domingo, 12 de enero de 2014

"3 países, 9 vidas" <> CAPÍTULO 18

¡FELIZ AÑO NUEVO A TODO EL MUNDO! :3

Los días fueron pasando, así como los meses. Salvatore se recuperaba rápidamente gracias a las horas de rehabilitación y a los cuidados de todos sus amigos y los mimos de sus padres. Durante el mes y medio que Salva estuvo en el hospital, todos los días Eli y alguien más del grupo se acercaban a visitarle y a contarle los sucesos más relevantes de aquel día. Eli le ayudaba mucho con los deberes y Joe hacía lo que podía para que su mejor amigo entendiera los conceptos y problemas de física, que sabía que le costaba mucho. Momo se encargaba de corregirle y aconsejarle en las redacciones de lengua y literatura; Carl se encargaba de que aprendiera bien las metodologías que estaban dando en informática; Valen de biología y Lora le traía muchos Cds de música clásica para que se relajara mientras estudiaba. Marc y Step tenían la obligación de reportarle todo lo que sucedía en el ámbito deportivo y Mariana se preocupaba de que no hubiera mucha gente dentro de la habitación para no molestarle. La chica había demostrado que convenía no enfadarla. En resumen, trasladaron las clases del instituto al hospital. Y Salva que pensaba que podría desconectar un poco…

Paolo se acercaba a verle de vez en cuando y era muy bien recibido por todos. Michaelo, por su parte, se sentía bastante mal por lo que había sucedido, por eso iba todos los días a visitarle aunque fuera por poco tiempo. Todos pensaron que sería buena idea que se uniera al grupo. Después de todo, había ayudado mucho. El chico, cómo agradecimiento, les anunció que Gianluca y Raffaelo habían sido juzgados y sentenciados culpables: pasarían el resto de sus días como adolescentes en un correccional para menores. Cuando cumplieran la mayoría de edad ya se vería lo que se haría con ellos. Todos reaccionaron seriamente ante la noticia. Se sentían aliviados pero para nada felices, quizás porque en el fondo les daban lástima y pena.

+.-o-.+


-¿Qué te parece tu suplente, Salva? –preguntó Marc a Salvatore.

Ambos estaban sentados en las gradas del campo de fútbol del instituto, observando el entrenamiento del equipo Orfeo. Salva miró al portero que acababa de parar un gol proveniente de Eli.

-Es bueno, pero todavía está un poco verde: tiene que seguir entrenando su posición y sus reflejos –respondió Salva con profesionalidad.

Marc sonrió divertido-. No te quedes ahí y ve a darle algunos consejos a Geppetto, que el pobre chico está muy nervioso. No por nada eres el portero titular del equipo –animó el rubio dándole unas palmaditas en la espalda y guiñándole un ojo.

Salva volvió a mirar al chico llamado Geppetto. Éste se dio cuenta de que Salva le estaba mirando y se desconcentró dejando pasar un gol. Cuando se volvió a reponer estaba rojo de vergüenza y miraba de reojo a Salva. Suspiró y se levantó con una sonrisa de la grada.

Él y Marc caminaron hacia el campo bajo la mirada alegre del equipo. Eli sonrió al ver que Salva estaba ayudando a su suplente tan seriamente y Geppetto atendía al máximo a las clases y consejos del portero que tanto admiraba.

+.-o-.+

-Oye Hina, ¿te puedo pedir un favor? –preguntó Fabio con su cámara Nikon en sus manos.

La chica se giró en su silla de escritorio para atenderle. El chico la miraba sentado desde la cama-. Dime –aceptó sin dudarlo. Se había convertido en su mejor amigo en poco tiempo y estaba empezando a pensar que quería que fueran algo más. Algo un poco difícil, debido a que ya sabía las preferencias sexuales de Fabio.

-¿Podrías ser mi modelo? –preguntó directamente mirándola fijamente a los ojos.

-¿Ah? –exclamó confundida la pelirroja.

-Mi profesor de fotografía nos ha mandado hacer un trabajo que consiste en hacerle fotos a alguien posando –explicó levantándose y sacándole una foto de improviso a Hina, haciendo que bajase la mirada sonrojada- Y tú eres perfecta para eso –aduló embobado mirando a la pantalla digital de la cámara que enseñaba la foto que le acababa de sacar.

-Pero, ¿no querrías hacérselas mejor a Joe? No sé, él siempre está practicando artes marciales y las fotos quedarían muy bien… y como también te gusta pues yo… -balbuceaba Hina jugueteando con el boli con el que estaba haciendo los deberes.

De repente, se encontró cara a cara con Fabio. Se había agachado para estar a su altura y le sonreía un tanto tímido-. Quiero que TÚ seas mi modelo –afirmó acariciándole una mano. Hina levantó la vista sorprendida por aquel gesto- Y no acepto un no por respuesta –dijo finalmente apretando su mano. Hina se quedó sin palabras. Tener a Fabio tan cerca y comportándose de esa forma tan “moe” hacía que su corazón latiera cada vez más rápido.

-¡Joe! ¡Bájame ahora mismo! ¡Joe! –gritaba Momo como una histérica mientras se reía.

Los dos se giraron hacia la puerta abierta de la habitación y vieron que por las escaleras subía Joe con Momo cogida como un saco de patatas. Ambos estaban vestidos con ropa deportiva y estaban un tanto sudorosos. Joe sonreía divertido mientras intentaba que Momo no se cayera de su hombro por las pataletas que daba. El mayor se dio cuenta de que Fabio e Hina los estaban mirando y les saludó con un gesto de cabeza. Ellos solo asintieron, asombrados por la escena.

-Sí, claro, como tú digas –dijo divertido Joe cogiéndola por los pies, dejando que se cayera para atrás.

-¡No! –chilló Momo agarrándose a la camiseta de Joe.

Joe rompió a reír y acto seguido desaparecieron por el pasillo para después entrar en la habitación de Momo donde se siguieron escuchando unos cuantos gritos que finalmente se callaron.

Hina y Fabio se miraron y soltaron una carcajada-. No creo que Joe esté interesado, y mucho menos que tenga tiempo –dijo guiñándole un ojo haciendo sonreír divertida a su amiga. 

Se escuchó un golpe en la pared procedente de la habitación de la hermana mayor. Ellos se volvieron a mirar con una ceja levantada.

-A saber lo que están haciendo esos pervertidos… Será mejor que no te acerques a Joe: desde que mi hermana está saliendo con él no deja de pensar en cosas raras –advirtió Hina con una risita baja.

-¿Eso es un sí? –preguntó emocionado Fabio cogiendo la cara de Hina entre sus manos, acercándola a la suya. Hina se puso más roja que un semáforo pero consiguió asentir a duras penas-. ¡Genial! –exclamó el rubio dándole un beso casi en los labios-. ¿Hina? –llamó preocupado al ver que la japonesa cerraba los ojos y no se sostenía sola.

La pobre no pudo soportar más la situación y se desmayó.

+.-o-.+

-Yo… yo... –balbuceaba Philip con la cabeza gacha.

-¿S-sí? –preguntó tímidamente Lenna.

Ambos estaban sentados en el sofá del salón de la casa de los Di Angelo. El chico había ido a pasar el rato con su nueva amiga ya que no iban al mismo instituto y no se veían tanto como ellos quisieran. Llevaban una temporada quedando juntos, unas veces con Fabio e Hina y otras ellos dos solos. Siempre acababan solos pues sus dos amigos se evadían en su mundo y no había quien los despegara cuando estaban juntos. Y ellos reían y hablaban de que algún día esos dos alcahuetes obsesionados con la moda acabarían juntos. “Lo sé porque últimamente Fabio no deja de hablar de Hina y es bastante raro que no lo haga de chicos guapos ni de cosas parecidas… Seguramente se haya dado cuenta de que no es gay, o al menos, no del todo”, dijo suspirando Philip una tarde mientras paseaban. Lenna sonreía y le decía que no creía que Hina hubiera estado tan colada por un chico que por Fabio aunque supiera que era gay.

Y como se suele suponer y ya que el amor es tan inesperado, las charlas fueron pasando a los roces y de los roces a las caricias y de las caricias a las sonrisas tímidas… Hasta que el amor se hizo presente en poco tiempo y casi a inicios de verano, aquel chico serio y atractivo con gafas se presentó en casa de Lenna y sentados en el sofá le dijo:

-Me gustas –dijo finalmente levantando la cabeza bruscamente.

-¿Eh? –Lenna abrió muchos los ojos y las mejillas se le pusieron rojas-. A-A mí t-también –respondió inmediatamente jugando nerviosamente con el borde de su falda.

-Y-yo m-me refiero de… bueno, d-de manera… -explicó nerviosamente Philip pensando que la chica le había malentendido.

-Y yo también –dijo Lenna mirándole fijamente, interrumpiéndole y haciéndole entender que sabía de lo que estaba hablando.

-Ah… -exclamó Philip, sorprendido del alivio que sentía al habérselo dicho-. Entonces, ¿tú sientes lo mismo? –preguntó esperanzado, esperando que ella volviese a decir que le gustaba.

Lenna, no habló, solo asintió enérgicamente con la cabeza un tanto avergonzada pero muy ilusionada. Philip sonrió con ternura y felicidad, y se acercó a ella. La chica se quedó muy quieta y con los ojos abiertos miraba los movimientos de Philip. Esa era una de las cosas que más le gustaban de ella: aunque estuviera en alguna situación incómoda o comprometida, Lenna siempre se quedaba mirando con atención y curiosidad todo lo que pasaba. Justo como en aquel momento. Philip quería darle un pequeño beso en la boca pero pensó que quizá todavía era demasiado pronto para aquello así que desvió en el último momento su cabeza y, sorprendiendo a Lenna, le dio un dulce beso en la mejilla pero cerca de los labios.

-¡Oh! –exclamó la voz de su madre en la puerta del salón.

Ambos miraron hacia allí y se encontraron con Eli y Salvatore, que llevaban entre los dos las bolsas de la compra, que los miraban con una sonrisa divertida y dulce a la vez, y a su madre con la boca abierta. Lenna y Philip se miraron preocupados.

-Bueno, nosotros vamos a dejar las bolsas en la cocina –dijo Eli con tono aireado, queriéndose quitar del medio. Se ganó la mirada reprobatoria de su hermana menor, al no ser ayudada.

Empujó a Salvatore por el pasillo y desaparecieron, no que éste le hiciera un gesto de aprobación a Philip en sentimiento de compañerismo masculino. La madre cerró la boca y frunció el ceño.

-Vale, ahora voy –dijo la mayor en tono serio. Se puso en jarras y torció la boca en claro gesto de desaprobación.

Lenna rió nerviosa y Philip se colocaba una y otra vez las gafas. Necesitaban un milagro para salir vivos de aquello.

+.-o-.+

La hermosa melodía de piano se fue silenciando por el auditorio hasta que los estruendosos aplausos comenzaron. La mayoría del público se puso en pie, ovacionando a la joven pianista que se encontraba emocionada en el escenario.

Lora miraba a toda esa gente con ojos brillantes, contenta por cómo le había salido su concierto de piano. Divisó a sus padres entre la multitud: su madre se secaba las lágrimas de alegría y su padre aplaudía con una gran sonrisa. Ella también sonrió, y entre los incesantes aplausos se escuchó un potente silbido que hizo rápidamente que girara su cabeza hacia un apuesto y alegre castaño vestido con traje de chaqueta que le aplaudía desde uno de los laterales del auditorio. Se sorprendió al ver a Step allí: pensaba que no podría ir a verla tocar porque tenía que ir a visitar a sus abuelos. Dos lágrimas de alegría saltaron de sus ojos a la par que el telón se cerraba y perdía de vista a su chico.

Salió corriendo del escenario y se topó con sus compañeros y profesores de música que querían felicitarla por su gran espectáculo. Dio las gracias a todos con una sincera sonrisa y echó a correr hacia la entrada del edificio. El vestido largo y los tacones que llevaba no se lo hacían muy fácil, pero quería ver cuanto antes a Step. Justo cuando estaba llegando a la entrada escuchó que sus padres la llamaban. La apretujaron en un fuerte abrazo y le dijeron que estaban muy orgullosos de ella. Comenzaron a hacerle preguntas sobre cómo se sentía, si estaba cansada y otras cosas. Pero ella sólo estaba pendiente de la puerta de entrada por si acaso veía salir a Step. Sus padres se dieron cuenta y sonrieron, abatidos.

-Anda, ve. Hemos visto a Stephano y nos ha dicho que te estaría esperando en la puerta –dijo el padre.

-Pero no tardes mucho que tenemos que ir a cenar –dijo después la madre colocándole un pelo suelto del flequillo detrás de la oreja. Le dio un beso de despedida y sonrió.

-¡Muchísimas gracias! –agradeció abrazándoles aun más fuerte de lo que le habían hecho ellos.

Salió por la puerta rápidamente y vio a Step esperándola al bajar las escaleras de piedra del edificio. El chico la miró y levantó una mano a modo de saludo. Lora se apresuró por las escaleras y Step subió algunas, un tanto preocupado de que se cayera por la prisa. Finalmente la chica se abalanzó sobre él y fue recibida con un cariñoso y cálido abrazo.

-Cuidado, princesa. Espero que no hayas perdido ningún zapato por el camino –dio Step hundiendo su cara en el cuello descubierto de Lora. Olía a rosas.

Lora sonrió dulcemente y se separó un poco para mirarle sonriente.- Pensaba que no podías venir. En serio, eres como un príncipe azul –dijo la chica apoyándose en el pecho de él.

-Un príncipe para una princesa. Aunque supongo que un príncipe no llega a la  mitad de un baile –dijo rascándose la nuca un tanto culpable- Hubo cambio de planes y volvimos antes de lo previsto, pero no tan pronto como esperaba –explicó un poco triste por no haber presenciado por completo el concierto de su novia.

Lora le besó de improviso.- Has estado ahí, eso es suficiente para mí –dijo atrayéndolo otra vez hacia ella para volverle a besar.

-Era la gran noche de mi princesa; no podía perdérmela por nada del mundo –dijo una vez que se separaron para respirar.

-Te quiero, príncipe Stephano –dijo Lora mirándole fijamente a los ojos para que después, él con una sonrisa, volviera a rodearla con sus brazos y le envolviera aquel olor a rosas tan perfecto.

+.-o-.+

-¡Mira, Marco! –gritó Valen a lomos de un precioso caballo pura raza.

-Sí, sí, estoy mirando pero ten cuidado a ver si te vas a caer –respondió el rubio acercándose al equino.

-Te recuerdo que voy a clases de equitación –dijo con pose orgullosa.

-Da igual, ten cuidado –dijo como siempre con el tono serio y pasota que le caracterizaba pero sus ojos demostraban que se preocupaba de verdad por ella.

Valen le sonrió enternecida.- Okey, doy una vuelta rápida y me bajo –anunció alegremente. Marc asintió en silencio.

Vio cómo se alejaba por el campo primaveral, riendo y disfrutando. Aquella chica llena de energía, alegría y vitalidad no dejaba de sorprenderlo. Se veía tan guapa y libre montada en aquel caballo que parecía una nueva Valentina más madura y serena. Por eso la amaba tanto. Él era el único que conocía aquella faceta de Valen.

La había invitado a pasar el fin de semana en la casa de campo que tenía su abuelo en la Riviera Italiana. Tenían muchos animales, entre ellos caballos, y por eso decidió traerla a aquel lugar. Parecía ser que había acertado: Valen no había parado ni un solo segundo desde que había llegado.

Ya era casi la mediodía del domingo; por la tarde tendrían que volver a Florencia. Él ya estaba un poco cansado de ir de allí para allá pero le encantaba ver la sonrisa de Valen cada vez que se le ocurría hacer algo que, según ella, era divertido.

Valen llegó con el caballo justo a su lado y bajó rápidamente con una carcajada. Acarició amablemente el gran cuello del caballo y le dijo algunas palabras de aliento y cariño. Después se acercó a Marc y se colgó de su cuello, sorprendiéndolo.

-Gracias por invitarme a pasar un fin de semana tan maravilloso –dijo chocando juguetonamente su nariz con la de Marc.

-No necesitas agradecerme nada, sólo sentía que tenía que hacer algo para devolverte de alguna manera todas estas cosas maravillosas que me estás haciendo sentir –dijo Marc con una pequeña sonrisa, colocando sus manos en la pequeña cintura de Valen. Antes se hubiera avergonzado al decir algo así, pero con Valen había aprendido que eso no valía de nada.

-Marc… -susurró emocionada.

El rubio sonrió más ampliamente y la besó. Cuando sintió los brazos de Valen abrazándole y sus pequeñas manos aferrándose a su camiseta supo que quería estar así para siempre. Por siempre junto a ella.

+.-o-.+

El entrenamiento había sido muy duro y el calor del incipiente del verano no había ayudado mucho a la concentración del equipo. En eso pensaba Carlo mientras pasaba por las calles de Florencia para llegar por fin a su casa y descansar. Se pondría un rato al ordenador o quizá jugaría a algún videojuego; total los exámenes finales ya estaban hechos y no quedaba otra cosa que hacer que lo que quisieras.

Cuando llegó a su calle fue abriendo su mochila para coger las llaves de casa y nada más levantar la vista después de tenerlas ya en la mano, vio una silueta delante de la puerta de casa. Agudizó la vista y se dio cuenta de que era una chica. No tenía las gafas puestas así que se acercó más rápidamente y su vista pudo captar de quien se trataba.

Mariana lo estaba esperando en la puerta, vestida con un bonito y fresco vestido blanco y unas sandalias de tacón. En cuanto lo vio le sonrió levemente y levantó una de sus manos para enseñarle la carátula de un videojuego que ambos estaban impacientes de probar.

Carlo sonrió ampliamente y corrió hacia ella, aun estando tan cansado. Se paró justo delante de ella, respirando fuertemente e intentando volver a regular su respiración.

-¿No me vas a dar un abrazo ni nada? –preguntó Mariana burlona.

-¿En serio quieres que te abrace? Estoy bañado en sudor –respondió el chico recomponiéndose, un tanto divertido.

-Bueno, ¿y un beso? –preguntó dando un paso más hacia él.

El pelirrojo sonrió de lado y se inclinó para besarla. Al principio fue un roce de labios pero se profundizó momentos después de que Carlo pusiera sus dedos en la barbilla de Mariana y la atrajera hacia él.

-Es cierto, estás muy sudado –apreció la chica con tono divertido cuando se separaron.

-Ja, este calor es inhumano. Eli podría dejar los entrenamientos para más tarde. ¿Entramos? –Carl dejó pasar a Mariana primero y después se encaminó hacia su habitación. Dejó la bolsa sobre la cama y sacó ropa nueva-. Voy a ducharme. Ve poniendo esa joya que has traído si quieres. Ya sabes cómo, ¿no? –dijo mientras abría la puerta de su baño. Mariana asintió.

La chica se acercó a PS4 para encenderla e introdujo el juego. Mientras que se cargaba y pasaban los créditos decidió recoger la bolsa de Carl. Suspiró al ver el desorden del chico: ropa deportiva sudada, toallas mojadas y botellas de agua vacías. Se compadeció de la madre de su novio: la pobre tenía que limpiar eso casi diariamente. La madre de Carl siempre la trataba muy cariñosamente así que le iba a devolver su buen trato limpiando esta vez por ella.

Cuando el chico salió de la ducha vestido y secándose el pelo con una toalla se encontró con una habitación vacía con una bolsa de deporte vacía. Pensó que a lo mejor su madre había vuelto del trabajo pero quedó descartado cuando vio encendida la televisión con la pantalla de inicio del juego. Su madre habría apagado todo. Cogió sus gafas y salió de la habitación. Bajó las escaleras y escuchó el sonido de la lavadora.

-¿Mariana? –preguntó esperando respuesta.

-Estoy en la cocina –respondió de vuelta.

Entró en la habitación señalada y la vio tomando un vaso de agua. A su lado la lavadora daba vueltas con su ropa deportiva dentro. Se acercó con gesto satisfecho y la besó tiernamente en la frente. Después sacó un vaso del armario de cocina y se lo llenó de zumo de naranja.

-Gracias, pero no hacía falta que lo hicieras –agradeció con una sonrisa.

-Tu madre ya estará un poco harta de hacerte la limpieza así que he decidido ayudarla –respondió simple y llanamente.

-Cierto –rió Carl, terminándose de un trago el zumo. Abrió el lavavajillas y metió el vaso. Mariana le dio el suyo también.

-¿Eso es un álbum? –preguntó la chica acercándose a la mesa de cocina donde había un gran libro de pasta dura.

-¿Ah? Oh, sí. Mi padre lo ha encontrado buscando entre libros –dijo acercándose también. Mariana ya lo había abierto y miraba curiosa las fotografías-. Son fotos de los veranos que hemos pasado juntos en la isla que compró mi padre antes de que naciera yo. Creo que llevo ya dos veranos sin ir –recordó nostálgico mientras veía su infantil cara sonriendo en una playa de aguas cristalinas.

-Me encantaría ir allí –murmuró Mariana extasiada por las hermosas imágenes de la isla.

Carl la miró sorprendido y luego la abrazó por la cintura, atrayéndola hacia él. Apoyó su cabeza en el hombro de la chica y dejó un suave beso en su cuello.- Cuando quieras –dijo en su oído.

La chica se estremeció en sus brazos y cerró el álbum-. ¿En serio? –preguntó un tanto ilusionada. Se dio la vuelta para encarar a su novio.

-¡Claro! Nada me gustaría más que pasar un verano contigo –dijo Carl sonriente, aun con sus manos en la cintura de ella.

Mariana le abrazó fuertemente, transmitiéndole su felicidad. No había tenido ocasión de ir mucho a la playa debido a que sus padres trabajaban mucho en verano y casi no tenían tiempo para ir de vacaciones, por eso le hacía mucha ilusión que Carl le hubiera propuesto ir. Además, con él todo sería perfecto.

-Muchas gracias –dijo Mariana dejando un dulce beso en los labios del chico.

-No es nada por lo que debas agradecerme –respondió devolviéndole el beso. Se separó un poco de ella y la observó mientras acariciaba su largo pelo-. Ya era hora de volver. Tenía ganas de ir otra vez.

Y así se pasó la tarde, jugando a videojuegos y hablando a cerca de las vacaciones de verano y el viaje que acababan de planear. Aunque…

-Es poco probable que nos dejen ir solos. Lo más seguro es que mis padres vengan también –explicó Carl mientras jugaba con un mando de la PS4.

Mariana no dijo nada aun habiendo escuchado; estaba concentrada jugando con el otro mando. La partida se acabó y ambos pensaban en silencio. Acto seguido, como si se le hubieran encendido la bombilla, ambos se miraron cómplices.

-A no ser… -dijeron al unísono.

Ambos sonrieron astutamente. Ambos pensaban lo mismo.

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El día del tan esperado viaje llegó. La alternativa que Carl y Mariana habían pensado a la vez consistía en invitar a todos sus amigos para así quitarse a los padres del medio. Y lo consiguieron… A medias. Los padres de Carl y de todos los demás hablaron sobre ello y no vieron por qué no podrían pasar unos días en una isla privada y protegida. Pero el padre de Carl, Paulino, tendría que quedarse con ellos para supervisarlos, además de que sería quien los llevara hasta allí. Hubo algunos padres que estuvieron un poco reticentes a aceptar, sobre todo porque no querían darle tanta responsabilidad a Paulino; pero pronto se les quitó la preocupación cuando también organizaron un viaje en crucero para todos ellos por el Pacífico. Así, todos contentos, nuestros protagonistas se embarcaron en el mejor verano de sus vidas…


…O no.

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