Espero que os hayan gustado las fotitos que hemos estado buscando :)
También esperamos que este verano sea productivo y podamos aligerar un poco los capítulos :B
Ahora mismo me pondré manos a la obra con el nuevo capi de "Un problemón muy llorón", mi historia SasuSaku que espero que también la podáis leer ;D
Bueno, no os quiero entretener más que seguro que ya estáis hartos de esperar (cómo no, si ya seguro que ni os acordáis del capítulo 9 xD)
¡Sayo nee! ¡Y qué os divirtáis!
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
La noche pasó tranquila, ya que todos estaban agotados por el viaje y por el “pequeño” incidente que después explicaron detalladamente a los demás que esperaban preocupados en el hotel.
A la mañana siguiente, cuando terminaron de desayunar, todos esperaban en la recepción a que los profesores terminaran de desayunar. Step se dio cuenta de que había un montón de gente alrededor de no sabía qué, y entonces fue a ver que pasaba. Cuando volvió con los chicos, llevaba un montón de preservativos en la mano.
-¡Eh, tíos, mirad! –gritó sonriente Step- ¡Nos ha tocado la lotería! –esclamó inclinándose un poco en el centro del grupo para que lo pudiesen ver los demás.
Todos se acercaron y se quedaron en el sitio cuando vieron lo que era. Marc miró con una ceja levantada a Step, quién los miraba con una sonrisa de suficiencia, como si hubiera sido el héroe del día.
-¿La lotería? ¿Pero se puede saber en qué estabas pensando? –preguntó preocupado Joe- ¿Sabes el castigo que nos pueden poner si nos ven con esto los profesores? –dijo cogiendo uno y señalándolo.
-Además… ¿quién te los ha dado? –preguntó Carl observándolos.
-Gianluca –dijo como si no hubiera pasado nada.
-¡A joderse! –se quejó Salva. Le cuentan todo lo que pasó ayer con el imbécil de Gianluca, y va a la mañana siguiente y, ¡cómo si no hubiera pasado nada!- ¡Tíralos ahora mismo! ¡Hasta puede que los haya pinchado y todo! –gritó ante la mirada aprobatoria de todos.
-Vamos, chicos, si no están abiertos… Venga, que alguna vez os pueden hacer falta –dijo sonriendo como si fuera un presentador que está promocionando algún producto. Todos se miraron unos a otros sin saber muy bien que hacer. Step suspiró y empezó a repartir dos o tres a cada uno, sin hacer caso a las quejas de sus amigos.
De repente, las chicas aparecieron detrás de ellos, sobresaltándolos.
-¡Hola chicos! –gritó Valen. Todas las demás la siguieron haciendo un asentimiento con la cabeza para saludarlos.
Momo se acercó a Joe para darle un beso de buenos días. Joe no sabía que hacer: tenía los preservativos en la mano y seguro que si los veía Momo malinterpretaría todo.
-Buenos días –dijo mientras se abrazaba al cuello de Joe y le besaba. En ese momento, Joe se olvidó inmediatamente de los preservativos que tenía en las manos y se dejó llevar por el momento.
-Buenos días… -respondió atontado mientras que notaba las suaves manos de Momo en su cuello.
Miró de reojo a su grupo de amigos. La noche anterior les contó todo lo ocurrido con Momo y ahora todos les miraban con caras pervertidas mientras que unos alzaban la mano con el pulgar en alto y otros enseñándole un preservativo a escondida dándole a entender que tenía todas las de “ganar”.
De pronto, la voz de Eli interrumpió el momento:
-¿Qué es eso que tienes en las manos Salva? –preguntó acercándose a él. Salva no reaccionó rápido, pero los demás empezaron a esconderlos disimuladamente donde podían.
Momo notó que Joe también intentaba esconder algo:
-Joooooe, ¿qué tienes ahí? –preguntó Momo juguetona.
-N-nada… -tartamudeó con las manos detrás de su espalda. La vergüenza que tenía más la cercanía de Momo empeoraba mucho la situación, hasta que Eli descubrió el “secreto” y se puso histérica.
-¡Preservativos! ¡Desde luego! ¡No tenéis vergüenza ninguna! –gritó enfadada Eli. Aquel fue el grito que hizo que todas las chicas se acercaran a sus respectivos novios y los registraran. Momo miró interrogante a Joe, quién respondió con una sonrisa nerviosa- Salva, no me esperaba esto de ti… ¡a saber en qué estabas pensando cuando los cogiste! –dijo empujándolo a un lado y a empezar a alejarse de él.
-¡Eli! ¡Nos los he cogido yo! ¡Créeme! ¡Eli! –gritaba Salva. Pero ella ya había salido por una de las puertas de la recepción.
-¿Joe? –preguntó Momo con los brazos en jarras- ¿No esconderás ahí lo que yo pienso que es? ¡¿No?! –continuó alzando cada vez más la voz.
Joe tragó grueso y trató de sonar decente cuando dijo:
-Momo, te lo juro, no ha sido cosa mía… Step… Bueno, Gianluca… Le dijimos que los tirara… ¡Al final todo se ha liado y hemos acabado todos con unos cuantos! –soltó al final cerrando los ojos para esperar al tortazo que Momo, seguro que le iba a dar. Pero al final no ocurrió nada y abrió temeroso los ojos y vio a Momo que le miraba con los ojos entrecerrados- ¿Momo? –preguntó esperanzado de que se hubiera creído la historia. Ella suspiró mientras se le fruncía el ceño en una muesca de molestia.
-Déjalo, no tengo ganas de discutir después de ver lo que he visto –dijo con voz enfadada Momo. Esperanzas de Joe = 0.
-¡Momo! ¡Por favor! ¡Espera! –gritó mientras Momo y las demás salían por la misma puerta que Eli, con cara de haberse levantado con un humor de mil demonios.
Joe bajó la mirada y se dio cuenta de que mientras explicaba las cosas a Momo, había sacado la mano donde tenía los preservativos y, claro, Momo los había visto. ¡Estúpido! Pero nada hubiera pasado si Step no se los hubiera dado en el último momento. Miró con cara asesina a Step que se encontraba acribillado por las demás caras asesinas de Marc, Carl y Salva.
-Chicos, vamos, se les pasará pronto… Vosotros ya sabéis como son las chicas –rió nervioso mientras intentaba alejarse de sus amigos quienes estaban acercándose más a él con malas intenciones.
Pero fueron interrumpidos por los gritos del alguien que conocían muy bien:
-¡Ja! ¡¿Con que regalando por ahí esas guarradas, no?! ¡Pues ahora veréis! ¡Gianluca, Raffaelo y Michaelo! ¡Y todos los demás que tengan que ver con esta mamarrachada que vengan inmediatamente! –gritó imponente el director que acababa de salir del desayuno y había pillado a Gianluca y los otros dos con las manos en la masa.
Nuestro grupo de chicos se miraron entre ellos un instante y después, se metieron rápidamente los preservativos en los bolsillos y salieron pitando del hotel.
+.-o-.+
Pasaron toda la semana si hablarse chicos y chicas, ya que además de que ellas estaban enfadadas con ellos, el director les había prohibido juntarse debido al pequeño problema que había ocurrido el segundo día, por si acaso les daba por hacer “cosas indebidas”.
Además de eso, estuvieron visitando monumentos y haciendo actividades entretenidas que hacían que el tiempo volase. Ya había llegado la última noche de estancia en Roma, y nuestros protagonistas seguían si hablarse y sin arreglar sus malentendidos.
Antes de que se fueran a duchar y a acostarse, Vittorio les dejó volver a juntarse de nuevo a la mañana siguiente porque era el último día de la excursión y por la tarde noche tendrían que coger el autobús y volver a Florencia.
Salva pensaba en cuánto tiempo estaría enfadada Eli. No quería que pensara que él fuera un pervertido, ni mucho menos. Tenía que decirle ya lo que sentía, porque si no otras cosas podrían ocurrir y lo podrían fastidiar todo. Estaba decidido: esta noche se acercaría a la habitación de las chicas y se lo diría claramente. Le diría cuánto le amaba.
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que todo el mundo se había ido ya, y se acercó corriendo al primer ascensor que estaba abierto. Se sorprendió al ver allí también a Eli, quién al ver quién entraba se puso seria. Salva se colocó a su lado, sin decir ni una palabra y le dio al botón que marcaba el número 5. Se fijó en que estaba marcado en número 6, el piso donde se encontraba la habitación de las chicas.
Ninguno de los dos articulaba palabra. Hubo una vez en que Salva la miró de reojo y se encontró con una mirada de desdén por parte de Eli. Iban ya por el tercer piso y aquel silencio se estaba haciendo cada vez más incómodo. Salva se sentía cohibido por la mirada seria de Eli y su enfado. Quería decirle tantas cosas… Cuarto piso, parecía que el ascensor cogía cada vez más velocidad. Tenía que hablarle como fuera, por lo menos decirle algo antes de que bajara del ascensor.
-E… -en ese momento sonó en timbre que señalaba la primera parada. Quinto piso. Eli se marcha sin decir ni una palabra. Se cierran las puertas- …li.
Sin lugar a dudas, era un idiota sin remedio.
+.-o-.+
-¿Qué te pasa Eli? –preguntó Momo mientras Eli se tiraba de mala gana en su cama.
Todas las chicas se encontraban ya en la habitación. Mariana leía un libro y Momo y Valen escuchaban a Lora, quien estaba relatando que, en realidad, ella no se había enfadado con “su Step”, porque ellos ya lo “habían hecho antes” y el hecho de ver un preservativo en manos de su novio no implicaba nada nuevo y, aún menos, malo. Momo decidió salirse de la conversación porque se estaba poniendo mala de tantos detalles “personales”. Suspiró de alivio cuando vio entrar a Eli por la puerta, aunque cambió rápidamente a preocupación por el estado en el que venía su amiga.
Eli que había enterrado su cara en la almohada giró un poco la cabeza para mirar a Momo y decir:
-Que justo cuando empezaba a sentir algo realmente especial por Salvatore, va y me demuestra que es un completísimo idiota –dijo Eli muy furiosa y con cara lastimera.
-A ver… -empezó Momo colocándose al lado de su amiga y poniendo su mano en la espalda para consolarla. Esperaba que ella le contase lo sucedido. Las demás seguían a lo suyo, lo cual agradecían, así tendrían un poco de intimidad para ellas solas.
-Tú ya sabes… –empezó Eli sentándose frente a Momo y abrazándose a la almohada– Lo de los preservativos y todo eso… Quiero creer que de verdad no hubiera sido él, pero no sé… Es que no pensaba que pensara en esas cosas y bueno… ¡Joder, todo esto es puto lío! ¡La verdad es que no sé ni por qué estoy enfadada con él! ¡Se supone que es un chico, que le interesan esas cosas! ¡Ahg! –empezó a desesperarse consigo misma Eli.
-Tranquila Eli –dijo con voz suave Momo mientras la rodeaba con un brazo y Eli colocaba la cabeza en su hombro. La verdad es que la entendía; estaba confundida en cuanto a sus sentimientos y no sabía ni que pensar al respecto- Más grave es lo mío con Joe… ¡Mira que hacerse con unos preservativos el día después de besarnos! ¡Eso si que te da a pensar cosas raras! –dijo con tono alto haciendo que Eli soltase una pequeña carcajada. Momo sonrió al ver que su amiga se animaba- ¡Fíjate lo que te digo… ni si quiera sé si somos novios o que pasa! ¡Desde luego, que Kami-sama nos pille confesadas! –esclamó con voz teatral.
-¿Quién? –dijo riéndose Eli. Empezaron a reírse las dos como unas posesas hasta que Valen preguntó:
-¿De qué os reís? ¿Qué ha pasado? –preguntó saltando a la cama donde estaban Momo y Eli.
-Tratando los problemas amorosos de Eli –contestó indiferente Mariana.
-¡No me lo puedo creer! ¡Eli, no me digas que ya te has dado cuenta de que estas loquita por Salva! ¡Oh, my God! –gritaba medio histérica Lora. Todas se empezaron a reír por la escenita de Lora, excepto Eli que se quedó pensativa por las palabras de su alocada amiga.
-No… -susurró Eli. Entonces se hizo el silencio. Levantó la mirada y se encontró con las miradas interrogantes de sus amigas, incluida Mariana. Se sonrojó de la vergüenza- Quiero decir, sí… Pero no…
-Venga Eli, que las mentiras tienen las patas muy cortas –dijo Mariana mientras volvía a enfrascarse en su libro.
-Bueno, puede ser que me guste… pero no estoy segura –contestó Eli en voz baja.
Todas se quedaron mirándola en silencio y poco después, Valen y Lora empezaron a canturrear y bailar por toda la habitación:
-¡Eli está por Salva! ¡Eli está por Salva! –gritaban las dos mientras saltaban en las camas.
Momo y Eli se miraron cómplices y empezaron a tirarles las almohadas a Valen y Lora que cogieron las suyas para protegerse. En pocos segundos ya estaban en medio de una guerra de almohadas en toda regla, a la que también se unió finalmente Mariana, que no podía concentrarse debido al jaleo que estaban montando sus amigas.
+.-o-.+
—Bueno Salvatore, a estas alturas cuando te quieras declarar a Eli vas a ser un viejo carcamal –dijo riéndose Step mientras echaba a la mesa un as de picas.
-Ja ja ja –dijo Salvatore mientras retiraba el dinero de la mesa, ya que había ganado esta baza- Siento decepcionaros chicos pero lo voy a hacer esta misma noche –dijo sonriente mientras contaba el dinero.
-¿En serio? –preguntó Carl que se encontraba en una esquina de la habitación jugando con la PSP.
-Pero todavía sigue enfadado contigo, ¿no? –contestó Joe quien lanzó un 3 de tréboles y se llevaba todo el dinero- Yo todavía no he podido resolver mis problemas con Momo, y lo mío es peor aún… -dijo torciendo la boca en un gesto de molestia y desaprobación.
Nadie contestó. Todos sabían lo que le había ocurrido a Salva antes de que llegase a la habitación. No querían entrometerse más.
-¿Por cierto Salva no es este sábado tu cumpleaños? –dijo Step ajeno a la partida de póker de sus amigos.
-Es verdad –dijo Marco mirándole a los ojos a la vez que lanzaba una carta– ¡Qué se nos hace mayor! ¡17 tacos ya! –añadió.
-¿Oye y qué quieres para tu cumpleaños? –dijo desde el otro extremo de la habitación Carlo.
-Un besazo de la capitana –dijo Step riéndose como un loco.
-Pues no estaría nada mal –dijo Salvatore muy sonrojado pensando en el beso tan deseado entre él y Eli. La sola idea le ponía totalmente feliz.
-Pero antes viene el de Joe, el 7 de enero, ¿me equivoco? –preguntó Marc.
-¡Es verdad! ¿Cómo se nos pudo haber olvidado? –dijo Step dándose con la palma de la mano en la frente.
-Va, chicos, no pasa nada –dijo sonriente Joe.
-Pasando o no pasando nada, ¿qué es lo que vas a querer de regalo? –preguntó Salva.
-De momento me lo tengo que pensar. Además todavía quedan dos semanas –contestó tirando toda sus cartas indicando que se rendía. Suspiró- Primero, antes de pedir nada, desearía que no la pifiase más delante de Momo… Bastante la he cagado ya con el temita de los preservativos –dijo levantándose del suelo y dejando la partida.
-Sí ya… Pero bien que te has quedado con ellos, ¿eh? –dijo Step a punto de reírse. Todos se empezaron a reír mientras Joe le tiraba una almohada a la cabeza con una media sonrisa dibujada en la cara. Después entró en el baño y cerró la puerta- ¡Será mejor que arregles las cosas con Momo lo antes posible porque se te va a acabar la fecha de caducidad! –gritó Step. Todos sonrieron divertidos.
-¿Eres un capullo, lo sabías? –preguntó divertido Joe desde dentro del baño. No se había fijado en la fecha de caducidad de los preservativos, pero era algo que le traía al pairo. Total, no los iba a utilizar…
Fuera, los demás seguían riéndose. La verdad es que Joe había tenido demasiada mala suerte: primero el ramo de rosas del admirador secreto de Momo, el hecho de que ella le considerase un pervertido por tener unos preservativos un día después de que se besaran…Y sus amigos metiéndose con él. En serio, eran unos malotes.
Salva se levantó y se encaminó hacia la puerta.
-Chicos, voy a ver si la cafetería está todavía abierta, ¿queréis algo de comer o de beber? –preguntó en tono alto para que pudiera escucharle también Joe desde el baño.
-Nop, gracias –dijeron todos al unísono.
-Nos vamos ya al catre –dijo Marc levantándose también.
Sonrió y salió de la habitación. No se esperaba que su visita a la cafetería le iba a dar una sorpresa algo desagradable.
+.-o-.+
Cuando abrió la puerta de la cafetería se encontró con un único cliente sentado en una mesa y era nada más y nada menos que su gran rival Gianluca. Salva le miró con ojos entrecerrados mientras que sopesaba sus opciones de irse o quedarse y comprar la botella de agua que necesitaba para saciar su sed. Gianluca hizo un gesto con la cabeza para saludarle: sonreía de forma altanera. Salva dio los cuatro pasos que le separaban de la barra y pidió dos botellas de agua pequeñas. Mientras, miraba de reojo todos los movimientos de Gianluca. Éste le miraba con interés como si quisiera decirle algo. Cuando el camarero le entregó las dos botellas, pagó y se dio la vuelta con cara de molestia.
-¿Qué quieres Gianluca? –dijo Salvatore mientras se paraba enfrente del chico y le miraba con una cara entre seria y enfadada.
-Decirte que Di Angelo es mía. Por muchos puños que metas. Y que no te voy a dejar en paz hasta que te haya dejado fatal ante los ojos de ella.
-Eres despreciable…- Dijo Salvatore entornando los ojos mientras miraba a Gianluca.
-Y tu un jodido imbécil, mira que tus amiguitos y tú… enseñarles los preservativos a las chicas… ¡Si es que sois más tontos y no nacéis! –dijo mientras se carcajeaba.
-Lo de los preservativos fue cosa tuya, ¿no? –preguntó Salvatore desconfiando del muchacho- Te aprovechaste de Stephano para que las chicas se alejaran de nosotros –dijo atando cabos.
-Te he dicho que haría todo lo posible para hacerte quedar mal ante los ojos de Di Angelo –dijo Gianluca mientras se reía con esa media sonrisa que tenía- Y de paso, podrían quedar mal también tus amigos y ayudar a los míos. En este juego no hay reglas, ¿sabes? –dijo indiferente mientras una sonrisa perversa se abría paso en sus labios.
+.-o-.+
—Bueno –dijo Joe saliendo del baño– Creo que ya es hora de dormirse –añadió tirándose en su cama.
-¿Y Salvatore? ¿Voy a buscarle? –preguntó Marco.
-No, ya vendrá… Seguro que estará dando una vuelta –dijo Joe bostezando- ¡A dormir!
-Síiiii –dijeron todos al unísono con voz de sueño.
Entonces Joe apagó la luz y se colocó boca abajo que era en la posición que más le gustaba dormir. Pero pudo oír perfectamente como una especie de musiquita cansina de videojuego salía de la cama de Carlo.
-Carlo –dijo Marco adelantándosele a Joe– Deja ya el puto cacharro –añadió dándose la vuelta.
Pero el ruidito no cesaba y pudieron escuchar cómo Step empezaba a hablar en sueños.
-¡Qué no tío, que no! ¡Qué no quiero la puta aspiradora, joder! Anda cállate, ¡qué te calles coño! ¡Qué te calles! –dijo Step dormido.
-¡¡¿TE QUIERES CALLAR TU DE UNA PUTA VEZ?!! –gritó Marc levantándose bruscamente de la cama.
-¡Qué no! ¡No me vengas ahora con el microondas! ¡Gilipuertas! –gritó Step removiéndose en su cama.
-¡Gilipuertas tu puta madre! –dijo Marc levantándose hacia la cama de Step, decidido a pegarle.
-¡Eh, eh! ¡Tranquilo! –gritó Joe deteniendo a Marc, quién estaba a punto de pegarle un puñetazo a Step- ¡¿No ves qué sólo está soñando?! –dijo alarmado por la fuerza que tenía su amigo.
Marc miró a Step y se dio cuenta de que en realidad estaba dormido profundamente. Entonces, se tranquilizó.
-¡Joder! ¡Queréis callaros de una mismísima vez! ¡Por vuestra culpa me ha matado un maldito terrorista! –dijo molesto Carl, mirando a sus amigos con cara de vicio total. Todos se callaron al momento mirando como Carl se volvía a meter en su mundo.
+.-o-.+
Ya estaban todas dormidas cuando de repente, escucharon un ruidito procedente de la cama de Lora. Momo, Eli, Valen y Mariana se levantaron y se miraron entre ellas extrañadas. Luego, depositaron sus cansadas miradas en la oscura esquina que estaba al lado de la ventana. Vieron cómo Lora, abrazada fuertemente a su peluche, se balanceaba lentamente en una mecedora que había en la habitación.
-¡¿Por qué hay una mecedora?! ¡¿Alguien se había dado cuenta antes?! ¡No había ninguna puta mecedora cuando llegamos! –dijo histérica Momo.
-¡Jope! ¡Jope! ¡Qué yuyu! –dijo Eli mientras se abrazaba a Momo y miraba horrorizada a la mecedora.
-¡Lora! ¡Lora! ¡Vuelve con nosotras! –dijo Valen zarandeándola nerviosa.
Mientras, Mariana intentaba quitarle el peluche a Lora, pero ésta no lo dejaba.
-Bueno, supongo que no hay nada que hacer –dijo resignada Mariana, cruzándose de brazos tranquilamente- Está poseída.
-¡Ah! –gritaron Momo y Eli, todavía abrazadas, asustadas por su amiga.
+.-o-.+
-¿Piensas que voy a renunciar a Elisabetta por sentirme amenazado por una escoria cómo tú? –dijo Salvatore enfadado.
-Bueno, es lo mejor que puedes hacer, amigo mío –dijo sonriendo perverso Gianluca- Después de todo, cuando quieras darte cuenta ella ya te odiará –dijo haciendo un gesto de indiferencia con la mano.
Salva se acercó peligrosamente a él, y cuando quedó a escasos centímetros de Gianluca, le cogió del cuello de la camiseta y le acercó un dedo amenazante a la cara.
-¡No me toques los cojones! ¡Capullo de mierda! –dijo atrayéndolo violentamente hacía sí.
De pronto, escucharon un nervioso carraspeo detrás de ellos. Salvatore giró lentamente la cabeza lleno de ira. El camarero pegó un respingo al ver la cara de Salvatore desfigurada por la ira.
-Emm… Chicos, per-perdonad, pero tengo qu-que ir cerrando ya… -dijo intimidado por la mirada de Salvatore.
Salva soltó a Gianluca y dijo:
-Claro, nosotros ya nos íbamos, ¿verdad? –dijo sonriendo falsamente y mirando intimidante a Gianluca, quién le miraba serio.
-Claro –dijo levantándose de la silla.
Cuando salieron, escucharon cómo rápidamente el camarero cerró la puerta dela cafetería con llave.
-¿Qué? ¿Vas a seguir intentando asustarme con tus estúpidos gestos? Porque si no, yo me voy ya a la habitación –dijo bostezando.
-No quiero perder más tiempo con un impresentable como tú –dijo Salvatore de espaldas- Creo que te lo quedé bien claro en nuestra “pequeña discusión”. NO-TE-VUELVAS-A-ACERCAR-A-ELISABETTA, ¿entendido? Sino me encargaré personalmente de que la olvides de una puñetera vez –dijo mirándole muy serio mientras se cerraban las puertas del ascensor.
Gianluca se quedó mirando el ascensor por el que se había ido su rival. Después, se quedó pensando en lo que le había dicho y pronto decidió que no le daría demasiada importancia. Se encogió de hombros, sacando un cigarrillo del bolsillo y encendiéndolo.
-“Éste no sabe en dónde se acaba de meter” –dijo aspirando profundamente mientras que se reía malévolo.
+.-o-.+
-¡No lo soporto más! –gritó Joe.
Mientras que Marc resoplaba por la exasperante charla imaginaria de Step con su sueño y a Carl viciado al Call of Dutty. Joe decidió salir a comprar unos tapones a la farmacia que estaba justo al lado del hotel, salió por la puerta y se encontró a Salvatore que venía murmurando cosas que el no pudo entender, andaba muy rápido e iba con cara de pocos amigos.
-¡Hola tío! ¿Dónde estabas? –dijo Joe dedicándole una de las mejores sonrisas que pudo darle en aquel momento de desesperación.
-¡No le aguanto! –le contestó Salva mientras entraba en la habitación y daba un gran portazo.
-Madre mía -dijo Joe muy sorprendido al ver cómo venía su mejor amigo– Menos mal que es la última noche –añadió siguiendo su camino y suspirando.
+.-o-.+
-¡Haz que pare de una puta vez! –dijo Valen mirando a Eli.
-Lo…Lo intentaré –dijo Eli mientras se acercaba a Lora y empezaba a agitarla mientras gritaba su nombre, mientras que Momo y Valen se abrazaban mientras gritaban.
-¡Chicas! ¡Tranquilizaos! –gritó Mariana. Todas guardaron silencio y se la quedaron mirando. Suspiró y puso los brazos en jarras- ¿No os habréis creído eso que he dicho de que está poseída… verdad? –preguntó con mirada inquisitiva. Al escuchar como respuesta un silencio sepulcral, entendió que aquello era una respuesta afirmativa- A ver… Solamente está soñando, es sonámbula –dijo cada palabra lentamente como si fueran niñas pequeñas a las que estaba explicando algo importante.
Todas se miraron y después de unos momentos asimilando la explicación de Mariana, todas suspiraron de alivio.
Momo se levantó de la cama y se encaminó hacia la puerta de salida.
-Chicas, voy a salir a tomar el aire un momento; tengo que reponerme del susto –dijo abriendo la puerta- Intentad no despertarla, no es bueno hacerlo. Ahora mismo vuelvo –dijo con voz cansada y cerrando silenciosamente la puerta.
+.-o-.+
-Bueno Michaelo, ¿cuándo se lo vas a decir? –preguntó Raffaello.
-Pronto –dijo él con un aire desanimado- Si el don perfecto de Johannes no se mete por el medio –añadió en tono molesto.
Entonces escucharon como la puerta de la habitación se abría y veían como Gianluca llegaba bastante pedo y muy cabreado.
-Le voy a dar a Cardanni… Es que no sabe la que le espera –dijo Gianluca riéndose ruidosamente– Voy a llamar a mis amigos de Calabria, y ya verá…
-¿Vas a llamar a la banda del Al Capone? –preguntó Raffaello.
-Exacto querido amigo, exacto –dijo Gianluca apoyando su mano sobre el hombro de Raffaello- Y no se si también a la de Tony –añadió con una terrible sonrisa malvada.
-¿Y se puede saber para qué? –preguntó muy preocupado Michaelo.
Ya que aquellos sujetos eran terriblemente violentos. Entonces se acordó que una vez le pegaron una paliza a un chico y después, cuando este estaba inconsciente le envolvieron y ataron fuertemente a una manta y luego lo arrojaron al río. Menos mal que Luigi lo vio que si no… Gianluca lo sacó de sus terribles pensamientos.
-Todo a su tiempo –dijo mientras encendía otro cigarrillo – Todo a su tiempo… -murmuró mientras se sacaba el cigarrillo de la boca y expulsaba todo el humo que había tomado en la primera calada.
-Lo que tú digas –dijo Michaelo levantándose y metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones- Me voy a dar una vuelta por ahí… Ahora vendré –dijo. Y sin dar más explicaciones salió de la habitación.
+.-o-.+
Michaelo se encontraba bebiendo tranquilamente de una lata de Coca-cola que había comprado de una máquina expendedora cuando oyó un suspiro cansado a poca distancia de él.
-“Reconocería esa voz aun estando sordo” –pensó un tanto sorprendido y sonriendo gratamente.
Giró su cabeza para encontrarse a una cansada Momo sentada en unos de los sillones que se encontraban justo al lado de las máquinas donde se encontraba él. Ella se encontraba con la cara entre las manos, un claro indicio de que estaba que no podía con su cuerpo. No se había dado cuenta de que no estaba sola en la recepción.
Michaelo se acercó con la lata de Coca-cola todavía en una mano y la otra en un bolsillo. Se acercó a ella hasta quedar justo en frente a ella y escuchar otro suspiro. Sonrió y decidió que aquella era su oportunidad. Por fin podría hablar con ella sin que ningún “idiota celoso” se interpusiera en su camino.
-Parece que nadie puede dormir esta noche –dijo divertido mientras que se le escapaba una carcajada por el susto que le había dado a Momo. La pobre levantó la mirada de golpe, con los ojos muy abiertos. Sin duda, la había cogido desprevenida.
-¿Michaelo? –preguntó todavía desorientada Momo. Sólo obtuvo una mirada divertida de aquel par de ojos acerados que la miraban- Pensaba que estaba sola… -murmuró bajando la mirada avergonzada.
-Se notaba –respondió con sarcasmo mientras que se llevaba la lata a los labios.
Momo se fijó en que aquel chico rebelde y sin vergüenza era bastante guapo. Siempre que había algún que otro revuelo femenino en la clase, casi siempre tenía que ver con Michaelo (el otro “siempre” se lo llevaban nuestros extraordinarios y perfectos protagonistas masculinos de la historia). Ella nunca le había hecho mucho caso, ya que pensaba que él siempre se metía en líos y que no hacía caso a nada. Excepto el último día en que se encontraron y la verdad es que estuvo a punto de pegarle otra patada al igual que el idiota que Raffaelo.
-¿Y? ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? –preguntó Michaelo con fingida indiferencia.
-Pues… -estaba tan distraída que estaba apunto de contarle lo que había pasado- … Bueno, ¿y eso a ti qué te importa? –preguntó recelosa.
-Bueno, ya que ninguno de los dos puede dormir había pensado en hablar un poco para entretenernos… pero ya veo que no –contestó haciendo una mueca de fastidio.
-Después de lo que ocurrió el último día que nos vimos, no pretenderás que hablemos tranquilamente, ¿no? –dijo Momo cruzando las piernas y apoyándose en el respaldo del sillón. Desde la perspectiva de Michaelo aquella era una posición muy sexy.
-Vamos, Momo… ¿Te puedo llamar así, verdad? –preguntó atrevido mientras que se sentaba en el sillón que estaba en frente del de Momo. Ella levantó una ceja de incredulidad por la libertad que se tomaba el chico con la confianza. Michaelo sonrió ante la reacción de la chica y siguió-: Ya sabes… Los hombres siempre necesitamos algo de acción y con una mujer por el medio siempre se pone más interesante –dijo con tono experto.
-Espera, espera, espera… ¡¿Me estás diciendo que nos utilizáis para tener un poco de “acción”?! –preguntó molesta y sorprendida.
-No es eso, en realidad, sois vosotras las que tenéis la culpa y siempre os ponéis en medio –replicó Michaelo sonriendo mientras apoyaba su codo en uno de los brazos del sillón y sujetaba su cabeza en su mano.
-¿Cómo? –preguntó Momo confusa.
-Sois vosotras las que nos hacéis enfadarnos, pelearnos e insultarnos; el porqué es nada menos que eso que anheláis todas las chicas que os sea recíproco: el amor –a cada palabra que decía ponía una cara más seria.
Momo veía como en sus ojos desaparecía la burla y la diversión, cambiados por otras emociones más intensas que aseguraban que lo que decía Michaelo no era sino la verdad. Los dos se quedaron mirándose el uno al otro y poco a poco la máscara de confusión que había antes en el rostro de Momo, se fue cambiando por una enorme sonrisa que más adelante acompañó una sonora carcajada.
Michaelo la miró sorprendido y un poco sonrojado por la vergüenza de haber dicho aquello tan… “cursi”.
Momo volvió a mirarlo y entendió que lo estaba ridiculizando. Se calmó poco a poco y miró sonriente a Michaelo.
-¡Vaya! No pensaba que fueras tan “sentimental” –dijo divertida Momo. Él retiró la mirada, avergonzado.
Michaelo bufó unas cuantas de veces y dijo en bajo algunas palabras irreconocibles que divirtieron a Momo en aquella escena tan infantil.
Momo pensó en que aquel chico avergonzado y tranquilo que tenía delante no se parecía al otro chico chulo y problemático que había conocido hacía tiempo y no de la mejor manera. Aquel pensamiento le hizo reflexionar en que a lo mejor eran las “apariencias” que trataban de ocultar lo que en realidad era. En ese instante sabía que no era un mal chico después de todo. Le miró enternecida y cuando vio que Michaelo le volvía a mirar le dedicó una maravillosa y dulce sonrisa.
Michaelo se quedó sin respiración cuando se dio cuenta de que Momo le miraba con el gesto de un verdadero ángel. Se ruborizó y tragó grueso al percibir que Momo iba a decir algo:
-Michaelo, déjame preguntarte algo –comenzó Momo sonriendo dulcemente. Michaelo asintió de buena gana para hacer que continuase- ¿Estás enamorado? –preguntó divertida Momo.
Michaelo puso cara de sorpresa y después sonrió a Momo. Le guiñó un ojo y dijo:
-Es un secreto –respondió poniéndose el dedo índice sobre sus labios sonrientes.
Ambos comenzaron a reírse, cómplices. Los dos sabían que después de aquella extraña conversación, las cosas entre ellos dos podrían cambiar para bien y poder llegar a ser buenos amigos. Bueno, por lo menos por parte de Momo. Michaelo tenía pensado saltarse el gran paso de la amistad y en aquel momento sus esperanzas se encontraban renovadas.
La verdad es que aquella conversación ya había sido un paso bastante grande en su relación.
+.-o-.+
-Ah –bostezó Joe mientras que entraba en la recepción del hotel.
Tenía dos pequeños taponcitos blancos en la mano que había comprado en la farmacia que había justo al lado del hotel.
-“Menos mal que está abierta las 24 horas” –pensó con alivio.
Cogió un tapón con la otra mano para ponérselos ahora; así ya no escucharía nada cuando entrase en la habitación. Pero justo antes de colocárselos escuchó unas risas, y una de ellas le parecía conocida.
Se paró y frunció el ceño. Giró la cabeza hacia donde procedían las risas, y cual fue su sorpresa al encontrarse a Momo y Michaelo riéndose como dos buenos amigos.
Los veía tan contentos y tan cercanos que le dio rabia verlos. La sorpresa pronto pasó a ser un sentimiento de lo más amargo y enfermizo. Los celos empezaron a apoderarse de él y un pequeño e intenso odio lo consumió. Pero aun así no dijo ni hizo nada.
Los vio conversar e intercambiar alguna que otra sonrisa divertida hasta que Momo se levantó.
Joe se encontraba al lado de la cafetería, en el lado opuesto a los ascensores, así que no fue visto por Momo cuando ésta se despidió alegremente con un gesto de mano y se encaminó hacia el ascensor más próximo.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Joe pudo volver a moverse y lo primero que hizo fue abrir los puños que había cerrado involuntariamente con fuerza y rabia al ver aquella escena. Se fijó en que los tapones habían quedado tan destrozados que ya no iban a servir para que pudiera dormir bien. Aquel hecho lo hizo enfurecerse aún más porque ya sabía que aunque sus amigos estuvieran toda la noche dando la lata y él hubiera tenido los tapones para no oír nada, la imagen de Momo sonriéndole de aquella manera tan especial a Michaelo no iba a dejarle dormir en días.
Cuando levantó la mirada pudo observar que Michaelo ya se había puesto en pie y se disponía a marcharse. Pero antes cogió una lata de Coca-cola que había en la mesa y miró a Joe. Michaelo se había dado cuenta de que Joe había entrado por la puerta hacia ya rato y le divirtió la cara que puso cuando, después de haber acabado con el último sorbo de Coca-cola, éste le sonrió con chulería y le hizo un gesto de despedida mientras caminaba hacia el mismo ascensor por el que se había ido Momo.
Joe montó en cólera y tiró enfurecido los tapones al suelo, los pisoteó y los pataleó hasta que los tapones quedaron irreconocibles. Cuando volvió en sí, caminó serio hacia el ascensor. Al pasar al lado de la mesa en donde se encontraba la lata vacía de Michaelo, frunció el ceño y con un rugido le pegó un manotazo que lo lanzó al suelo con un estrépito.
Cuando Joe se hubo ido en el ascensor, el recepcionista pudo volver a respirar. Había visto toda la escena y se había quedado atónico. Suponía que aquel muchacho era amigo del otro chico que también organizó un jaleo antes en la cafetería. Sacudió levemente la cabeza en un gesto de resignación.
Después de todo, la adolescencia es una época muy mala.
+.-o-.+
-Hasta mañana -dijo Marco mientras se metía en la cama.
-¿No vamos a esperar a Joe? –preguntó Step acomodándose debajo de las sábanas.
-Ya vendrá –respondió Marc en un bostezo- Y tú también, Salva –finalizó Marc con voz molesta del sueño que tenía.
El nombrado soltó un rugido leve, dando a entender que haría lo que le daba la gana. Marc suspiró con fastidio. Su amigo había llegado muy irritado y no habían podido tratar bien con él. Desde que entró por la puerta y se sentó en el sillón de la habitación, no se movió de allí.
Entonces se metieron los demás en sus camas, pero un ruidito de fondo que todos estaban artos de escuchar no cesaba. Entonces Marco se levantó de la cama muy cabreado y fue directamente hacia la cama de Carl, quien estaba sentado en la cama pero tenía cubriéndole la sábana a modo de refugio:
-Carlo… Te voy a pedir muy amablemente que dejes de jugar a… a “esa cosa”, así que por favor te lo pido: déjalo ya, ¿vale? –dijo con fingida amabilidad. En realidad tenía unas ganas enormes de estrangularle en aquel momento.
Al parecer, Carl siguió a lo suyo y no prestó atención a la “amable petición” de Marc. Entonces, éste al verse ignorado, se puso rojo de enfado y gritó:
-¡He dicho que dejes ese maldito cacharro de una buena vez! –gritó desesperado. Pero lo único que consiguió fue alertar a los otros dos, quienes lo miraron con el ceño fruncido.
Al ver que Carlo hacia caso omiso, le quitó de encima la sábana y aprovechando que Carl había quedado un tanto sorprendido, le quitó rápidamente la maquinita y de un bandazo la tiró al otro lado de la habitación, siendo tan fuerte el golpe que el aparato produjo un último sonido antes de su “fin”.
Entonces Carl se levantó, dio al interruptor de la luz y se puso a gritar a Marco.
-¡¿Tú eres tonto o qué?! –gritó Carlo encarándose con un colérico Marc, bajo la mirada sorprendida de sus dos amigos.
-¡¿Qué has dicho?! ¡Atrévete a decirlo otra vez, eh! –respondió Marco de mala gana, acercándose peligrosamente a Carl.
Y antes de que Step y Salva pudieran intervenir, Joe irrumpió como un huracán en la habitación dando un portazo como saludo.
Carl y Marc dejaron de pelearse y Salva y Step giraron su mirada al recién llegado. Todos se sorprendieron al ver el aspecto tan “inhumano” con el que había vuelto su amigo: tenía toda su cara contraída en un gesto de furia que hacía que su mandíbula estuviera cerrada fuertemente y sus labios dibujasen una fina línea recta; sus ojos se abrían en una mirada de desafío y odio; todo su cuerpo temblaba del rencor que lo estaba recorriendo en aquel momento. Tenía una tensión tan alta que parecía que en algún momento le saliera humos por las orejas y la nariz.
Todos, incluido Marc, tragaron grueso al ver a su amigo tan alterado. Nunca lo habían visto así, y no querían que el motivo de su repentino pero intenso enfado fueran ellos, por que sino, ya podrían irse preparando.
Cuando en algún momento Joe bajó la mirada, se encontró a su lado la máquina que antes Marc había tirado. Su cuerpo se tensó y sus amigos se pusieron alerta. Se quedaron atónitos cuando vieron que un descontrolado Joe destrozaba salvajemente lo que antes había sido una máquina.
Cuando terminó su trabajo, emitió un rugido de enfado, pero no levantó la vista. Carl abrió la boca para quejarse de lo que había hecho, pero lo único que pudo transmitir fue un débil sonido que fue acallado por la severa mirada que le dedicó Joe para que no dijera ni una sola palabra.
-Bu-bueno, yo voy al baño… -balbuceó Step en tono bajo mientras se levantaba de la cama, pero la violenta patada que le dio Joe a lo que quedaba de la máquina hizo que se volviera a meter de nuevo entre las sábanas…
Salva, al ver que ni Marc podía decir palabra, decidió intervenir él:
-Joe… ¿No crees qué te estás pasando un poco? ¿Qué demonios te ha pasado? –preguntó claramente fastidiado. Él tampoco tenía humor para tratar esos asuntos ahora.
-¡Tengo mis razones para estarlo! ¡Así que no molestes! –gritó alterado Joe.
-¡¿Perdona?! ¡¿Acaso nosotros tenemos que aguantar tus berrinches sin acaso saber qué es lo que demonios te pasa?! ¡Dímelo! –gritó acercándose rápidamente a Joe.
-¡Pues sí! ¡Igual que tú no me has explicado por qué coño venías tan frenético como para no hablarme bien!
-¡Ja! ¡A lo mejor tampoco es que te interesara mucho porque no me lo has dicho hasta ahora!
-¡Porque estaba preocupado en comprarme unos malditos tapones para no escuchar lo jodidamente loco que estás por Eli!
-¡Eli! ¡Estoy seguro que te has peleado con Momo y que ella te ha dejado porque ha descubierto que eres un animal que no sabe controlarse!
-¡¿Y tú que puñetas sabes?! ¡Lo dice el que todavía no ha tenido los cojones suficientes de declararse a una chica que conoce de toda su puta vida! ¡”Merda italiano”! (Mierda de italiano)
-¡Ah! ¡Encima me insultas en portugués! ¡Cobarde! ¡Qué no eres capaz de decírmelo a la cara! ¡Y ahora iré a decirle todo lo que no le he dicho a Eli y te arrepentirás de esas palabras! ¡Ya verás!
-¡Anda, ve! ¡Ve y que te dé calabazas! ¡Me reiré en tú cara cuando vengas llorando!
Y aquel fue el final de la disputa. Salva salió de un portazo de la habitación y Joe, con un grito, se encerró con el cerrojo echado en el baño.
Los otros tres todavía seguían estáticos, sin moverse. Nunca habían visto semejante discusión.
-Joder… Prefiero los enfados de Marc antes que “esto” –dijo bajito Step.
-Por una vez estoy contigo –dijo solemne Carl.
Marc se metió silencioso en su cama y no dijo ni una sola palabra sobre lo que había ocurrido. La verdad es que se sentía avergonzado por sentir, por primera vez, miedo y respeto hacia una persona a la que él había considerado tranquila y “controlada”.
+.-o-.+
Toc, toc, toc.
Momo abrió la puerta y se encontró a un cansado y cabreado Salvatore.
-¿Qué quieres a estas horas, Salva? –preguntó Momo de muy mal humor y refregándose los ojos. Odiaba que la despertasen.
-Dile a Eli que venga –dijo Salvatore sin importarle la bienvenida de su amiga.
-¿Pero se puede saber de qué vas? –preguntó Momo en un tono más alto– Son las 4 y media de la madrugada, y además Elisabetta está dormida, idiota –añadió medio durmiéndose del sueño que tenía.
-¡DILE QUE SALGA! –dijo Salvatore de mal humor– ¡YA!
-Está bien… Pero no le va a hacer ninguna gracia –dijo Momo molesta mientras entraba a despertar a Eli.
-“Se lo tengo que decir… ¡Y VA A SER AHORA! “–pensó Salvatore para sí. No podía volver sin las manos vacías. No podía permitir que Joe se burlara de él.
Eli salió de la habitación y miró a Salvatore con los ojos entrecerrados y después le indicó con un gesto de mano que empezase a hablar.
-Mira Eli… -empezó Salvatore– Hace muchísimo tiempo que quiero decirte que te quiero con locura desde el primer momento en que supe que mi amistad por ti no era sino amor. Esos ojos que me ayudan hasta en el más oscuro día. Y eso que últimamente he tenido muchos, pero tú me los has iluminado. Esa sonrisa tan bella que alegran mi vida, siempre sonríes de la forma más hermosa y encantadora. Esos labios por los que yo daría la vida. Cada vez que te veo siento como mi corazón se acelera y anima. Tú, eres tú la única persona con la que quiero estar. Siempre he intentado decírtelo pero cada vez que lo intentaba ocurrían una serie de extraños sucesos, es más, me cuesta pensar que por fin te lo estoy diciendo. Así que… Elisabetta Di Angelo, después de haberte dicho lo indecible y de haber pasado tantas preocupaciones, te voy a pedir lo que más he estado deseando: vuoi essere la mia ragazza? –dijo Salvatore con un brillo inmenso en sus oscuros ojos.
-¿Eh? –dijo Eli adormilada–Me voy a acostar, hasta mañana… -dijo haciendo ademán de entrar en la habitación pero fue interrumpida por el brazo de Salvatore que la atrajo a sí.
-¿Has escuchado todo lo que te he dicho? ¿Lo qué te he preguntado? –dijo Salvatore preocupado.
Pero no obtuvo ninguna respuesta de Eli porque se había quedado dormida en el sitio.
-¡Genial! –dijo Salvatore con sarcasmo– Ahora no sé como demonios se lo voy a volver a decir. Me va a dar un ataque.
Eli se dejó llevar por su peso y calló en brazos de Salvatore, quién la recogió cuidadosamente. La puso como mejor pudo entre sus brazos y se sentó con ella en el pasillo. Quería quedarse con ella un poco más aunque Eli no se diera cuenta.
Salva se fijó en la respiración tan suave y tranquila, en sus labios entreabiertos, en su cara relajada, en su estado de calma. Le acarició sus rosados pómulos haciendo que Eli sonriera en sueños. Él sonrió también, teniendo la vaga esperanza de que pudiera estar soñando con él.
Cuando Salva decidió que era hora de irse ya, se levantó con Eli en brazos y entró en la habitación a oscuras. Todas estaban dormidas, hasta Momo, que seguro que se había quedado grogui en cuando levantó a Eli. La dejó en la única cama que quedaba vacía y en un gesto de despedida, depositó un tierno beso en la frente de la chica.
Luego, dejó la habitación sin hacer ningún ruido.
+.-o-.+
Cuando Salva entró en la habitación ya estaban todos dormidos.
Excepto Joe.
Supuso que estaba en el baño, así que entró. No estaba la luz encendida y no se veía nada. En cuanto la encendió, encontró a Joe sentado al lado de la bañera, apoyado en la pared. Salva pensó que estaba dormido, ya que no se le veía los ojos con el flequillo y no se había movido cuando él entró. Hasta que escuchó un gruñido.
Sonrió y cerró la puerta. Se sentó apoyado en ella y miró al techo. Suspiró.
-Espero que no estés llorando –dijo la voz ronca pero suave de Joe- Ya te dije que me reiría de ti si lo hacías –continuó con voz divertida.
-Lo he hecho, como te dije –respondió Salva con una media sonrisa- Pero supongo que he escogido un mal momento para hacerlo –rió cansado.
-No me digas que se ha dormido mientras se lo decías –dijo burlón Joe mientras le miraba.
-Como un bebé –contestó divertido devolviéndole la mirada.
Los dos comenzaron a reírse y no pararon hasta que no pudieron más. Joe le miró con un aire de culpabilidad y dijo:
-Lo siento –dijo en un murmuro- Lo siento mucho.
Salva sabía que no lo sentía por lo que acababa de ocurrir con Eli sino por cómo se había comportado antes con él y con los demás chicos.
-Ya, no pasa nada, tranquilo –dijo Salva con una sonrisa reconciliadora- Supongo que tu enfado tenía que ver con Michaelo, ¿no? Ya me habías comentado tus sospechas hacía él antes –dijo en un tono más serio. Joe apartó la mirada y frunció en ceño en una mueca enfado.
-Ya no sospecho de él: ya sé que ha sido él quien le regaló las flores a Momo –dijo con furia controlada.
-¿En serio? ¿Pero cómo lo has descubierto? –preguntó Salva sorprendido por la revelación.
-Los he visto a los dos hablando alegremente en la recepción antes de venir a la habitación… como si fueran dos buenos amigos, Salva –dijo desolado Joe- Sé que no está bien que saque conclusiones tan precipitadas, pero Michaelo… ¡Tenía que ser él! ¡Por qué no otro! –dijo quejándose de su mala suerte.
-Momo y Michaelo… Yo que tú no me lo tomaría en serio Joe –dijo Salva mientras se arrastraba hasta colocarse al lado de su amigo- He visto como te mira Momo y sé que te puedo decir que no quiere a nadie en este mundo como te quiere a ti –dijo sonriente, apoyando su mano en el hombro de Joe en un gesto de ánimo.
Joe miró agradecido a su mejor amigo y luego suspiró.
-Espero que tengas razón, amigo mío… Muchas gracias por estar ahí en estos momentos –agradeció Joe.
-Lo mismo te digo –respondió a su vez Salva.
Así, los dos amigos se fueron, ya reconciliados pero muy cansados, a la cama, esperando que todo volviera a la normalidad al día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario