Perdonad por la tardanza ^^" Mi mente estaba ocupada por otras cuestiones... (Los Sims 3, concretamente xD)
Así que no le echéis la culpa a Isa que ha sido solo y únicamente mía ¬¬*
Bueno, ahora os dejo con el tercer capítulo de esta divertida y romántica historia x3
Qué os divirtáis!!!!!
Adioses y ciaos a todos <3
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Joe se encontraba mirando unos papelitos que tenía en las manos: no sabía el porqué de que unas simples entradas de cine le pusieran tan nervioso con tan solo mirarlas. Pero claro que lo sabía. Lo que le ponía tan nervioso era la razón por la que había comprado esas entradas la noche anterior.
Estaba sentado en una de las sillas del comedor. Ya había desayunado, se había levantado temprano para prepararse con tiempo y repasar un poco de física. Pero por lo que en realidad se había levantado pronto es porque tenía que esperar a Momo para ir al instituto. No quería llegar tarde. Mientras miraba las entradas arrugaba entrecejo, un poco exasperado. No sabía lo que le pasaba.
-Tres metros sobre el cielo… -susurró pensativo. Tampoco sabía porque había escogido aquella película romántica, si había otras que tenían muy buena pinta. Joder, pero claro que lo sabía. Ella, siempre es ella. Desde que la conoció el día anterior no dejaba de pensar en su linda sonrisa y esos ojos melocotón que le encantaron desde la primera mirada.- ¡Ahg! –se revolvió el pelo con la mano y dejó de un golpe las entradas encima de la mesa.
Se tiró en el sofá, mirando hacia el techo. Había tenido alguna que otra novia, sí, pero nada serio. Sólo dejarse llevar por las amistades y aprovechándose de los gustos, sólo por aparentar, por experimentar. Pero esto era serio, lo sentía. Estaba un poco asustado y lo admitía. Esto no es como un campeonato de tae kwondo, que pierdes pero, más adelante puedes intentarlo de nuevo. No era lo mismo, para nada… Si la pifias desde el principio, la pifias para siempre.
- Puf, puf, puf… –estaba empezando a ponerse ansioso, cosa que no le había pasado en la vida.
No se podía haber enamorado y menos a primera vista. No, no podía estarlo. El no era esa clase de chico sentimental que le pasan esas cosas. No, no lo era… ¿o sí?
Mientras seguía metido en su batalla mental, su madre había estado presenciando toda la escena. Por supuesto, sabía lo que le pasaba a su hijo. Sonrió tiernamente hacia él, que se había sentado y había escondido su cara entre las manos y seguía suspirando fuertemente. Se acercó silenciosamente hacia la mesa y cogió las entradas. Después se sentó al lado de su hijo y dijo:
-Tres metros sobre el cielo… Mmm, seguro que le va a gustar –dijo mirando las entradas con una sonrisa. Joe salió de su angustia y miro a su madre sorprendido por lo que había dicho. Cuando la vio con las entradas en las manos dijo:
-¡Mamá! ¡Pe-Pero qué haces! –dijo cogiendo las entradas y guardándoselas en uno de los bolsillos de los pantalones vaqueros que llevaba puestos.
Se sonrojó de la vergüenza al ver que no cabían completamente en el bolsillo y que se veían a la mitad. Mientras su madre se ría por la reacción de su hijo, que seguía intentando que no se vieran las entradas. Cuando se dio por vencido miró de reojo a su madre y suspiró, se sentó otra vez en el mismo sitio al lado de su madre y dijo:
- ¿Tú crees? –después de todo a su madre no era tan fácil de engañarla. Ella sabía muy bien lo que le pasaba, por muy vergonzoso que fuera para él. Su madre le sonrió, optimista. Joe se sintió un poco más aliviado al conocer la opinión de una mujer sobre la película que había escogido. Si su madre lo decía tendría que ser cierto, ¿no?
-Hijo, no te preocupes. Las cosas se consiguen poco a poco. Sora se parece mucho a sus padres, es muy amable –dijo atrayéndole hacia ella, abrazándole por los hombros. Joe apoyó su cabeza sobre su hombro.
Los padres de Momo y sus padres se conocieron el día anterior mientras que ellos estaban en el instituto. Cada familia se ayudó la una a la otra con la mudanza y cuando se enteraron de que sus hijos estaban en la misma clase se pusieron muy contentos. Luego se volvieron a encontrar horas después dando un paseo por la ciudad y ahí fue cuando todos se conocieron. Joe dio muy buena impresión a los padres de Momo, además de que sabían que era el campeón mundial de taekwondo, se mostraron muy emocionados.
Momo se parecía muchísimo a su madre Junko, tanto física como psíquicamente; Hina más a su padre Taro, aunque éste llevara gafas, era un hombre muy atractivo. No hace falta describir a la madre: era la viva imagen de su hija mayor. Sus padres quedaron encantados con Momo, pensaban que era una chica muy inteligente y educada, y sobre todo guapísima, eso es lo que había dicho su madre (las madres siempre tienen que dar su opinión sobre la belleza, ¿cierto?) aunque respaldada por su padre. Durante aquel encuentro decidió pasarse por el cine para ver la cartelera y… escogió esa película.
La madre y el hijo se quedaron en silencio, abrazados, unos momentos. Ese silencio se rompió cuando su madre dijo:
-Joahnes, ¿a qué hora habéis quedado? –dijo un poco preocupada la madre mirando hacia el enorme reloj que adornaba una de las paredes de la habitación.
-Pues no hemos quedado a ninguna hora, pero supongo que si el instituto empieza a las 8:25… a las y cinco aproximadamente –dijo aún pensativo Joe. Levantó la cabeza y miró a su madre, curioso:- ¿Por qué lo preguntas?
-Porque es que son casi y diez, hijo –respondió señalando el reloj. Cuando lo escuchó, miró hacia el reloj y efectivamente eran casi y diez.
Se levantó desesperado se sacó las entradas del bolsillo, se las dio a su madre y le dijo que las guardara y no las perdiera, le dio un beso, cogió la mochila, pasó por delante de su padre, que iba bajando las escaleras y se despidió de él haciéndole un gesto con la mano y cerrándole la puerta en las narices.
-Este niño… -dijo su padre mirando aún la puerta por la que se había ido su hijo.
-Déjale, no se puede tratar bien con chicos enamorados –dijo la madre colocándose en frente de una de las ventanas que daban al jardín.
El padre se colocó al lado de su mujer y miró también por la ventana. Sonrió al ver como su hijo saludaba nervioso a Momo y cómo Hina pasaba de ellos dos, haciéndoles gestos y seguramente diciéndole algo pícaro a los dos mayores que enseguida se ruborizaron. Vieron como se sonreían y hablaban animadamente mientras que andaban el uno al lado del otro… Los padres se miraron y se sonrieron. Venir a Italia con su hijo había valido la pena.
+.-o-.+
Aquella mañana Eli se levantó tarde. Eran las 08:15 y entraban a las y veinticinco se vistió lo más rápido que pudo, desayunó y salió por patas hacia el instituto.
En su camino se encontró con Sora y Joahnes, y más adelante a Hina que iba a su bola. La vio, le sonrió, le saludó con la mano y siguió adelante. Los espero en la esquina de la calle, sonriente y un poco acalorada por la carrera. Los miró con atención y se dio cuenta de que venían tan concentrados en su conversación que no se habían dado cuenta de que ella estaba allí. Le pareció algo un poco raro. Cuando ya estaban a su altura, todavía no se habían dado cuenta de que estaba allí y Eli los miraba alucinada. ¿Pero como dos personas se pueden retraer tanto del mundo exterior sin que se enterasen de nada de lo que sucedía alrededor?… Así que decidió saludar ella primero:
-¡Hola chicos! –dijo Eli emocionada.
Cuando la escucharon, se pararon y miraron hacia atrás sorprendidos y le saludaron con una sonrisa:
-¡Konichiwa! –dijo Sora sonriente.
-¡Hola Eli! –dijo Joe.
Eli los alcanzó y se puso al lado de Momo. Los volvió a mirar y preguntó:
-¿Venís juntos? ¿Y eso? –preguntó Eli curiosa de verlos juntos.
Joe y Momo se miraron de reojo, como intentando saber quién se lo iba a explicar bien para que no lo malinterpretara. Momo la miró y se decidió a explicárselo:
-Emm… Sí, bueno… Es que somos vecinos -contestó Sora sonriendo nerviosamente.
-¿En serio? ¡Qué bien! –esclamó Eli mientras comenzaban a caminar- Así cuando tengáis algún problema cualquiera de los dos, estaréis uno cerca del otro –dijo Eli sonriente.
Al pronunciar la última frase, Joe y Momo se sonrojaron… “Uno cerca del otro”… Sonaba muy bien dicho de esa manera y en ese contexto.
Al llegar al instituto se encontraron con Salva, que se le notaba muy nervioso.
-¡Ciao! –dijo Eli.
-¡Ciao! –dijo Salva.
-Konichiwa –dijo Sora.
-¡Olá! –dijo Joe.
-¿No estáis nerviosos? –dijo Salva.
-Mucho –contestó Eli.
-Odio la física, vamos a suspender… -dijo Sora.
Momo miró a Joe que estaba muy callado y un poco cohibido, como si supiera alguna cosa que ellos no. Él la miró con una sonrisa tranquilizadora y ella se la devolvió, aunque un poco ansiosa por el examen que estaba a punto de realizar.
-Entremos a clase… Seguro que los demás estarán ya allí -dijo Salva.
Y en efecto, cuando entraron en clase, el profesor ya estaba repartiendo los exámenes. Ellos, al ver esto, se sentaron en el acto.
-¡Buona Fortuna! –dijo Eli guiñándole un ojo a Salva.
-¡Lo mismo digo! –dijo Salva ruborizándose un poco.
Momo miraba preocupada el examen que el profesor le acababa de entregar cuando vio que Joe le guiñaba un ojo, y después se enfrascaba en su examen. Puf, esperaba que aquel gesto le diera algo de buena suerte, por lo menos, que sacara algo más que un miserable 1.
Toda la clase estaba concentrada en el examen, bueno todos menos Stephano que sabía de antemano que iba a suspender así que le dijo al profesor que le pusiera un cero directamente para no tener que romperse la cabeza. Salva, que también se había rendido, depositó el examen a medio acabar y se dedicó el resto de la clase a observar como Eli resolvía el suyo. Pero no les dio casi tiempo de acabar porque la campana del recreo sonó enseguida. Justo en ese mismo momento, Eli se levantó de un salto, dejó el examen en la mesa del profesor y gritó:
-¡Chicos, hay partido dentro de diez minutos! Os espero en el campo. –dijo Eli corriendo hacia la salida.
-¡Sí, capitana! –contestaron los del Orfeo.
Ya salían de hacer el examen cuando Hina y Lenna aparecieron ante ellos.
-¡Hola! Sabemos que acabáis de tener un examen de física –preguntó Hina con una grabadora en la mano- ¿Qué os ha parecido? ¿Queréis volver a hacer otro? ¿Os ha salido bien? ¿Dónde está Eli? –preguntaron al unísono Lenna e Hina.
-Simple y llanamente: me ha parece que voy a suspender. No, no quiero hacer otro, no me ha salido bien. Y Eli está esperándonos en el campo así que nos vamos y basta de preguntas –atajó Marco.
-Ah… Ésta va para ti Salva… -dijo Lenna con una libretita en la mano y una cámara colgada del cuello.
-A ver –dijo Salva un poco malhumorado. No quería llegar tarde al partido o sino Eli se enfadaría con él. Pero tenía que responderle a su hermana porque si no corría el riesgo de que Eli se enterara de sus sentimientos por una vía no lo bastante fiable…
-¿Le dijiste ayer a mi hermana lo que sentías por ella o te rajaste?
Al oír esto Salva se quedó helado y después se fue poniendo colorado lentamente. Se retorció un poco incómodo por la situación y miró hacia un lugar cualquiera, para parecer que le estaban llamando.
-Esto… tengo que irme la capitana nos espera. ¡Adiós! –dijo empezando a correr.
-Hey, chicos… ¿No veis a nadie al lado de Salva? –dijo Step con cara de alelado.
-No… –dijeron todos al unísono un poco preocupados por aquella extraña y siniestra pregunta.
Step empezó otra vez a delirar y Marco volvió a entrar en acción: le pegó un zurriagazo que lo dejó pasmado durante unos segundos y volvió a la normalidad. Si estuviera Marco con ellos no sabrían que hacer.
El partido acababa de comenzar, los jugadores del Orfeo ya estaban en sus respectivas posiciones y Momo, Joe, Valen, Lora, Lenna e Hina estaban sentados en las gradas viéndolo tranquilamente. Jugaban contra el instituto Da Vincci, que eran unos expertos y además tenían fama de poseer una defensa inexpugnable, aun así, el Orfeo no se asustaba tan fácilmente.
El partido transcurría con normalidad mientras en las gradas Momo y Joe hablaban tranquilamente:
-¿A ti te gusta el futbol? –preguntó Momo nerviosa mientras miraba el partido.
-No mucho, pero si me gusta cuando juega mi país o nuestros amigos, porque aunque no me guste siempre que jueguen mis amigos, estaré allí para apoyarles y darles ánimos si algo va mal –dijo pensativo Joe.
-Es justo lo que pienso yo, me alegra saber que tenemos tanto en común –dijo Momo sonriente.
-Yo pienso lo mismo –dijo Joe devolviéndole la sonrisa.
Seguían hablando cuando vieron al señor Vitorio sentarse en primera fila mientras murmuraba algo por lo bajinis, con cara molesta pero a la vez confiada de que el equipo ganara.
-Más les vale no perder –dijo Joe preocupado mirando como el director se sentaba con los brazos cruzados.
-Estoy segura de que no perderán -matizó Momo segura de sus compañeros.
Entonces dirigieron sus miradas al campo de futbol.
Ya habían jugado casi la mitad del partido y seguían 0-0. Eli no paraba de pensar en cómo podrían romper aquella estupenda defensa cuando vio que Step le pasaba el balón indicándole que intentase tirar a puerta, Eli recibió el pase de su amigo y se dirigió como una flecha regateando a los demás con mucha habilidad hacia la portería rival, iba a tirar cuando se acordó (sin saber por qué) de los ojos penetrantes de Salva y cuando se quiso dar cuenta ya le habían quitado el balón.
Pudo ver como Paolo, uno de los mejores jugadores y capitán del Da Vincci, se acercaba peligrosamente hacia la portería de Salva y tiraba con toda sus fuerzas. Salva no pudo parar aquel tiro que entró de lleno en la portería, porque estaba desconcentrado mirando a Eli.
-¡Molto bene! –exclamó Paolo al ver el balón dentro de la portería, y se fijó en la capitana del Orfeo que iba a quitarle el balón.
Justo en aquel momento el árbitro indicó el final del primer tiempo y los jugadores de ambos equipos se fueron a sus respectivos vestuarios para reponer fuerzas.
-Capitana, ¿Qué vamos a hacer? –preguntó Marco un poco preocupado por el desarrollo del partido.
-¡Hay que seguir intentándolo! –dijo Eli mirando fijamente a todos sus compañeros que estaban un poco alicaídos. Cuando escucharon los ánimos de su capitana todos la miraron con una sonrisa de suficiencia.
-¡Sí! –exclamó Step- Salva…¿Estás bien? –dijo Step mirando a Salva que se encontraba en un rincón con cara de pocos amigos.
-Sí, molto bene… –dijo Salva con un aura sombría alrededor de él.
Todos se le quedaron mirando con una sonrisita nerviosa. Había sido un día largo y problemático para él (el examen de física) y ahora, encima le meten un gol…
-Bueno vamos saliendo ya, ¿vale capitana? –dijeron Marc y Step.
-Ok –dijo Eli – Ahora voy yo…
-Ok, arrivederci –dijeron después de haber consolado un poco a Salva.
Eli se cambió de camiseta ya que estaba sudando la gota gorda, después de esto salió de los vestuarios y vio a Paolo, el capitán del Da Vincci.
-¡Oh! –exclamó Paolo al verla- “Questa ragazza è molto bella, mi piace.” –pensó Paolo acercándose a Eli y cogiéndola de la cintura.
Eli se le quedó un poco extrañada. Paolo y ella se conocían de otros encuentros anteriores y desde hace años. Tuvo que reconocer que antes le gustaba mucho pero ese sentimiento fue deteriorándose por la distancia que había entre ellos.
-Sei molto bella… -dijo Paolo mirándola a los ojos. - Vuoi essere la mia ragazza? –dijo acercándose y depositando sus labios sobre los de Eli.
Se sorprendió al dejarse besar por Paolo. Entonces Eli apartó a Paolo con los ojos entrecerrados y le dijo:
-Me lo tengo que pensar - y después de esto entró en el campo dejando a un Paolo un poco sorprendido.
Ella le gustaba y mucho. Le encantaba como jugaba al fútbol y su forma de ser… No entendía el porqué de ese “me lo tengo que pensar”; pensaba que a ella le gustaba…
Acto seguido, el guardameta del Orfeo, Salvatore, entró también en el campo, con ganas de aclarar varias cosas con Paolo, ya que él, había visto el apasionado beso que le había dado a su amada Eli y eso no le hacía ninguna gracia. De hecho, le remataba los sesos.
Momo y Joe contemplaban atónitos el partido, todos estaban dando lo mejor de sí.
-¡Guau! –dijo Lenna– Menudos regates hace ese muchacho, mamma mia.
-Es verdad… pero lo que tú no sabes es que antes ese muchacho estaba besando a tu hermana –dijo Hina.
-¿Qué? –preguntaron Momo y Joe al unísono.
-Lo que oís –siguió Hina– Le dijo que le gustaba y que si quería ser su novia y después la besó tiernamente… pero eso no es lo peor…
-¿Entonces qué? –preguntó sorprendida Momo. No sabía cómo su hermana se apañaba para saber todas esas cosas sin que ella se enterara.
-Que todo esto ocurrió en la cara de Salva…
- ¿¡Qué?! Pobre Salva… –dijo Joe bajando la cabeza– Estará destrozado…
Y en efecto Salva estaba destrozado por aquella horrible imagen que había presenciado ya varios minutos antes, pero no permitiría que le metiesen ni un solo gol, y mucho menos, Paolo.
Iban 1-1 y ya solo quedaban unos minutos de partido. Joe y Momo se mordían las uñas muy nerviosos sin apartar la mirada del partido. El director estaba que tiraba la grada de tantos gritos y amenazas que salían de su boca hacia los jugadores: todo el mundo se había alejado de sus lados y de atrás suyo, mientras que los jugadores se animaban y se concentraban más para ganar el partido.
Eli se dirigía hacia la portería rival en posesión del balón cuando se encontró cara a cara con Paolo.
-No vas a pasar de aquí, il mio amore –le dijo este con una sonrisa pícara.
-Espera y verás -dijo Eli haciéndole una hábil y calculada finta, después de esto tiró a puerta con total decisión.
El tiro de Eli entró de lleno en la portería del Da Vincci y justo en aquel momento el árbitro indicó el final del partido. El Orfeo había ganado el partido 2-1. Entonces, en aquel instante Eli miró a Paolo con cierta chulería y después se le acercó para felicitarle por aquel emocionante partido que acababan de disputar.
-¡Bien hecho! –dijo Eli dedicándole una gran sonrisa aunque estaba alerta, por si acaso Paolo volvía a la carga.
-Lo mismo digo –dijo Paolo guiñándole un ojo– Me gustan las chicas que no se dan por vencidas –remató.
En aquel momento llegó Salva con cara de pocos amigos. Eli pudo apreciar perfectamente el estado de ánimo de su amigo.
-Bueno, Eli vámonos aquí ya no hay nada más que hacer –dijo Salva ignorando completamente a Paolo.
-Si… ya voy –dijo Eli.
-¿Bueno, vamos? –dijo Salva.
-¿No has oído a Elisabetta? –dijo Paolo. Salva le fulminó con la mirada.
-Mira… Yo, contigo no estoy hablando –dijo cortante Salva.
-¿Se puede saber que te he hecho yo para que me hables así? –dijo extrañado Paolo, alzando la voz.
-Eso te lo puedo explicar ahora mismo… pero a solas –dijo desafiante Salvatore.
-¡Lo que tengas que decirme puedes decírmelo delante de Elisabetta! –dijo Paolo.
Salva se irritó tanto que su rostro mostró un gesto de tal molestia que asustó a Eli. Nunca le había visto así.
-¡TÚ! ¡TE VAS HA ENTERAR, MALDITO! ¡ME ESTÁS PONIENDO DE LOS NERVIOS! –gritó Salva mientras le señalaba.
Entonces en aquel momento Salva se abalanzó sobre Paolo delante de la atónita mirada de todo el instituto y de Elisabetta. Paolo y Salva se enzarzaron en una apasionada pelea que Joe no tardó en parar.
-Por favor, no os portéis como unos críos –dijo Joe empujando a Salva que intentaba zafarse de su brazo. “Menos mal que sé tae kwondo, sino todo esto hubiera acabado muy mal”, pensó contrariado Joe.- Todo esto lo podemos resolver hablando como gente civilizada.
-No me apetece hablar con este… -dijo jadeando Salva.
-¡Bueno ya está bien! -gritó Vitorio, que había estado callado todo el tiempo.
Ver al distraído de Cardanni metiéndose en una pelea por su propia voluntad y perdiendo los estribos de aquella manera, le había dado cierto interés a la situación. Acto seguido separó a los dos muchachos por completo. Eli se acercó a Salva un poco conmocionada todavía por lo que había pasado.
-Salva… ¿por qué has hecho esto? –preguntó Eli agarrándole del brazo suavemente.
-Porque yo te… -dijo Salva a media voz dándose la vuelta y mirándole a los ojos.
-Señores Bianchi y Cardanni, he llamado a sus respectivos padres, per favore pasen a mi despacho conmigo y así hablaremos tran-quilamente. Capito? –dijo Vitorio intentando tranquilizar al personal.
-Capito… -contestaron ellos al unísono.
Entonces Vitorio se llevó a los dos alumnos en silencio con la mirada de todo el instituto clavada en la nuca.
-¡Por Dios! –dijo Carl– ¡Qué violencia la de esos sujetos!
-Vale ya –cortó Marco muy serio. Jamás había visto a su amigo rebotarse de esa manera.
Todos hablaban acaloradamente mientras Eli pensaba en la pelea que acababa de presenciar y en lo que había ocurrido antes con Paolo. Eli no entendía porque Salva se había lanzado de aquella manera sobre Paolo…
Ya se habían ido todos a casa, todos excepto Paolo y Salva que acababan de salir del despacho del director. En cuanto salieron, Salva cogió a Paolo del cuello de la camisa y se lo llevó hacia fuera para explicárselo todo…
+.-o-.+
-Momo…-dijo Joe a media voz.
-¿Sí? –contestó Momo tímidamente mirándole ansiosamente. Se dio cuenta y se recompuso, un tanto avergonzada por su gesto. Joe la miró tiernamente y bajó la mirada un poco sonrojado.
-Esto… Es que tengo entradas para ver una película mañana por la noche… No sé si lo pronuncio bien… -dijo nervioso Joe.
-¿Cuál es esa película? –dijo intrigada Momo mientras se acercaba a Joe como si fuera una niña a la que le iban a dar una sorpresa.
-Es algo así como… Tre Metri Sopra Il Cielo. ¿Qué te parece? ¿Te apetece? –dijo aún más nervioso por la cercanía de Momo.
-¡Ah! –dijo Momo impresionada por la buena pronunciación del muchacho– ¡Tenía muchas ganas de verla! –dijo Momo con entusiasmo.
-Me alegro –contestó totalmente ruborizado Joe. Estaba tan linda cuando se entusiasmaba y sonreía…
+.-o-.+
Paolo lo miró a los ojos y después esperó a que este empezase a hablar. Pudo notar perfectamente como Salva se ponía muy pero que muy serio y entonces comenzó:
-Mira Paolo… -empezó Salva– Es que… yo amo a Elisabetta y no me parece nada bien que se vaya contigo –atajó Salva- Además, vi como la besabas y eso me puso de muy mala leche porque yo desde siempre la he amado… Y ahora llegas tú así, de la nada, y vas y la besas…-añadió con tono receloso y un poco reprobatorio, cruzándose de brazos. Paolo se le quedó mirando compresivo pero a la vez un poco desanimado.
-Ya sé lo que te pasa… -dijo después de un largo silencio- Pero, ¿todavía no se lo has dicho? –preguntó Paolo.
-No he tenido el valor de hacerlo, y siempre que lo intentaba terminaban interrumpiéndome por unas cosas o por otras –dijo con fastidio deshaciéndose en un gesto de mano.
-¡Ya! –dijo Paolo con un bufido de sarcasmo– Pero es que a mí Elisabetta también me gusta… ¿Y si dejamos que ella elija? –concluyó Paolo.
-Está bien… –dijo Salva no muy convencido de sus expectativas. Sabía que a Eli le había gustado Paolo y aún no sabía si seguía haciéndolo.
Si seguía queriéndo a Paolo, seguro que le escogería a él. Tenía que deshacerse de sus dudas de inmediato. Cuando los dos se iban a ir Paolo se dio la vuelta y le dijo:
-Si te escoge a ti… -dijo en tono serio. Salva se dio también la media vuelta al escucharlo. Vio que Paolo tenía una sonrisa falsa dibujada en la cara- Si te escoge a ti, sería justo que te devolviera el puñetazo que me has dado hoy –Salva se sorprendió. Luego sonrió, soltó una carcajada de autosuficiencia y se dio la vuelta para alejarse. Levantó una mano en señal de despedida y a la vez de aceptación.
-De acuerdo. Pero dame lo bastante fuerte como para saber qué tanto quieres a Elisabetta… Así estaremos en paz –dijo tranquilo mientras se alejaba. Paolo sonrió. Ese tío no era tan tonto como parecía.
+.-o-.+
Salva iba hacia su casa pensando en aquella conversación que había tendido hacía ya un rato con Paolo cuando divisó la mansión de los Di Angelo y pensó que aquel momento era el idóneo para decirle a Eli lo que sentía por ella antes de que fuera demasiado tarde. Pero justo cuando iba a entrar vio a Paolo y a Eli hablando.
-Paolo, ya me lo he pensado… -dijo Eli sin mirarle a los ojos.
-¿Y bien? –dijo éste ansioso- Tu ami mi? –dijo Paolo mirándola a los ojos.
Entonces otra vez sin saber el porqué, volvió a pensar en la intensa mirada de Salvatore y dijo:
-Lo siento, pero mi corazón pertenece a otra persona…
-No pasa nada -dijo Paolo intentando ocultar la tristeza que empezaba a llenar su corazón– Bueno... Ciao mi amore! –dijo Paolo besándola levemente en la mejilla– Espero que nos volvamos a enfrentar en algún partido –dijo él muchacho, y después desapareció.
Definitivamente había perdido. La verdad es que se lo merecía… No se había dado cuenta de los sentimientos de Elisabetta hasta hace poco y ese era un error que no se podía corregir inmediatamente. De momento la dejaría en manos de Salvatore, sólo de momento. No se pensaba rendir tan fácilmente.
Cuando Salva vio que Paolo se marchaba después de darle un beso a Eli, se llenó de coraje y decidió que ese era el momento perfecto para demostrar su amor por Eli.
–“Es ahora o nunca” -pensó. Y corrió hacia la gran mansión.
+.-o-.+
-¿Quién era, cariño? –preguntó la señora Di Angelo sirviendo la cena a la familia.
-Era un amigo –contestó simplemente Eli sentándose en la mesa para cenar.
No quería pensar más en ello. No quería seguir pensando en que había rechazado a su primer amor por su mejor amigo, Salvatore.
-Elisabetta –dijo El señor Francesco Di Angelo. Aquella voz agradable y grave la despertó de sus profundos e intrincados pensamientos.
-¿Sí, papá? –contestó ella medio distraída.
-¿Sabes? Este viernes la familia Cardanni viene a cenar –dijo feliz.
Sabía que Salvatore era el mejor amigo de toda la vida de Elisabetta y eso influenciaba a la buena relación que tenían ambas familias.
-¿Y eso? –preguntó Eli un poco alarmada. Intentaba no pensar en él, y sus padres se encargaban de que no fuera así.
-Es por la buena relación que ha habido siempre entre nuestras familias –aclaró Francesco picando un brócoli que tenía en el plato.
-¡Ja! –esclamó Lena– ¡Va a venir tu novio! –remató con amago de fastidiar.
Rosetta y Francesco miraron a Elisabetta atónitos, mientras ésta le daba una patada a su hermana por debajo de la mesa. Pero justo en aquel momento sonó el timbre y Lenna corrió para recibir a aquel visitante sacándole la lengua a Eli, abrió la puerta y vio a su vecino Salvatore.
-¡Hola! –dijo Salva levantando una mano que estaba apoyada en una de sus rodillas (estaba encorvado, apoyándose sobre sus rodillas), jadeando por la carrera- ¿Está Eli por ahí? –preguntó el chico recomponiéndose poco a poco.
-¡Hablando del Rey de Roma! ¡Salva! Sí, justo estábamos hablando sobre ti. Espera un momento –contestó Lenna con tanto interés que ya le estaba empezando a parecer extraño a Salva. ¿Sobre qué cosas estarían hablando? Acto seguido gritó:
-¡Eli! Il tuo fidanzato! –dijo mirando de reojo al chico que se encontraba todavía en la puerta con una sonrisa malévola y divertida. Después, cerró la puerta y salió corriendo escaleras arriba dejando a un Salva en estado de shock.
Al oír esto, Eli casi se atraganta con un tallarín que tenía en la boca. Levantó la cabeza y encontró las dos caras de interrogación y alarma de sus padres. Ella sonrió nerviosamente y se levantó rápidamente de la mesa. Escuchó como su hermana corría hacia el piso de arriba por las escaleras. Ella corrió lo más que pudo para intentar alcanzarla, pero cuando llegó al principio de la escalera Lenna ya estaba en el piso superior. Adoptó la forma de “adolescente enfadada” y gritó hacia las escaleras:
-¡Lenna! ¡Cuando te coja… Te mato! –gritó con todas sus fuerzas Eli. Lo único que se escuchó fue un portazo. Eli sonrió. Ahora su hermanita estaba en el proceso llamado “arrepentimiento horroroso”. Se iba a enterar… Entonces alguien dio una fuerte respiración y Eli se volvió. Se quedó mirando a Salvatore que la miraba un poco asombrado y cohibido- Hola… -dijo Eli tímidamente acercándose a Salva.
-Ciao –dijo él en tono bajo. La escena que había presenciado lo había dejado un poco transpuesto.
-Ciao –dijo también Lenna, que había vuelto para ver la escena. Los dos se la quedaron mirando con cara asesina.
-¡Vete! Recuerda que después, tu y yo tenemos un acuerdo pendiente, enana –le espetó Eli con voz maquiavélica.
Lenna tragó grueso, pero el miedo a ser torturada por su hermana mayor no le impidió salir rápidamente para contarles a sus padres quien era aquel visitante y cuáles eran sus intenciones.
-Esto… Lo siento, Salva… No le hagas caso a mi hermana. Tú ya sabes cómo es –dijo excusándose Eli con una risita nerviosa. Salva se desanimó un poco: pensó que lo que había dicho Lenna fuera de verdad.
-¡Claro! No pasa nada. No te preocupes –dijo mostrando su maravillosa sonrisa. Después se puso serio y miró a Eli a los ojos. Genial. Justo cuando quería olvidarse de aquellos ojos, los tenía a un escaso medio metro de sus ojos azul oscuro, y los miraba intensamente. Le recorrió un escalofrío de arriba abajo- He de pedirte disculpas por la trifulca de esta mañana entre Paolo y yo. Y… y… yo… también quería decirte que tú me gu…
Pero no le dio tiempo a terminar porque la señora Di Angelo salió por la puerta y dijo:
-Eli, cariño, es tarde, ya hablaréis mañana. Además la cena se te está enfriando –miró Salvatore y sonrió amablemente- Ciao, Salva. Nos vemos este viernes.
-Por supuesto, señora Di Angelo –dijo sonriente, pero en realidad estaba otra vez desanimado porque “otra vez” le habían interrumpido.
-Si mamá –dijo todavía nerviosa Eli y después se despidió de su amigo.
-Arrivederci –dijo Eli abriéndole la puerta.
-Arrivederci –dijo Salva sonrojado.
Después de todo, con Paolo fuera de combate, las cosas se pondrán más fáciles, ¿no?
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