a Eli y a Salva, que iban a la retaguardia.

-¿Eh? Ah sí, claro -dijo Salva recordando aquel feliz momento junto a Eli.

-Y por cierto… -dijo Eli mirando a Salva- ¿Qué hacías tú durmiendo a mi lado?

-Es que yo, yo…. tenía mucho sueño y cómo te vi dormida pues… ¡Te fui a hacer compañía! –dijo estirando los brazos delante de Eli.

Al oír esto, todos menos Eli y Salva empezaron a reírse mirando a la extraña pareja. Eli no comprendía muy bien aquella reacción de sus amigos así que les miraba muy extrañada, y Salva se ruborizaba lentamente ante las risas de sus amigos.

-¡Bueno! Ya vale, ¿no? –dijo Salva un poco molesto ya de la risa de sus amigos. Los miró con una ceja levantada y los brazos cruzados. Eli se fijó en que en algunos momentos Salva imponía.

-Jjpfpf… Vale, vale ya paramos tranquilo, jjmn –dijo Joe recomponiéndose.

Después de esto todos se fueron a sus respectivas casas despidiéndose de sus amigos y deseándoles un buen fin de semana.

Eli, Salva y Lenna acababan de llegar a la mansión de los Di Angelo cuando Eli empezó a hablar.

-Salva,  que no se te olvide que está noche venís a cenar, ¿ok?

-Sí, por supuesto –dijo Salva sonriente- “Como iba a olvidarlo il mio amore” –pensó Salva.

-Ciao, nos vemos esta noche… –dijo Eli distraída con sus pensamientos.

-Ciao –contestó él mirándola un poco extrañado por el comportamiento de Eli.

+.-o-.+

Momo, Hina y Joe andaban en dirección a sus casas cuando Momo miró a Joe lentamente a los ojos y luego dijo:

-Seguramente ya sabes que vamos a comer todos juntos, ¿no? -dijo nerviosa Momo mirándole de reojo. Como siempre, Hina los había adelantado unos metros para dejarles a solas.

-¡Claro! Me lo han comentado esta mañana mis padres –dijo feliz Joe.

-Eh… Después de terminar, ¿podemos volver a casa? Es que me da cosa no cambiarme, jejeje –dijo Momo.

-No hay problema. Eso es lo que te iba a preguntar, siempre me adelantas –dijo riéndose y haciendo que Momo se sonrojara.

-Supongo que el restaurante estará cerca… La verdad es que no me han dicho cómo se llama…

-¡Momo, Joe! ¡He encontrado el restaurante! –gritó Hina delante de un edificio pintado de verde y con un cartel con su nombre.

 En unos minutos llegaron al Luigi’s, el mejor restaurante Italiano de la ciudad. Entraron en el abarrotado lugar y vieron en una mesa a Taro y a José riéndose, mientras que Junko y Anne hablaban tranquilamente. Los padres, que dejaron de reírse, vieron que sus hijos ya estaban dentro de la estancia y les hicieron señas para que se unieran a ellos.

-¡Hola, chicos! –dijo Taro.

-Sentaros por aquí –dijo José.

Momo, Hina y Joe saludaron cortésmente y luego tomaron asiento junto al resto de las dos familias.

-Bueno, ¿qué tal en el colegio? –preguntó Junko.

-Muy bien… –dijo Joe no muy convencido mientras miraba la cara de tristeza que estaba poniendo Sora.

-¿Os han dado las notas de física? –preguntó Anne.

-Esto… Si… -dijo Momo a media voz.

-¡HA SACADO UN 3’4! –dijo malévolamente Hina quién se ganó una patada por debajo de la mesa de parte de su hermana mayor y la mirada asesina de Joe.

-¿Un 3´4? No pasa nada cariño. Acabas de empezar las clases –dijo Junko sonriéndole tiernamente mientras que partía un poco del bollo de pan que tenía en la mano.

-Por supuesto. Un resbalón lo tiene cualquiera, además de que tu madre y yo sabemos que puedes mejorar –dijo sonriente Taro. Después miró un poco más serio a Hina y le dijo-: Hina, la próxima vez deja que sea tu hermana quién nos diga sus notas, ¿de acuerdo? No hace falta que te tomes tan en serio el trabajo de periodista –dijo de nuevo divertido mientras todos los de la mesa sonreían.

-Sí… -dijo fastidiada Hina.

-Gracias –dijo Sora mirando feliz a sus padres.

Joe se fijó en lo unida que era aquella familia. Eran felices de verdad, igual que él. Miró a sus padres y les sonrió. Su madre le acarició la mejilla con el reverso de la mano y su padre le guiñó un ojo. Sí… muy feliz.

-Bueno, ¿qué queréis comer? -preguntó José rompiendo el hielo.

-Yo una pizza de mozzarella -dijo Joe.

-Y yo unos canelones de verdura con queso parmesano –dijo Momo.

-Y yo unos macarrones a la carbonara –dijo Hina que ya había recuperado su ánimo.

-Ok –dijo Taro dando las indicaciones al camarero.

Comieron tranquilamente mientras hablaban del colegio y de algunas otras cosas como la nueva vida en Italia. Después de la comida estuvieron dando un paseo y luego, antes de volver a casa se fueron  a un parque cercano, en el que había varias personas jugando al beisbol. Taro, al ver a los niños jugando cogió a José y a Joe del brazo y los arrastró al campo con él. Estuvieron jugando mucho rato e hicieron muchos home run. Taro que había dado un gran impacto a la bola dijo:

-Cariño –dijo Taro mirando a su mujer, que estaba sentada junto con Anne, Momo e Hina en un banco– Mira que gol acabo de marcar, ¿a qué te has vuelto a enamorar de mí? –dijo feliz, como si hubiera vuelto a ser un niño pequeño.

-Sí, cariño, sí –dijo Junko poniendo los ojos en blanco y sonriendo.

Después de aquello, Joe apuntó un home run y entonces Taro preguntó con tono burlón:

-Sora, ¿a qué te has enamorado más de él?

-Sí -contestó Momo sin pensar en lo que decía. Al acabar de decirlo se tapó la boca con gesto sorprendido.

Todos se quedaron mirando a Momo muy asombrados como si acabase de decir algo que no esperaban oír. Joe, esperaba de verdad, pero realmente de verdad, que lo que había salido de la boca de Momo fuera verdad. Sentía como si su corazón se fuera a salirse de su pecho en cualquier momento. La chica, al darse cuenta de que Joe le estaba mirando, se ruborizó completamente mientras que Hina los miraba alternativamente a ambos sin perder ni un mínimo detalle.

Después de lo sucedido regresaron a sus casas en completo silencio, si no fuera por los intentos fallidos de las madres por derrumbar aquella rara atmósfera. Todos decidieron no darle tanta importancia al asunto y despedirse como si no hubiera sucedido nada. Joe y Momo se despidieron, tímidos, el uno del otro y quedaron en que dentro de una hora Joe iría a por ella.

Cuando la familia Mizuky entró en la casa, Taro empezó a reírse.

-¡Lo sabía, lo sabía! ¡Se notaba a kilómetros! Pero la verdad es que no sabía que ibas a caer tan fácilmente en mi pregunta… -dijo pensativo. Momo le miraba con una ceja levantada mientras que Hina y Junko pensaban que no había nada que hacer con él.

-Cariño, deberías irte a cambiar ya si no quieres perder el tiempo –dijo Junko empujando suavemente a Momo hacia las escaleras. Mientras su padre seguía discutiendo con él mismo sobre la situación e Hina le seguía mirando con una gotita que le resbalaba por la cabeza- Tranquila, me encargaré de tu padre –dijo guiñándole un ojo. Cuando se dio la vuelta ya no había nadie, solamente sonó un portazo, indicando que nadie molestara.

                     +.-o-.+

Ya era casi la hora de la cena. Eli buscaba en su armario algo que ponerse para la ocasión, pero tenía todo el armario lleno de sudaderas, pantalones vaqueros, camisetas deportivas y chándales del equipo de fútbol del instituto. Al final sacó su sudadera favorita, con la bandera Italiana en el centro, junto con un vaquero y unas deportivas blancas.

Cuando acabó de prepararse, su madre, Rosetta, entró en la habitación de su hija mirándola de arriba abajo y después frunció el ceño levemente y dijo:

-Cámbiate ahora mismo, tengo un vestido muy bonito para ti.

-Mamá… ¿un vestido? –preguntó Eli extrañada.

-Sí –espetó Rosetta–Tienes que ser más femenina, y esta es una buena ocasión. Te traigo el vestido en un momento… Cuando vuelva quiero que estés sin las zapatillas deportivas puestas, ¿entendido?

-Pero mamá –dijo Eli con cara de fastidio– Ese no es mi estilo –dijo intentando pararla.

-Io lo so –dijo Rosetta parándose en el marco de la puerta y sonriendo a su hija- Pero por una vez no pasa nada, además es una cena formal, ya te lo he dicho.

-Está bien –dijo Eli haciendo ademán de quitarse la sudadera.

                      +.-o-.+

Eli se estaba acabando de preparar cuando oyó el timbre desde su habitación.  Mientras, Lenna, miraba por la ventana ansiosa como Salva y sus padres entraban en la gran mansión. Eli bajó a recibir a los invitados. Salva al ver a su amiga se puso nervioso y luego empezó a mirarla extrañado por aquel vestido que llevaba, sin poder evitar quedarse mirándola con cara de empanado… No estaba acostumbrado a verla vestida así, pero cuando lo hacía daba gracias a Dios por tener una buena vista. Estaba preciosa.

“Está tan guapa, me encanta ese escote que tiene… Me pone a cien” –pensó Salva poniendo cara de pervertido. Cuando se dio cuenta de lo que estaba pensando movió la cabeza de un lado a otro para deshacerse de aquellos pensamientos tan obscenos- “Pero, ¿cómo puedo estar pensando así de Eli? ¡Ni que estuviéramos saliendo! ¡Ya me gustaría a mí!” –siguió con su lucha interna hasta que escuchó la voz del padre de Eli.  

-Buonanotte a tutti –dijo Francesco saludando a sus invitados.

-Buonanotte a ti también –dijo el señor Cardanni.

-Bueno, vamos a cenar –dijo sonriente Rosetta.

-Sí –dijo la señora Cardanni comenzando a hablar con la madre de Eli.

Estuvieron cenando tranquilamente unas lasañas que había preparado Rosetta. Los padres hablaban de política y de cosas del trabajo mientras Salva miraba a Eli con mucha intensidad y ella respondía a sus miradas con una amplia sonrisa. Lenna iba a puntando todo lo que veía y oía en una libretita que había llevado consigo aquella noche. Después de aquella agradable cena, Eli, subió a su habitación seguida por Salvatore. En aquel momento Salva llamó a la puerta.

-¿Puedo pasar? –preguntó el muchacho a media voz.

-Sí –contestó desde la habitación Eli.

El chico entró en la habitación de Eli y se sentó en la cama de la chica mirándola a los ojos y con ganas de hablar con ella.

-Me ha encantado la cena –dijo Salva.

-Y a mí –contestó ella.

En aquel momento, el chico se fijó en la habitación de su amiga: una cama con una colcha de balones de fútbol, una mesilla con los apuntes de física y algunos libros de Matemáticas. También tenía una estantería con muchos libros: De aventura, de fantasía, de fútbol, etc. Algunos posters de futbolistas Italianos famosos como Paolo Rossi, Alberto Gilardino y Gianmarco Zigoni. Por último un Balón de fútbol amarillo al lado de la mochila del instituto.

  • Sí, Pero esta noche hay algo que me gusta más.

-¿Sí? –dijo Eli mirando a Salva- ¿Y qué es? –matizó.

-Pues eres…

Pero en ese momento entró Hina en la habitación de su hermana haciendo que Salva perdiese una de sus muchas ocasiones de decirle a Eli lo que sentía por ella.

-¡Hermanita! Dice mamá que si queréis salir a dar un paseo –dijo Lenna guiñando un ojo a Salvatore y sonriendo divertida. Le encantaba interrumpirles.

-Cla, cla, claro… -dijo Salvatore que todavía no entendía por qué el mundo podía ser tan cruel.

-Ok –dijo Eli– Pero dile a mamá que me voy a cambiar de ropa –dijo levantándose de la cama.

-¡NO! –dijo Rosetta que casualmente pasaba por ahí– Eli, aguántate por un día.

-“¿Por qué querrá cambiarse de ropa? Con lo guapa que está” –pensó Salva.

-Vale –dijo Eli con cara de fastidio.

-Bueno, vámonos –dijo ansioso Salva. Por fin iban a estar a solas.

-No volváis muy tarde –dijo la señora Di Angelo sonriente.

+.-o-.+

Eran las 10.45 de la noche cuando dos personas salían del cine de la ciudad. Iban cogidos de la mano y parecía que a ambos les había gustado mucho la película porque estuvieron todo el camino de regreso hablando y riéndose mucho, hasta que llegaron a la casa de la chica y entonces el chico se acercó a ella y le besó tiernamente en la mejilla. Ella al ver lo acababa de hacer su amigo se quedó quieta y sin habla, hasta que él dijo:

-Me ha encantado la película, ha sido muy bonita… ¡Ah! Por cierto, la comida ha estado muy bien y… muchas gracias por aceptar la invitación del cine –dijo todavía con la mano de Momo en la suya, acariciándola.

-Ha sido todo un placer… -dijo Momo todavía  un conmocionada por el beso- “Creo que me voy a morir… ¡Esto debe de ser un sueño!” –pensó.

-Bueno…. ¡Sayonara! ¿Se dice así, no? –dijo Joe guiñándola un ojo e internándose en el jardín de la casa de al lado. Era alucinante el don que tenía ese chico para los idiomas… y también para el amor.

+.-o-.+

Eli y Salva habían ido a pasear cerca del río Arno. Estuvieron hablando sobre el instituto, el equipo de fútbol, sobre los compañeros de clase… Salva intentó en varias ocasiones decirle a Eli lo que sentía por ella, pero siempre pasaba algo que lo interrumpía.

-Eli, mira, unas barcas… ¿Nos montamos? –dijo Salva mirando a su amiga.

-Vale –contestó Eli emocionada. Siempre le habían gustado aquellas barquitas.

Hablaron con el barquero y después se montaron en una de las barcas. El paisaje era precioso: se veían las luces de la ciudad de Florencia,  también se escuchaba una de las canciones italianas más famosas, que se caracterizaba por ser una de las más románticas, se titulaba “Ti Amo”. Era hermoso observar como las farolas alumbraban algunos puntos del río haciendo posible la visibilidad de su fondo y de algunos de sus peces más hermosos. En aquel momento, Salva no pudo evitar mirar a los ojos de su amiga Eli y sin darse cuenta empezó a cantar la canción:

Ti amo, un soldo
ti amo, in aria
ti amo se viene testa
vuol dire che basta:
lasciamoci.
ti amo, io sono
ti amo, in fondo un uomo
che non ha freddo nel cuore,
nel letto comando io.
ma tremo
davanti al tuo seno,
ti odio e ti amo,
e' una farfalla che muore
sbattendo le ali.
l'amore che a letto si fa
prendimi l'altra meta'
oggi ritorno da lei
primo maggio,su coraggio!
io ti amo
e chiedo perdono
ricordi chi sono
apri la porta
a un guerriero di carta igienica.
dammi il tuo vino leggero
che hai fatto quando non c'ero
e le lenzuola di lino
dammi il sonno di un bambino
che "ta" sogna cavalli e si gira
e un po' di lavoro
fammi abbracciare una donna
che stira cantando.
e poi fatti un po' prendere in giro
prima di fare l'amore
vesti la rabbia di pace
e sottane sulla luce.
io ti amo e chiedo perdono
ricordi chi sono
ti amo, ti amo,ti amo
ti amo ti amo
dammi il tuo vino leggero...
che hai fatto quando non c'ero
e le lenzuola di lino
dammi il sonno di un bambino
che "ta" sogna cavalli e si gira
e un po' di lavoro
fammi abbracciare una donna
che stira cantando.
e poi fatti un po' prendere
in giro
prima di fare l'amore
vesti la rabbia di pace
e sottane sulla luce.
io ti amo,
ti amo, ti amo
ti amo, ti amo …

Mientras Salva intentaba decirle a Eli por medio de aquella hermosa canción lo que sentía por ella. Pero de repente, el remo (que debería vigilar Salva), empezó a enredarse en las algas del fondo del río. Mientras, Salva, por su parte había acabado de cantar la canción y se disponía a besar a Eli cuando la barca volcó haciendo que Eli y Salva se precipitasen al fondo del río. Eli sacó la cabeza del agua buscando a su amigo.

-¡Salva! ¡Salva! ¿Dónde estás? –preguntó Eli con desesperación mientras intentaba mantenerse a flote.

-Aquí –dijo Salva todavía impresionado por el repentino vuelco de la barca.

Eli y Salva salieron del agua en seguida. Después, Eli se sentó en la hierba seguida de Salva.

-Qué susto, ¿verdad? –dijo Eli un poco cansada por la repentina sesión de natación.

-Si… –dijo Salva un poco triste pensando que había metido la pata.

-Pero es la noche más divertida de mi vida –dijo revolviéndole los pelos mojados a un Salva que no cabía en su asombro. Definitivamente Eli era especial.

-Qué bonito se ve el puente Vecchio… -dijo en un suspiro Eli apoyando los codos en sus rodillas.

-Es verdad… Me encanta este puente… -dijo mirando a Eli embobado. Entonces percibió que ella estaba temblando levemente-  ¡¡ELI!! Te estás helando. ¡Toma! -Salva le dio su chaqueta a Eli y después le dedicó una amplia sonrisa.

-Grazie  Mille –dijo Eli mirándolo a los ojos.

Aquella situación se volvió muy pero que muy intensa. Eli no podía dejar de mirar los azules ojos de Salva, mientras que él, por su parte miraba los ojos azules oscuros de la chica… Eli y Salva se estaban acercando lentamente el uno al otro cuando de repente, el móvil de Eli empezó a sonar, curiosamente con la canción: Ti Amo.

-¿Diga? –dijo Eli ruborizada.

-Cariño, ya es muy tarde. Nosotros y los padres de Salva os estamos esperando, no tardéis. Capito? –dijo la señora Rosetta desde la otra línea. Salva que había perdido otra oportunidad, tiraba piedrecitas al río.

-Capito –contestó Eli mirando de reojo a Salva y colgando a su madre.

-Bueno, vámonos, que me acaba de llamar mi madre y como sigamos mojados nos vamos a resfriar –dijo Eli levantándose– Por cierto no sabía que te gustaba Umberto Tozzi.

-Ah… Sí, está genial, canta muy bien y además me encantan algunas de sus letras… -dijo Salva mirando distraído al suelo mientras empezaban a caminar. 

–¿Cómo la de Ti Amo? –dijo Eli mirándole a los ojos– Te la sabes entera.

               -Si… Sobretodo esa -dijo Salva ruborizándose considerablemente.

-Mientras vamos a mi casa, ¿qué te parece si pasamos por la heladería Vivoli? –dijo Eli sonriente. Veía a Salva un poco depre y quería animarle. Pareció funcionar porque Salva empezó otra vez a sonreir.

-Ok, avanti tutti –dijo Salva sonriente.

     Después de pasar por la heladería Vivoli, Salva y Eli estuvieron paseando por la Piazzale Michelangelo y la Piazza del Duomo. Ya estaban llegando a la mansión de los Di Angelo, en el distrito de Oltrarno, cuando divisaron el Forte Belvedere, uno de los lugares más románticos para los jóvenes florentinos. Salva, se tumbó en el prado y Eli se apoyó en la muralla para disfrutar de las impresionantes vistas de las colinas de su amada Toscana.       
         
           +.-o-.+

-¿Por qué tardan tanto los niños? –dijo preocupada la señora Ángela Cardanni.

-Se habrán entretenido en el camino. Ya sabéis lo bonita que se pone Florencia por la noche –dijo con una sonrisa tranquilizadora el padre de Eli.

-¡Yo sé dónde están! –dijo gritando Lenna.

-¿Dónde? –preguntaron al unísono Rosetta y Angela.

-¡Estoy absolutamente segura de que están morreándose por ahí! –dijo Lenna super convencidísima.

-¡Lenna! No hables así de tu hermana y de Salvatore –dijo Rosetta- Además….¿por qué iban a morrearse? –preguntó Rosetta.

-Puf… Sólo hay que mirarlos y ya se sabe –dijo Lenna sabihonda.

Los padres de miraron entre sí… Quizá la pequeña podría tener razón.

+.-o-.+

Salvatore y Eli ya estaban en la puerta de la casa cuando Eli se volvió para hacerle una pregunta:

-Salva… –empezó Eli.

-¡¿SÍ?! –respondió éste con un brillo de esperanza en los ojos.

-¡Es que te quería recordar que el martes tenemos que ir a entrenar! –dijo Eli emocionada.

               -… -Salva la miró como diciendo “No lo dirás en serio, ¿verdad?”- Ah, era eso… –dijo bastante decepcionado Salva.

Eli, al ver la cara de disgusto de su amigo se dirigió a él y le dijo:

          -Me lo he pasado muy bien esta noche, me ha gustado mucho el paseo en barca… y también, bueno ¡la caída! ¡Ya te he dicho que me he divertido mucho, mucho, mucho! –dijo riéndose- Bueno, vamos a dentro que nos estarán esperando –Salva asintió asombrado.


Y acercándose a Salva, Eli le dio un pequeño beso en la mejilla y después de esto, entró en la mansión guiñándole un ojo tras de sí. Él, se quedó allí, sonriendo como un tonto con la mano depositada donde Eli le acababa de besar, flipando por lo que aquel pequeño pero estupendo beso significaba. Era (si alguna vez se declaraba o mejor dicho, si alguna vez le dejaran declararse) el comienzo de una bonita relación. 

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